Capítulo 25

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— ¿Sofía? — me es imposible pronunciar su nombre sin que en mi voz se note el descontento, gira de inmediato y abre de par en par sus ojos, asumo que no esperaba que yo llegara.

— Oh, hola. — Saluda secando sus manos con una toallita — ¿Cómo estás? — Levanto una de mis cejas porque se está comportando de una manera sumamente amable y por supuesto que me es extraño. No la veía desde que acompañé a Dean a grabar fuera de la ciudad y rogaba porque no tuviéramos que encontrarnos, claramente mis suplicas no fueron escuchadas.

— Bien... ¿dónde está Dean?

— En la habitación.

La dejo en la cocina y camino con los puños apretados, no me gusta su presencia aquí, no me gusta un carajo. Y no sé qué me molesta más, que esté en el apartamento o que Dean no se haya molestado en decirme que vendría. No he comprobado que le gusten las chicas y aunque fuera así, sigue sin agradarme. Abro la puerta y no lo veo, pero logro escuchar el agua correr en el baño, cierro la puerta y me siento en la cama, me decido por esperar pacientemente mientras intento calmar el veneno que siento correr por todo mi cuerpo.

— Chispita — dice con asombro cuando sale del baño con una toalla alrededor de su cintura — Creí que llegarías más tarde.

— Pues ya ves que no. — contesto prestando especial cuidado a mis uñas

— ¿Qué pasó?

— Cancelaron la clase.

— ¿Por qué no me dijiste? Te habría recogido.

— ¿Y estropear tu tiempo en compañía? Naaaah —hago un ademan desinteresado.

— Estás molesta. — afirma

— No me encuentro muy contenta con su presencia, sí.

— Es mi amiga. — pone las manos en su cintura

— Es lo que siempre dices cuando su nombre se cuela en nuestras conversaciones.

— No me digas que son celos. — habla burlón y me irrita.

— Ptf, por qué iba a tener celos si le gustan las chicas. — sus ojos se abren de tal forma que podría echarle gotas y cuando caigo en mi error hago lo mismo para luego tapar mi boca con una mano.

— ¿Cómo sabes eso? — Uuuuh, así que es verdad, está enfadado y presiento que vamos a discutir.

— Mira, ni siquiera importa cómo me enteré. — me pongo de pie cuando su estatura se vuelve amenazante para mí

— ¿Qué no importa? — Dice indignado — ¿Quién te dijo eso, Alexandra?

Es un hecho: vamos a discutir.

— Lo supe cuando estuvimos fuera de la ciudad, ¿si? Es probable que a Samuel se le haya soltado un poco la lengua; pero si te consuela saber, es algo que no le he dicho a nadie más.

— ¿Y por qué demonios se le iba a soltar «un poco» la lengua? — Eleva su voz y ya me está empezando a molestar su actitud, si él no se calma yo voy a echar humo hasta por las orejas y eso no será bueno.

— ¡Y yo qué voy a saber! — dije también elevando mi voz — Pregúntale a él.

— ¡Tú debiste preguntarle algo! Él no tenía por qué contar cosas que no le competen, no tenía por qué hablar de los gustos de Sofía.

—¿¡Pero qué carajos te sucede!? ¡Deja de defenderla!

— ¡Es mi amiga! — acaba de colmar mi paciencia con esto.

— Pues déjame decirte que «tu amiga» me encerró en el puto baño de la discoteca exclusivamente para amenazarme y también es probable que me haya hervido la sangre de los celos y que mientras tú grababas escenas con ella, Samuel se percatara de mi mal humor y soltara aquella bomba. — prácticamente le grito todo esto por la frustración que estoy sintiendo, pensé en mantener ese suceso sólo para mí, pero su forma de hablarme ha hecho que explote, ¿qué tiene que yo sepa de su condición sexual?

— Tienes que estar bromeando — me responde con una risa seca. Camino hecha una furia hacia la puerta.

— Pregúntale a ver si es capaz de negarlo. — escupo las palabras al tiempo que abro la puerta y la susodicha cae de rodillas frente a nosotros.

Lo que faltaba.

Camino a paso rápido hasta la sala, tomo mi bolso y salgo azotando la puerta detrás de mí. No pienso quedarme a que siga diciéndome todas esas cosas y tampoco me arriesgaré a decirle cosas que no quiero por el mal genio del momento, ni siquiera me detengo a esperar el ascensor, bajo a toda carrera los nueve pisos, siento mi cara totalmente caliente y sé que es porque estoy enfadada, no, estoy es furiosa.

— Alex, espera.

Está muy equivocado si cree que me voy a detener a escuchar la mierda que quiera decirme.

— ¡No me jodas, Dean! — le grito al borde del cólera

— Alex, por favor. — Suplica cuando logra tomarme del codo y me zafo de su agarre de forma brusca — No te vayas.

— No me voy a quedar aunque lo pidas de rodillas, ¿comprendes? — el dolor cruza su rostro y sé que estoy siendo una perra odiosa, pero me ha lastimado con sus palabras y realmente no quiero estar aquí. — Tienes cosas que aclarar con Sofía, a mí déjame esta noche tranquila.

— Amor, sé que me pasé con lo que dije, pero maldita sea, tú tampoco te controlas. — me acerca a él cuando posa su mano en mi cintura y me tomo el tiempo de disfrutar su cercanía

— ¿Crees que no lo sé? Es por eso que necesito irme de aquí o la voy a seguir cagando y seguramente tú también — contesto por lo bajo y Dean asiente repetidas veces, me da un beso en la frente, doy media vuelta y me alejo de él con pasos apresurados.

Cuando llego a casa el sentimiento de rabia ya me ha abandonado, ahora me embarga la tristeza y el dolor. Quiero echarme en mi cama a llorar como una magdalena. Nunca habíamos peleado de esta forma, sí habíamos discutido en algunas ocasiones, pero jamás al punto de gritarnos, jamás al punto en el que uno de los dos huyera, porque sé que hui de ese lugar y también sé que fue por nuestro propio bien y el de nuestra relación.

Cierro la puerta con más fuerza de la que esperaba y veo a mi madre salir de la cocina con un cuchillo, pone una mano sobre su pecho con alivio al saber que soy yo y no un ladrón.

— Me has dado un susto de muerte, mi amor — expresa mientras deja su arma sobre el comedor — Creí que pasarías la noche con Dean.

— Yo también lo creí. — suelto un suspiro cargado de... no sé de qué.

— ¿Qué ha sucedido? — cuestiona cuando me siento frente a ella

— Discutimos, ma.

— ¿Tan mal estuvo?

— Nos gritamos y yo salí corriendo de su apartamento sabiendo que si me quedaba iba a incendiarlo. — Mi madre suelta una risita — No me gusta esta sensación en mi pecho, mamá. Es horrible.

Ella se levanta de la silla y viene hasta mi lugar para abrazarme, acaricia mi espalda una y otra vez cuando mis lágrimas deciden que ya es tiempo de salir. Me quedo un rato más con ella hasta que me convence de ir a la cama, camino como un alma en pena hasta mi habitación y aunque he llorado bastante, no parece que haya sido suficiente, pongo mi cabeza sobre la almohada y continúo llorando hasta quedarme dormida.

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Vamo' a llorar :(

Cayendo por ti - En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora