74. No lo leas.

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La vida pasa, pero nunca pasa en vano.

Lo que más extraño
es el afecto de mis hermanos, la vida se lleva lo que más amamos.

Perdí a mi madre
y no es porque la muerte se la haya llevado, sino que miro al pasado y veo lo mucho que hemos cambiado.

No es sólo la distancia
sino también la falta
de tiempo.

Lamento haberte defraudado y sí lo sé,
por mí has llorado
todas las veces
que te he fallado.

Perdón por las veces que dejé marcharte de mis brazos.

Extraño nuestras largas conversaciones,
incluso tus regaños,
hoy te veo y tus ojos
están cansados.

Me arrepiento de perderte como agua entre mis manos, me veo en el espejo y pienso: “¿Cómo te habrás sentido en el momento que nací?”

Veo mis triunfos y te los dedico, debo y entrego
todos a ti.

Hoy hay gente que me admira, pero yo sólo te admiro a ti. Todo lo que soy de ti lo aprendí.

Recuerdo de pequeño jurarte que te haría feliz,
tal parece que... te mentí.

Quizás no fui un buen hijo ni tú la mejor de las madres, aún así sin importar si fueran buenos o malos los tiempos junto a ti los viví.

Y así crecí, entre llantos, gritos, peleas y alegrías.

Recuerdo que me hacías escribir y leer todos
los días.

“Quiero que tengas más educación de la que yo”. Me decías.

Que ironía, dejé los estudios a la misma edad que tú me diste la mía.

Pero no te preocupes,
sigo aprendiendo
todos los días.

Dijiste que eso se llamaba sabiduría.

Perdón y gracias,
por todo madre mía;
hoy en mi agonía
te deseo que sólo tú tengas lo mejor en tu vida.

Llena de alegrías
y que la disfrutes
más que la mía.

Y si se cumple la profecía,
prometo cuidarte desde arriba.

Posdata: No te preocupes aún no me rindo todavía
y me quedan un par de meses de vida, así que podrás seguir leyendo mis tonterías.

Sabía que ya lo suponías pero de mi parte
que te enteraras quería.

Adiós madre querida.

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