Capítulo 6

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Los días habían pasado, las dos chicas ya habían empezado a trabajar en lo asignado. Y para suerte de ambas, no estaba siendo tan difícil adaptarse a eso.

—Bien, ya quedó —dijo la rubia, levantándose de la silla que se encontraba frente a un escritorio.

—Veamos —dijo Lapis—. ¿Esta será la ruta?

—Sí, seguiremos este trayecto en el auto, revisé bien y este lugar —señaló algo en el mapa—. Puede ser algo peligroso, pero hay que pasar desapercibidas.

—De acuerdo... y, ¿cuánto crees que tardemos?

—En ir y regresar, como cuatro horas.

—Bien.

—Iré por los paquetes, tú deberías ir acomodando el auto.

—Claro.

Las dos fueron a hacer lo que les correspondía. Lapis acomodó el lugar específico en el automóvil donde pondrían el cargamento proveniente de Yellow Diamond.

Peridot llegó con los paquetes, se los entregó a la peliazul para que los guardara. La rubia subió al asiento del piloto, la peliazul la observó.

—Ah... creí que yo iba a conducir.

—¿Te molesta que yo lo haga?

—No, no mucho...

—De acuerdo —bajó—. Pero igual, conduciré de regreso —fue al asiento del copiloto.

Lapis subió, se abrochó el cinturón y arrancó el auto.

Llevaban unos minutos de viaje, no habían cruzado palabras, lo cual empezó a ser incómodo.

Lapis encendió la radio, dejó una estación en la que estaba una canción que ya había escuchado en varias ocasiones.

—¿Desde cuando trabajas en esto? —preguntó Peridot.

—¿Esto?

—Sí, bueno, en la organización.

—Ah... desde hace como tres años, más o menos...

—Oh, ya veo.

—¿Y tú?

—Yo llevo en esto desde hace poco, fue hace como, no sé, menos de dos años.

—¿Te gusta?... ya sabes ¿hacer esto?

—Pues, no tanto pero he tratado de resignarme, y, vivo bien.

—Oh...y, ¿por qué preguntaste sobre esto?

—Quería saber un poco más de ti, curiosidad, supongo.

Se quedaron en silencio unos segundos, luego recobraron su plática, pero ahora de cosas cotidianas y una que otra vez sobre algunos gustos que tenían y compartían. Gran parte del trayecto fue agradable.

—¿Cuánto falta? —preguntó Lapis.

—No mucho, el lugar de encuentro está muy cerca... Espera, detén el auto.

—Okay.

—Ya, es por esa brecha.

—Bien —se dirigió al pequeño camino.

Después de unos minutos se detuvieron, las dos bajaron del automóvil. Estaba atardeciendo.

Observaron el lugar. Había una camioneta bajo unos grandes árboles, de ella bajó una mujer. Se acercó a las dos chicas.

Era alta, de piel aperlada. Sus ojos eran azul celeste y tenía un largo cabello rubio con mechones rosas y magentas, voluminoso. Por como lucía e iba vestida, era fácil pensar que se trataba de una artista o algo por el estilo.

—¿Rainbow Quartz? —preguntó Peridot.

—Así es.

Lapis fue rápidamente por el cargamento, regresó de inmediato.

—Aquí está, pero primero, la paga.

—¿Te molestaría si reviso eso primero? —le preguntó a la peliazul.

—No creo que...

—Anda —sonrió—. Debo asegurarme de que todo esté bien.

—De acuerdo, pero dese prisa.

—Genial —de la caja sacó una pístola, la observó—. ¿Está cargada?

Peridot negó con la cabeza.

—Mmm —sacó las balas de la misma caja y cargó el arma—. Genial —apuntó a la peliazul, sonrio y apuntó nuevamente a otro lado.

Disparó, después sopló el arma juto como en la televisión.

Las otras estaban asustadas.

—Deberían estar armadas, de no ser así, eliminarán sus hermosas existencias de la faz de la Tierra—tomó la mano derecha de Lapis, le dio un rollo de billetes—. Un placer —caminó a su camioneta.

Las dos también fueron al auto, esta vez Peridot conduciría.
Arrancó el auto.

—Lapis, ¿estás bien?

—Sí, pero...

—¿Pero?

—Nada, es que...—rió nerviosa—. No es nada bonito... que te apunten con un arma...

—No, no lo es.

—Tampoco apuntar —respiró hondo.

—Ah...

—Detén el auto.

—¿Qué?

—¡Para! —intentó abrir la puerta, se veía demasiado nerviosa.

—Oye, oye, cálmate ¿quieres?

—¡Sólo detente!

—¡Bien!— detuvo la marcha.

La peliazul bajó muy rápido, la rubia la vio caer y bajó del auto ella también. Peridot no sabía qué hacer, la observaba preocupada.

Lapis tomó su teléfono, al parecer iba a hacer una llamada.

—Steven... Necesito hablar contigo, necesito de tu ayuda —decía agitada—. ¿Podemos vernos pronto? Sí, trataré de calmarme...

La rubia se acercó a la peliazul, se sentó junto a ella y la observó. Se miraron, una lágrima rodaba por el rostro de Lapis, ella miró nuevamente al suelo. Tomó una respiración larga.

—No tenías que ver esto —dijo tallándose un ojo.

—No importa, pero, ¿estás bien?

Negó con la cabeza.

—Mira, sé que tenemos poco de conocernos, pero si necesitas hablar con alguien, puedes tenerme confianza —dijo sintiéndose extraña, pues ella no solía ser comprensiva o amable. No con las personas que le rodeaban.

Pero tenía que hacerlo, pues no era lindo ver a su compañera en esa situación.

La rubia puso su mano derecha en el hombro izquierdo de Lapis, la peliazul levantó la cara.

—Gracias.

—De nada —sonrió, se puso de pie y ayudó a Lapis—. Vamos, que ya es de noche.

—Sí.

Subieron al auto nuevamente. En el camino, Peridot trató de hacer reir a Lapis en distintas ocasiones, sentía que debía hacerlo, quería hacerla sentir bien.









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