Capítulo 36

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Escuchaba su risa, su hermosa risa. Ella la acompañaba, y como siempre, la admiraba.

Se encontraban sentadas sobre la cajuela del auto, su vista era directamente hacia el paisaje de las montañas.

Sin duda era un lugar hermoso.

Se habían dado el lujo de parar sólo porque estaba algo cerca de lo que había sido su destino ese día.

—Quisiera estar más tiempo aquí —mencionó Lapis, sin quitar su vista del frente.

Peridot la observó nuevamente, su cabello se movía ligeramente con el viento. Cuando la veía se preguntaba cómo es que la vida le había permitido encontrar a una persona tan hermosa, tan maravillosa.

Algún día viajaremos todo lo que queramos —sonrió y tomó una de sus manos.

—Quiero sentir esta libertad todos los días de mi existencia —cerró los ojos y dio un largo suspiro.

—Y yo quiero estar contigo todos los días que queden de mi existencia —Lapis la miró, y sonrió. La rubia lo hizo también—. Te amo.

Ambas regresaron su vista hacia las montañas, querían aprovechar todo el tiempo que estuvieran en ese bello lugar.



—Te amo... —no podía respirar bien, no podía moverse del todo.

Poco a poco fue abriendo los ojos, y tampoco pudo hacerlo bien, la luz la cegaba, hacía doler su cabeza.

Su vientre dolía, pero no tanto como recordó que lo había hecho.

—Alguien... por favor —trataba de elevar su voz—. Vamos...

Llamó a alguien por poco tiempo, pero su desesperación la hizo pensar que fue mucho. Se sintió aliviada al ver que la puerta se abría, entró el hombre de grandes músculos y cabellos claros.

—Enana, qué bueno que despertaste —dijo sin tanto humor, caminó hasta ella—. ¿Cómo te sientes?

—Fatal, terrible —se quejó—. ¿Dónde está Lapis?

—Primero cálmate, no será para nada bueno que te alteres.

—Quiero saber donde está ella, ¿está bien?

—Sí, ella está bien —la miró con angustia—. Pero...

—¿Pero?

—Quería que te diera esto... —de uno de los bolsillos de su pantalón sacó un sobre, lo extendió hacia ella—. ¿Crees que puedas leerlo? ¿O necesitas ayuda?

—No... solo, ¿puedes sacar lo que está dentro del sobre?

Jasper asintió y sacó la carta del sobre, dejando este sobre las piernas de la rubia. Peridot tomó la carta temblorosa, y con atención, comenzó a leer.



"Antes que nada, quiero decirte que te amo, y que por ninguna razón dejaré de hacerlo.

Escribí esto, porque tuve que irme..."


Y con eso bastó para que ella se alterara, no, Lapis no se había ido.

No la había abandonado.

—¡Jasper, Jasper! —empezó a moverse, el monitor cardiaco empezó a sonar con más frecuencia.

—Oye, oye ¡tranquila! —el joven trató de calmarla tan rápido como entró a la habitación—. Vas a lastimarte, tu herida es delicada.

—¿Dónde está? —estaba llorando, Jasper comenzaba a distorcionarse—. ¿A dónde fue Lapis?

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora