Capítulo 8

917 87 1
                                    

Acabo de llegar a casa de la universidad y estoy agotadisima, no quiero saber nada del mundo por las próximas 6 horas. Tiro el bolso en algún lugar y me dirijo a mi cuarto, enciendo la luz y me llevo un susto de muerte.

— ¿Qué carajos haces aquí? — pregunto

— Te estaba esperando. — da un par de palmadas al colchón para que me siente a su lado.

— ¿Qué necesitas? — digo con mal humor

— Sólo quiero saber si ya has pensado en que el cumpleaños de mamá se acerca y debemos preparar algo para ella. — mi hermano es menor que yo por dos años y la mayor parte del tiempo nos llevamos bien.

— Ya lo sé Jay, pero cae en un día entre semana y sabes de sobra que debo trabajar y también ir a la universidad, podríamos llevarla a comer el fin de semana o incluso el viernes en la noche o pueden llevarla tú y papá y luego yo podría salir con ella en un plan de chicas, no lo sé — suelto un suspiro y me acomodo en mi cama.

— Está bien, está bien. Ya veremos qué se nos ocurre — sale de la habitación y yo me dispongo a dormir cuando abre la puerta nuevamente.

— ¿¡Ahora qué, Jay!? Estoy cansada, ¿puedes solamente dejarme dormir? — le pido.

— Alguien te envío esto — deja un ramo de girasoles -mis favoritos- sobre el escritorio — No he leído la tarjeta, así que no sé quién fue.

Me pongo de pie y me acerco al escritorio para oler los girasoles, tomo la tarjeta con un toque de nervios y me dispongo a leerla

Espero que tengas una semana estupenda y que pienses en mí tanto como yo pienso en ti, Chispita.

¡Quiero gritar de la emoción! No sé cómo se enteró de mi amor por los girasoles, pero ha sido un detalle precioso y no puedo obviar las mariposas revolcándose en mi estómago. Tomo mi celular y le envío un pequeño mensaje de agradecimiento.

— Y bien... ¿de quién son? — pregunta mi hermano

— Dean. — es todo lo que digo. Mi hermano se echa a reír y por fin me deja sola.

Esta noche dormiré más que feliz

***

Suena el despertador y sale un quejido desde lo más profundo de mi garganta.
Escucho unos golpes en la puerta, antes de que esta se abra.

— Vamos hija, hora de iniciar el día — me alienta mamá — Te veo en el comedor para desayunar.

— En unos minutos voy — mi voz se escucha amortiguada por tener la almohada sobre mi cara.

Mamá cierra la puerta y yo me encamino al baño para darme una ducha.

***

45 minutos después, totalmente arreglada, -pantalon negro ajustado, blusa vinotinto algo suelta, bleiser negro y botas de caña alta con tacón- salgo de mi habitación al tiempo que Jay. Me saluda y nos dirigimos al salón.

Papá ya se encuentra en el comedor bebiendo café y leyendo el periódico, me acerco a él y lo abrazo desde atrás.

— ¡Buenos días! — le doy un beso en la mejilla y él ríe.

— Buenos días, mi pequeña. — saluda mi padre, me siento a su lado y Jay en frente — ¿Cómo amanecieron mis hijos?

— Mal, muy mal — contesta Jay — Tengo los ojos en el culo.

— Ese vocabulario, niño. — le reprende mamá.

Nos sentamos todos a desayunar, es el único momento del día en el que los veo, pues cuando llego de clase es bastante tarde y mis padres ya se encuentran durmiendo.
Termino el café, la fruta y las tostadas que preparo mamá, le doy las gracias y un beso. Voy al baño, cepillo mis dientes, me aplico labial y estoy lista para enfrentar un nuevo día. Me despido de mi familia y salgo del departamento.

Tomo el ascensor justo cuando suena mi celular avisándome de una llamada entrante de Dean.

— Buenos días — digo al contestar

— Buenos días, señorita Alex. Su chófer ya se encuentra esperándola frente a su edificio

— ¿¡QUÉ!? — exclamo sorprendida y el suelta una carcajada

— Estoy esperándote. Voy a llevarte al trabajo — cuelga sin más y mis emociones empiezan a tener cortocircuito porque siento de todo al mismo tiempo.

Llego al vestíbulo, saludo a Gerard, salgo del edificio y tal como lo dijo, está esperándome recostado contra la puerta de su auto y una sonrisa baja bragas. Cuando llego hasta él lo abrazo y murmuro un saludo.

— Gracias por los girasoles, son preciosos.

— No hay nada que agradecer — le resta importancia — vamos, sube al auto — ordena juguetón. Ya puestos enciende el motor y comienza a conducir.

— ¿Cómo supiste que amo los girasoles? — no he parado de pensar en ello desde anoche

— Alguien me ayudó un poco — reconoce

— ¿Y no piensas decirme quién? — le cuestiono y él se ríe de mí, DE MÍ.

— Tranquila. Leo es amigo mío y supe que ha salido un par de veces con tu amiga Laura, sólo pedí un poco  de su ayuda y ella accedió — no he hablado en varios días con ella y tampoco le he contado que he estado viendo a Dean, pero ya debe suponerlo. Toma una de mis manos y entrelaza nuestros dedos — Me alegra que te hayan gustado — me mira fijamente mientras lo dice y acaricia mi mano con su pulgar.

Este hombre va a acabar conmigo, yo lo sé.

Cayendo por ti - En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora