Capítulo 26

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Lapis apenas y había logrado dormir unas cuantas horas, pero no había sido suficiente, estaba muy cansada.

Había tomado un baño, nuevamente con agua fría. Después de ponerse la ropa interior se puso pomada en los moretones que tenía en todo el cuerpo, para el rostro algo de maquillaje, al menos podía ocultarlo un poco.

Eran alrededor de las ocho de la mañana cuando terminó de arreglarse, no tenía mucha hambre, pero tenía que comer algo, no quería enfermarse todavía más.

Salió de su casa rumbo a una tienda de autoservicio, había comprado un jugo de durazno y unas galletas de avena. Fue comiendo de regresa a su casa, estando ya en ella decidió tomarse una pastilla.

Se quedó en la sala mientras esperaba a que llegara la rubia, dudó mucho sobre si quedarse con la ropa que llevaba puesta, pues traía unos jeans no tan pegados a su piel, pero prefería usar algo más corto, tal vez una falda a unos shorts. Y traía una blusa que le cubría casi hasta el antebrazo, pero tenía que usarla si no quería que el golpe fuera visible.

Escuchó el claxon del auto, y su corazón se detuvo de golpe. Había volteado a ver hacia la ventana rápidamente, trató de mejorar su respiración después.

Había pasado casi toda la noche pensando en qué decirle, pero no había logrado decidir nada.

La chica de cabellos rubios tocó el timbre, Lapis tomó su bolsa y respiró hondo antes de ir a abrir la puerta.

Peridot tan pronto como la vio, sonrió y se avalanzó sobre ella, la abrazó casi colgándose de su cuello. La peliazul se había quedado paralizada, tenía unas inmensas ganas de gritarle, pero por dentro realmente quería corresponder a su abrazo.

—Te extrañé mucho —la abrazó todavía más fuerte—. Te amo, te amo...

Los ojos de Lapis se aguaron, pero sólo apretó sus manos y se apartó de la joven —Se nos hará tarde.

Peridot la miró con confusión, vio a Lapis cerrar la puerta y avanzar hacia el auto sin esperarla. La joven de ojos verdes sintió un fuerte dolor en el pecho ante la actitud de la peliazul.

La miró subir al vehículo, ella fue y subió al asiento del conductor.

—Y... ¿Cómo amaneciste? —la rubia evitó mirarla, encendió el auto.

—Bien, muy bien —suspiró—. ¿Y tú?

—Yo —comenzó a conducir—, en realidad no pude dormir mucho, estaba preocupada por ti...

—No tenías porqué estarlo, mírame, estoy bien.

—No es cierto, ¿qué es lo que te ocurre? ¿En dónde estuviste?

—No me pasa nada, y, sólo estuve por ahí —se rascó la cabeza—. Quería estar sola un tiempo.

—¿Querías estar sola?

—Sí —odiaba mentir.

—No, Lapis...

—¿Por qué no me crees? —empezó a irritarse, y por el bien de las dos, tenía que calmarse—. ¿Sabes? No quiero hablar ahora, de verdad —suspiró— , ¿puedes respetar eso?

Peridot asintió y se concentró en el volante.



Cuando se estaban estacionando en la base de Blue, Lapis notó que su madre estaba justo en la puerta del lugar, y eso no era normal.

Peridot bajó del vehículo y fue a abrirle la puerta a Lapis.

—Gracias... —bajó del auto y caminó hacia su madre, temía que notara que no podía caminar del todo bien—. ¿Qué estás...

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora