Capítulo 19

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He decido usar esta noche una falda con vuelo negra, un crop top y unos tacones del mismo color, ni siquiera así alcanzo la altura de Dean, de hecho le llego a los ojos, ondule las puntas de mi cabello aunque sé que no van a aguantar toda la noche, él por su parte se ha puesto unos jeans y una camisa blanca; no está de más decir que me encanta cómo se ve. Termino con el maquillaje de mis ojos y por el reflejo observo la espalda de mi novio que se ve perfecta con esa camisa ajustándose en los lugares correctos.

— ¿Estás lista? — pregunta Dean, aún de espaldas.

— Sí, ¿puedes llevar mi dinero y mi celular? No llevo bolsillos.

— Claro, dámelos. — estira su mano y yo deposito en ellos mis cosas.

Abre la puerta de la habitación para mí y sale detrás, cierra, toma mi mano y caminamos juntos al ascensor y aprovecho para preguntar lo que lleva toda la tarde rondando por mi mente.

— ¿Hace mucho conoces a Sofía? — entramos al ascensor.

— Sí, desde que teníamos unos 16 años, ¿por qué?

— Oh, no, no. Sólo curiosidad. — ondeo mi mano restándole importancia — Se entienden muy bien actuando, ¿no?

— Puede que sea por todas las veces que hemos trabajado juntos —  se encoge de hombros — Cuando nos conocimos tuve un flechazo con ella. —  dice entre risas

— ¿Ah, si? —  intento reírme también pero me sale muy forzado y salimos al vestíbulo del hotel.

— Sí, pero entonces ella...

— Hey, hey, hey. ¿Qué hacen aquí todavía? Llevamos tiempo esperándolos afuera. — aparece Samuel de manera apresurada y nos empuja a la salida.

Parece que alguien se encuentra muy emocionado.

Así que esta conversación tendrá que postergarse y no sé por cuánto tiempo voy a quedarme sin saber cómo iba a terminar esa frase.

— Ya estamos aquí, ¿a dónde iremos? —  interroga Dean ya fuera del hotel.

— No lo sé, pero en el camino ya veremos. — Subimos al auto que se encuentra estacionado frente a nosotros, delante hay dos más y por lo que parece se encuentran ya ocupados. No sé cuántas personas y tampoco quiénes van, sólo espero poder integrarme y hacer el ambiente, vamos cinco personas en este, tres hombres y dos mujeres, sí, Sofía está con nosotros.

Al llegar al bar por el que se decidieron Dean bajay me ofrece su mano para salir tras él, entramos y nos ubicamos en una zona reservada exclusivamente para nosotros donde ya hay por lo menos siete personas.

Dean me presenta a todos; sin embargo no logro quedarme con ningún nombre. Piden unos chupitos y con eso iniciamos la noche.

Me lleva a la pista y menea sus caderas al ritmo de la música y así nos mantenemos por al menos media hora, haciendo pequeñas pausas para beber de nuestros tragos, cuando las piernas nos piden un descanso, vamos a la zona en la que se encuentran los demás y nos sentamos.

Puedo ver en la distancia como Samuel baila con Sofia y ninguno de los dos lo hace mal, nada mal para ser sincera. Ella viene hacia nosotros, toma a Dean de la muñeca y me grita un «te lo robo» sin más se lo lleva a la pista.

— ¡Vamos! No te quedes sentada. —  me halan del brazo arrastrándome para bailar

— Estoy cansada, Samuel. — me quejo

— No todos los días te vas de viaje con tu novio y sales de rumba con sus amigos. — dice por encima del ruido de la música — Diviértete que ya tendrás tiempo de descansar cuando seas una anciana.

Suelto una risotada porque a pesar de todo tiene razón, terminó por convencerme con eso e intento seguirle el paso aunque nos estemos viendo ridículos.

Miro en la dirección en la que se encuentran Dean y su amiga, no hay nada comprometedor en su baile y sin embargo no logro fiarme de ella. Puedo apostar todo lo que tengo afirmando que no le caigo bien y tampoco es que me agrade mucho su presencia, pero es amiga de mi novio y debo respetar eso. Sólo espero que ella respete de la misma forma nuestra relación.

***

Han pasado unas tres horas mal contadas desde que entramos a esta discoteca, me lo he pasado muy bien, no puedo negarlo. No sabría decir si estoy sólo un poco chispeada o ya entro en la zona de ebriedad, decido dejar los tragos e ir al baño.

Tengo que esperar a que las tres mujeres que están delante de mí entren y cuando es mi turno no puedo evitar sentir el alivio, pues mi vejiga no aguantaba un minuto más. Al terminar noto como el alma me vuelve al cuerpo, respiro con tranquilidad y me posiciono frente al lavabo justo cuando Sofía entra, mira debajo de cada cubículo y cuando está segura de que no hay nadie aparte de nosotras, pasa el seguro de la puerta.

Se acerca con pasos cortos pero decididos, doy un cuarto de vuelta para mirarla fijamente, no voy a dejarme amedrentar si eso es lo que busca.

— Tú no me agradas.

— Oh, el sentimiento es mutuo.

— Sólo vengo para advertirte. — da un paso más cerca de mí — No quiero que hagas sufrir a Dean, si yo me entero que tú...

— ¿Qué? —  levanto la cabeza a su mismo nivel, me enerva que crea que es mamá osa y que puede venir a amenazarme — No sé de dónde sacas que puedo hacerlo sufrir o por qué deduces que en mis planes está herir a Dean, no tienes que encerrarme en un baño público e intimidarme. —  lavo mis manos rápidamente ante su atenta mirada, las seco y vuelvo a mirarla directamente. — Ahora, si me disculpas, me voy.

Salgo del baño azotando la puerta para enfatizar mi enfado aunque por el alto sonido de la música nadie se percata mi acto anterior. Camino en busca de Dean, cuando lo encuentro me sonríe y lo abrazo por la cintura.

— ¿Estás borracha?

— Puede...

— ¿Quieres irte ya?

— Sólo si tú quieres irte.

— Vamos amor. — acaricia mi espalda — Necesitamos descansar.

Samuel es nuestro conductor elegido, por lo que ha sido responsable y no se ha bebido ni un solo trago, también se encuentra cansado así que apenas Dean le dijo que era hora de irnos, se despidió de todos y salimos los tres, los demás se quedaron incluyendo a Sofía, cosa que agradezco enormemente, después de ese encuentro no quiero verla en un buen tiempo.

Llegamos a nuestra habitación y tal vez sea el hecho de que estoy borracha y mi valentía quiere enmarcar presencia, lo que hace que tome a Dean por la camisa y lo bese apasionadamente hasta que nuestros pulmones nos suplican separarnos por falta de aire.

Pongo mis manos sobre su espalda por debajo de la camisa, le doy pequeñas caricias hacia al frente hasta llegar a su abdomen y la desabotono.

— Amor, estás ebria. —   me dice tomando mis manos y dando pequeños besos en ellas.

— ¿Y qué? — me río bajito

— Quiero que recuerdes cada una de mis caricias cuando suceda. 

Es oficial: ¡estoy enamorada! 

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XOXOXOXOXOXO  

Cayendo por ti - En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora