Capítulo 2

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Las dos peliazules bajaron del auto, se encontraban frente a una casa de color rosado, grande y adornada.

—Vamos —dijo Lapis.

Ella fue la que tocó la puerta, esperaron unos segundos. Quien abrió fue una joven de cabello fucsia, no muy alta.

—Pasen —sonrió.

Las dos entraron, la chica fue detrás de ellas.

—Kunzite, ¿cierto? —preguntó Lapis.

—Sí.

—Sabes a lo que venimos, amiga —dijo Chalcedony.

—Sí, ya vuelvo.

El sonido de un teléfono rompió el silencio de aquella casa. Dony contestó rápidamente. Lapis aprovechó para revisar su teléfono, de vez en cuando lo dejaba en vibrador para ignorar las notificaciones, lo cual no debía hacer.

Afortunadamente no tenía nada, pero esta vez se aseguró de poner el sonido.

—¿Qué pasó? —le preguntó Lapis a Chalcedony.

—Ah, tengo que hacer algo, no podré acompañarte más por hoy.

Kunzite regresó y le dio el dinero a Lapis.

—Aquí está, la cantidad completa.

—Gracias —contó el dinero, le llevó algo de tiempo—. Bien.

Lo guardó en un sobre y asintió. Las dos chicas salieron con prisa de la casa y se dirigieron al vehículo.

—¿Vas a ocupar el auto, Dony?

—Sí, pero también vas a ocuparlo...

—No importa, la siguiente casa está cerca, puedo caminar y luego tomar un taxi.

—¿Segura?

—Segura, pero me deberás un favor —sonrió.

—De acuerdo, cuidate —tomó las llaves y subió al auto.

Lapis comenzó a caminar, escondía bien el sobre, pues tenía una cantidad importante de dinero. Era la paga de ciertos negocios. Tenía que caminar sin levantar sospechas, ya que en varias ocasiones había tenido percances con la policía.

Después de unos minutos llegó a la siguiente casa, era la segunda vez que iba en esa semana. Tocó la puerta, tardaron en abrir. Lapis entró después de mirar unos segundos al chico, se sentó con toda confianza en un pequeño sofá que estaba cerca de la entrada.

—Ah...

—Dime por favor que tienes el dinero.

El joven se notaba muy nervioso, Lapis ya había ido una vez por la paga y como no le había dado nada, hubo problemas. O bueno, una consecuencia, una herida en el brazo.

—Por favor, no....

—Bien —Lapis se levantó del sofá—. Te di una segunda oportunidad, ¿y no la aprovechaste?

—No me hagas nada —suplicó.

—No me pidas eso.

El joven se alteró y miró con desesperación a todos lados, tomando lo primero que le se ocurrió, una lámpara.

—Mira —dijo ella—. No te voy a matar, ¿de acuerdo?

—¿Qué?

—Pero tienes que aprender que meterte con las Diamond y no pagar, no es bueno. Así que para la próxima —con un golpe logró sacarle el aire—, piénsalo mejor.

El jóven cayó al piso junto con la lámpara, se quejaba de dolor, Lapis lo miró, no había hecho eso por gusto, pero tenía que hacerlo. La peliazul respiró hondo y pasó ambas manos por su cabello.

—Cuando regrese quiero toda la cantidad —cerró la puerta bruscamente.

Odiaba tener que hacer ese trabajo, y odiaba tener que hacer ese tipo de cosas por las personas que no pagaban. Pero estaba obligada, nunca se le había dado otra opción, así que no tenía más qué hacer.

Caminaba para deshacerse un poco del estrés que la acompañaba, pero no podía tomarse tanto tiempo. Antes de que acabara el día tenía que llevar el dinero a la base de su madre.

Unos ruidos la sacaron de sus pensamientos. Escuchaba pisadas cerca de ella, pero no veía a nadie a su al rededor. Cuando dio vuelta en una esquina un tipo alto la sorprendió.

—Hola —escuchó decir de una voz masculina.

—No otra vez —suspiró pesado.

—Lapis Lazuli —dijo el otro acercándose.

—Ya saben que no deben meterse conmigo.

—¿Qué podemos decirte? Amamos el peligro.

—Sí, sí... —intentó caminar—. No estoy de humor para sus tontos juegos.

—Oye —uno la tomó del brazo y le apuntó en la frente con un arma—. El dinero, ahora.

El corazón de la peliazul se aceleró, pero no podía darse el lujo de mostrarse débil frente a uno de ellos, ni nadie en realidad.

—De acuerdo, de acuerdo.

—Genial, esta vez funcionó —dijo el otro riéndose.

Lapis fingió que sacaría el dinero.

—¡¿Qué!? ¿La policía otra vez?

—¡¿Eh!?

—¡Idiotas! —salió corriendo lo más rápido de que pudo.

Ese par solía darle problemas a personas de la organización, no eran tan inteligentes. Aunque si lo suficiente como para desaparecer a alguien. Y eso, no era tan difícil.

Tenía que lograr esconderse de ellos, buscaba cualquier lugar donde poder hacerlo, pero los hombres eran rápidos y si se detenía iban a atraparla.

Sin pensarlo tanto, tomó del brazo a una persona que se acercó a ella. La abrazó y puso su cabeza en su pecho.

—Oh, qué bueno que pudiste venir —dijo con una voz dulce—. Sabes que es muy difícil que podamos vernos...

Los dos pasaron junto a ellos, no lograron darse cuenta de que se trataba de Lapis, gracias a la poca luz y a su actuación. Los habrían asaltado igual, pero ahora sí estaba acercándose la policía, se escuchaban las sirenas.

Poco después, Lapis soltó a la persona y la observó.

Era una chica, rubia con un extraño peinado, llevaba unos anteojos, sus ojos eran claros. Estaba asustada, la peliazul se enderezó y notó que la otra era más baja.

—Lo siento —dijo la joven de ojos azules.

La joven se quedó callada, visiblemente confundida.

—Gracias por tu ayuda —sonrió y se retiró.

Cruzó la calle, volteó a ver a la chica, que aún no se movía del lugar. Sus miradas se cruzaron por última vez.

Lapis tomó un taxi, y miró su teléfono.

10:17 p.m.

Aún tenía tiempo, gracias al cielo.

Trató de calmarse, pensó en que tenía que mandar a alguien a deshacerse de esos dos tipos, ella no lo haría. Después de todo, no se ocupaba de eso.




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