— ¿Está todo bien? — Es lo primero que dice Dean cuando se sienta frente a mí.
— Sí, sí. Todo perfecto. — Es lo que quiero creer.
— Y, ¿quién era ese? — Me cuestiona.
— Un viejo conocido. — Me observa escéptico. Sí, estoy tratando de quitarle peso a la situación — ¿Qué tal tu día? — Cambio el tema porque en verdad, lo último que quiero hacer es hablar de mi ex.
— Bien, bien. Un poco largo, en realidad. Tenía muchas ganas de verte. — Lo dice como si cualquier cosa, así que levanto una ceja esperando que continúe — Es verdad. Le escribí a siete personas antes de encontrar el número que faltaba, eso dice bastante de mi interés en ti. — Le sonrío de la manera más sincera
— Sí, estoy de acuerdo contigo y me gusta que demuestres interés. — No sé si estoy coqueteando con él, pero juro que me sale naturalmente.
— Te ves muchísimo más linda en la luz. — Está viéndome fijamente y estoy completamente segura que mi cara puede confundirse con un tomate, siento el calor en mis mejillas.
— Supongo que debería decir gracias, así que... Gracias. — Sería una mentirosa de las grandes si no admitiera que este hombre es realmente guapo, pero no lo reconoceré en voz alta. Me niego a subir su ego.
—¿Ya ordenaste algo? — Pregunta mientras mira la carta
— No, estaba esperando que llegaras.
—Tierno de tu parte. Voy a hacer mi pedido, ¿qué quieres para ti? — Ya se está poniendo de pie cuando voy a contestar
— Educado, en realidad. Un cappuccino grande y un muffin de vainilla y chocolate. — Guiña un ojo y se dirige a la caja.
Vuelve con lo que vamos a comer y lo deja sobre la mesa. Para él, pidió un expresso doble.
— Así qué, cuéntame de tu vida. ¿Cuántos años tienes? ¿A qué te dedicas? ¿Existe algún novio? De verdad espero que no. — Suelto una carcajada.
— Gracias — le digo señalando el café y el muffin — Alex Russell. 22 años. Estudio Diseño Gráfico y trabajo en una agencia de publicidad. No existe ningún novio. Te toca. — Tomo mi cappuccino y le doy un sorbo.
— Dean Morrison. 23 años. Actor y tampoco existe ningún novio — Sonríe de lado y toma el vaso de su café.
— Muy gracioso — Aunque no me sorprendería teniendo en cuenta que la mayoría de los homosexuales (por no decir que todos) están buenísimos. — ¿Actor? — No recuerdo haberlo visto en televisión, tampoco es que la vea seguido.
— Lo soy. — Aquí vamos de nuevo con ese ego — Pero, tampoco existe alguna novia y por si te lo preguntas: soy muy, muy heterosexual. — suelto una carcajada — Sí, actor.
— No te he visto en ninguna novela o película en su defecto. — Estoy segura que fuera de la noche en 11:11 y hoy, jamás lo había visto.
— Yo creo que sí. Imagina un Dean más joven, sin barba y el pelo un poco más largo — Lo busco en algún lugar de mi memoria, pero no encuentro nada.
— No, no logro ubicarte. Quizá sí te haya visto alguna vez, pero no lo recuerdo. — ¡Maldita sea! ¿Un actor?
— Ya me verás en alguna parte. — Lo primero que voy a hacer cuando llegue a casa, será buscarlo en Internet.
En realidad me siento bastante bien hablando con él, tiene una facilidad para hacer fluir la conversación y que así no existan silencios incómodos y debo aceptar que esto me gusta, me gusta mucho.
— ¿No es complicado besarte con tus compañeras de trabajo? — siempre quise saber sobre este tema
— Es profesionalismo, ¿no? Claro que no cualquiera puede hacerlo, todos nacimos para algo y yo lo hice para dedicarme a esto. Es mundo difícil y al ser una figura pública estás expuesto a muchas cosas, pero la realidad es que me encanta lo que hago.
Llevaba mucho tiempo sin escuchar a alguien hablar con tanta pasión de su profesión y por supuesto que me gusta esta parte suya. No existe mejor cosa que disfrutar lo que haces y no hacerlo por obligación, al final del día no importa si estuvo pesado o difícil, siempre y cuando hayas dado todo de ti y el resultado haya sido el esperado.
Miro la hora, ya son las 9 pasadas. No sé en qué momento se pasó el tiempo tan rápido.
— ¿Quieres que te lleve a tu casa? — Pregunta Dean.
— Claro, eso estaría bien — Me pongo de pie, recojo mi bolso y mi abrigo y lo sigo al parqueadero.
Bajamos al sótano y vamos hablando de cosas varias e irrelevantes, se detiene al lado de un auto negro y abre la puerta del copiloto. Lo miro durante un momento y el me hace gestos para que entre, le doy las gracias y subo.
Dentro hay un leve olor entre lavanda y vainilla, sube al auto, me hace señas para que me ponga el cinturón y el hace lo mismo.
— Y bien, señorita, ¿a dónde la llevo? — Me río por lo bajo y le indico la dirección. 30 minutos después se estaciona frente a mi edificio y apaga el auto
— Muchas gracias por traerme, en serio — miro el reloj en el salpicadero y son las 09:50
— No es nada, Alex. Así puedo venir a verte algunas veces — Levanta sus cejas en modo provocador y yo no puedo evitar reír
— Es aquí cuando te enteras que aún vivo con mi madre y huyes.
— ¡Rayos! Mi plan acaba de irse al carajo — Lo dice en tono burlón. Desabrocho el cinturón y lo miro directamente a los ojos
— Gracias por la cita y nuevamente por traerme. Me lo pase muy bien. — Y lo digo con toda sinceridad
— Gracias a ti por aceptar salir conmigo, no dudes en que te llamaré para una segunda cita y tal vez te animes a contarme quién es el chico que estaba contigo cuando yo llegué. — Bajo la mirada a mis manos apoyadas sobre mi regazo
— Tal vez. Nos vemos luego — Me acerco a él y dejo un pequeño beso en su mejilla. Bajo del auto, camino hacia la entrada del edificio, me doy media vuelta y sigue ahí, me despido haciendo un movimiento con la mano y me adentro al vestíbulo.
Cierro la puerta y me apoyo en ella, suelto una pequeña risa y niego con la cabeza. En realidad, nada salió mal.
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Cayendo por ti - En Edición
Romance¿Y si encuentras al amor de tu vida, pero tu futuro te obliga a separarte de él? Código de registro: 1711054744336 (CC)