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Rosejay lanzó una miradita al pasillo antes de adentrarse a el.

Quizás no debía escaparse de nuevo en la noche, no después de su encuentro con Peeves y su regaño meses atrás, pero el conocimiento de que Clayton seguía con sus escapadas nocturnas estaba picando su curiosidad.

Y luego estaba ese beso que habían compartido...

Ésta vez no se dirigió al corredor prohibido del tercer piso, sino al estudio de Clayton, esperanzada de que ese fuese el destino de sus escapadas.

Las escaleras le hicieron una mala jugada y se movieron.

Rosejay maldijo, observando la puerta a la que antes se dirigía perderse entre las penumbras.

"Sólo rodearé un poco, no hay problema" murmuró por lo bajo. Al pasar por los retratos, éstos se quejaron por la luz que producía su varita. "Lo siento mucho" se disculpó, apenada.

"Vuelve a la cama, niña" le dijo un hombre de barba, cubriéndose los ojos. "Esta es la segunda vez que me despiertan hoy."

Rosejay pegó un brinco.

"¿La segunda?" Inquirió sorprendida.

La mujer al lado del hombre asintió.

"Primero ese muchachito que iba como si Merlín viniese a buscarlo" exclamó, irritada. "Ni siquiera se tomó la molestia de disculparse."

Eso sonaba mucho como Clayton.

"Siguió escaleras arriba, por la izquierda" contestó la mujer antes de que fuese capaz de formular la pregunta. Rosejay la miró, boquiabierta. "Reconozco la mirada de alguien desesperado y enamorado, niña. Procura alejarte de ese muchacho, no me ha dado ni una pizca de buena espina" finalizó, volviendo a recargarse en el hombre, quién ya había cerrado los ojos, para dormir.

Rosejay se sentía muy confundida. Clayton, y todo el mundo últimamente, la hacían sentir muy seguido de esa forma.

Siguió las indicaciones de la mujer del retrato, perdiéndose entre las puertas, de nuevo.

Llevaba seis años en Hogwarts y aún no lograba ubicarse por completo, estupendo.

Al escuchar un maullido cerca (de la señora Norris, la gata de Filch) se metió a la puerta más cercana, aquella rodeada por unas viejas armaduras.

La habitación era un salón de clases abandonado, como el lugar donde Clayton había montado su estudio clandestino, sólo que a diferencia de ése, éste no tenía caballete.

Sino un gran espejo.

Rosejay se asomó en él, y casi se cayó de espaldas al ver a Clayton junto a ella, abrazándola.

Se giró,

y nada.

Volvió a ver al espejo, y Clayton seguía ahí.

Le sonreía, acariciaba su cabello y murmuraba cosas al oído.

Se acercó a tocar la superficie del ornamento, y ésta era lisa y firme, como la de cualquier otro espejo.

Draco dormiensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora