Capítulo 34

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Siento que estoy viendo mi vida desde afuera, como una experiencia extracorpórea.

Sigo sin comprender esta mierda, porque en un segundo te encuentras bien y al siguiente tienes que enterrar a un ser querido.

Creo que sería más fácil de entender si Miguel se hubiese ido de nuestro lado porque tenía una enfermedad; pero esto de que le hayan arrebatado la vida es lo que más nos afecta.

Nadie puede devolverme a mi mejor amigo.

Ya no voy a llegar a su casa y azotar la puerta de su cuarto exclusivamente para molestarlo.

Ya no va a abrazarme y recargar su mentón sobre mi cabeza.

Ya no va a llamarme para contarme de sus locas ideas.

Ya no lo veré llegar a casa en su moto y sentirme la más afortunada por haber encontrado una persona como él.

Ya no voy a verlo más.

Me niego a creer esta porquería que está pasando, me niego a vivir sin él.

Todo esto recae en un maldito borracho inconsciente que le trunco la vida y los sueños, que lo privó de continuar su camino por este mundo y a nosotros nos deja este sin sabor.

Comprobamos que Carla no tiene nada que ver con esto, lo dejo bastante claro en la carta que dejó para mí esta mañana en la portería de mi edificio, la leí tantas veces que me la sé de memoria.

Siendo sincera, lamento que haya sido Miguel la persona a la que tuviste que perder. Esperaba que fuera tu hermano, incluso tu madre, para que tu padre sufriera de la misma manera en la que mi familia sufre.

Déjame contextualizarte un poco, querida amiga mía.

Hace seis años el juez envío a mi padre a la cárcel, sí, puede que haya cometido algunos errores en su vida, puede que haya merecido ser enviado tras las rejas; lo que no merecía era morir allí dentro.

A tu padre no le importó ninguna de las cartas que escribí para él, suplicándole que dejará al mío en libertad y a mí me habría importado menos dejarlo viudo o sin uno de sus hijos.

Se me adelantaron, sí, pero con la muerte de Miguel creo que es suficiente para que tu familia viva miserable e incompleta el resto de su vida, para que tu familia sea un reflejo de la mía.

Carla

No sé de qué manera tomar sus palabras, sólo espero que se encuentre lo más lejos posible de mí y de mi familia. Me conformo con no verla, al menos mientras pasamos este duelo.

Mientras dejo de llorar la muerte de uno de los hombres más importantes para mí y consigo la fuerza que necesito para enfrentarla, porque justo ahora no la encuentro.

Que alguien me diga, ¿cómo haces para despedirte de un amigo cuando aún no estás preparado para pronunciar ese adiós?

¿Cómo se supone que haces para continuar con tu vida y tus sueños si el plan inicial era cumplirlos con alguien que ya no está?

¿Cómo haces para entender que estas cosas pasan por algo si nadie te dice qué es ese algo?

Siento que paso las horas y los días por pasarlos, me despierto llorando y me duermo llorando porque no puedo asimilar esto y estoy segura de que no voy a superar su perdida jamás.

Me aterra pensar que voy a olvidar su voz y que llegará un momento en el que no recordaré su aroma.

Justo ahora estoy en su cuarto, acostada en su cama, abrazando su almohada y permitiendo que mis lágrimas resbalen por un costado de mi rostro. No hay forma de aliviar este dolor, deseo con el corazón poder enterrar la mano en mi pecho y arrancar el sufrimiento que me está embargando.

Cayendo por ti - En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora