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La mañana de Navidad de Rosejay inició con los gritos de Laura Knight, una niña de tercer año, anunciando el momento de abrir los regalos.

El árbol colocado en la sala común de Ravenclaw estaba, efectivamente, bordeado de cajas forradas de diversos colores.

Los diez alumnos de la casa que permanecieron en la escuela se arremolinearon alrededor del árbol, aún en sus ropas de dormir.

"¡Aquí hay uno para ti, Rosejay!" Exclamó un chico, y le pasó un regalo que decía ser de sus padres.

Rosejay sonrió al ver la colección de poemas de Keats, en su empastado grueso.

Su padre amaba a Keats, a pesar de lo triste que podía resultar y el notorio hecho de que era un no mago, y desde que era pequeña, le leía poemas de él.

"¡Tienes otros tres!" Laura, haciendo malabares con sus propios regalos y los de Rosejay, consiguió pasarlos.

El primer regalo resultó ser de Katrina (un suéter blanco a juego con la bufanda azul que le había regalado la Navidad pasada), el segundo de Terry (una caja de bombones) y el último, sorprendentemente, de Clayton.

Rosejay se escabulló a las habitaciones, deseosa de abrir el regalo a solas.

La pequeña caja cuadrada estaba envuelta en un papel rasposo, decorado a mano, imitando una batalla de copos de nieve en el cielo nocturno.

A pesar de que Clayton nunca le dejaba ver lo que pintaba, reconoció su trabajo como si hubiese crecido con él toda su vida.

Quitó el papel con cuidado, luego lo dobló y lo guardó con cariño en su cajón.

Dentro, se encontraba un cuadernillo grueso, de cubiertas marrón rojizo. Y en el fondo, una cajita con lo que resultó ser una nueva caña para un clarinete.

Rosejay la tomó, sonriente y confundida. No le había mencionado a Clayton que tocaba el clarinete, si mal no recordaba. Y el hecho de que supiese cosas de ella la alegraban al mismo tiempo que la aterraban.

Abrió el cuaderno, dejando la caña de lado, y soltó una risa al comprender el por qué todas las hojas estaban llenas de bocetos cambiantes.

Tomó un extremo de la pasta superior y la dejo caer junto con las hojas. El dibujo de un dragón dormido, siendo despertado y echando fuego la hizo sonreír bastamente

(Aunque, justo como la caña, la posibilidad de un significado oculto en el dibujo le puso los pelos de punta)

El dragón se movía, aunque no fuese un dibujo encantado. ¡Clayton lo había hecho él mismo!, con sus manos... Esas manos que ya había tomado en una ocasión.

Rosejay se apresuró a cambiarse y salió corriendo con el regalo de Clayton en mano.

No sabía a quien le había pedido él que le dejase su obsequio, pero no estaba muy segura de a quien darle el suyo después de que Clay le contara de lo mucho que desconfiaba de sus compañeros.

Cuando llegó a las mazmorras, donde estaba la entrada a la sala común de Slytherin, se topó con un par de niñas que iban saliendo.

Draco dormiensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora