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Snape cojeaba.

Rosejay se encontró de él al salir de la biblioteca, después de toparse con Harry Potter e informarle el fracaso de su búsqueda.

El hombre fingía caminar erguido, en su usual porte altanero, cuando en realidad se mantenía más apoyado en una pierna.

Rosejay vio una expresión de dolor atravesar su rostro durante unos segundos.

Y quizás Snape era lo que ella consideraba un buen antagonista de cuento, pero eso no le quitaba lo humano.

"¿Está bien, profesor?" Se acercó a él cuando estaba a punto de llegar a su oficina.

Snape la miró horrorizado.

"Nada que sea de su inconveniente, Kasim" contestó en un gruñido. "Vuelva a sus actividades si no quiere que le quite unos buenos puntos a Ravenclaw."

"Que yo sepa, el reglamento escolar no dice nada acerca de sanciones respecto a preocuparse por la salud de un profesor" dijo ella, sonriendo. Snape entrecerró los ojos. "Sé que ha tenido problemas con Clayton, pero eso no significa que..."

"¿Y qué tiene usted que ver con Macgtried?" La interrumpió, cortante. Rosejay asintió a duras penas ante la cruda verdad; ella y Clayton ni siquiera eran amigos. "No quiero su ayuda ni su preocupación, ¡así que largo!" Gritó, y se metió a la habitación, dejando a Rosejay atónita.

Rosejay frunció los labios y decidió obedecer al profesor a regañadientes.

Snape no le agradaba en realidad, y ella sólo había intentado ser amable con él.

Se giró, dispuesta a decirle unas cuantas palabras más, cuando desde el pequeño espacio que permanecía abierto de la puerta, observó como se levantaba la túnica y empezaba a cambiarse unos vendajes que le cubrían la parte baja de la pierna.

Las heridas... Eran rasguños, de una bestia furiosa seguramente.

Snape alzó la cabeza y la vio.

Nunca antes había captado una imagen de él así. Su cabello oscuro despeinado y cubriéndole parte de la cara, sus ojos que casi parecían ocultar un millón de tristezas y otro millón de dolores.

Normalmente la escuela entera asociaba a Snape con su conducta estricta y sus castigos severos.

La misma Rosejay lo había hecho igual, inclusive cuando le advirtió a Harry y a su amigo del hombre que en ese preciso instante, se apresuraba a cubrirse la herida con la túnica negra.

"¡Dije que largo de aquí, Kasim!" Tomó su varita del mueble cercano y tras agitarla, la puerta se cerró de golpe.

Draco dormiensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora