Capítulo 26

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Despierto con la nariz congestionada, dolor de cabeza y los ojos hinchados, ya se me estaba olvidando qué era amanecer de esta forma. No tengo ni un poquito de ganas de ir a trabajar, pero no puedo darme el lujo de faltar cuando tengo que asistir a tantas reuniones.

Me consuela saber que hoy es viernes y no tengo clase.

Esta vez me tomo más tiempo de lo normal en la ducha, quiero pensar en mis acciones de ayer. Soy consciente de haberme pasado con las palabras; pero no comprendo por qué Dean tuvo que reaccionar de esa forma, como si ser homosexual fuera una condición de la cual hay que sentirse avergonzado.

Hago todos mis movimientos con lentitud —vestirme, arreglar mi cabello, desayunar, cepillar mis dientes— mis padres no dicen nada sobre mi comportamiento, pero no dejan de observarme.

— ¿Podrían parar de verme de esa forma?

— ¿De qué hablas, cielo?

— Con lástima, mamá. — Reclamo — Sé que tengo la peor cara de la vida, ya se me va a pasar.

— Habla con Dean y solucionen las cosas. — muy bien, esto es extraño, papá, dándome consejos.

— Sí... — suspiro — espero poder hablar con él esta noche. Se me hace tarde, los amo.

Me despido de ellos y salgo de casa, no sé dónde está Jay pero asumo que paso la noche con Alejandra. Sé que estoy de mal humor y probablemente lo estaré todo el día, estoy usando unas gafas de sol porque no quiero que nadie se dé cuenta que estuve llorando prácticamente toda la noche. Necesito mi dosis de Dean aunque quiera negarlo y como si mis suplicas hubiesen sido escuchadas él está frente al edificio recargado en la puerta de su auto.

¿Es normal seguir sintiendo que me tiemblan las piernas cuando lo veo?

Me acerco a él pausadamente, tiene su sonrisa característica y quiero echarme a llorar nuevamente.

— ¿Quieres que te lleve al trabajo? — pregunta abriendo sus brazos para mí y corro a refugiarme entre ellos, lo abrazo fuerte porque es lo que preciso justo ahora.

Me separo lo suficiente para verlo a los ojos y besarlo, pero eso no está en sus planes, por el contrario retira mis gafas y la decepción se hace presente en su rostro.

— No quiero que vuelvas a llorar y menos por mí. — No me gusta que se menosprecie de esa forma.

— Dean...

— No, Alex. No quiero que lo hagas. — En su voz se nota la impotencia aunque sea mínima — Sólo... arreglemos esto, ¿sí?

Asiento a la par que lo abrazo nuevamente y me deleito aspirando su olor. Entramos al auto y nos dirigimos a una cafetería cerca de la agencia para desayunar y hablar, debemos aclarar muchas cosas y si no lo hacemos ahora, no lo hacemos nunca.

Al llegar, nos sentamos uno frente al otro, ordenamos café, fruta y tostadas. Es él, quien inicia la conversación cuando la chica que nos ha atendido se retira de la mesa.

— Lamento haberte hablado de la forma en la que te hablé ayer, es probable que vuelvas a molestarte con lo que voy a decir; pero Sofía es mi amiga.

Íbamos tan bien...

— Sé que es tu amiga, me lo has dejado muy claro.

— Chispita, la conozco desde hace años y ella siempre ha estado para mí de la misma forma que yo para ella. — Manifiesta — Hago el mismo papel en su vida que Miguel en la tuya y cuando te dije que tuve un flechazo por ella, te iba a contar sobre su orientación sexual, porque no quería que te preocuparas por tener que compartir escenas fuertes a su lado, pero Samuel llegó y nos interrumpió. Luego olvidé por completo nuestra conversación.

Cayendo por ti - En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora