Extra.

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Había muchos momentos felices que Lapis había vivido y recordaría por toda su vida.

Como cuando Malachite nació, a pesar de sentirse sola y haber tenido que lidiar con muchas cosas, ver a su pequeña y poder cargarla y cantarle para que durmiera había sido tan hermoso. De lo poco que había vivido con ella cuando era una bebé podía decir que había sido algo fantástico, sentir tanto amor y ternura por su pequeña.

Como cuando Peridot le hizo saber que le correspondía, cuando la besó por primera vez, descubriendo que eso sería necesario por mucho tiempo.

Cuando hicieron el amor después de tanto temor, temor por volver a intentarlo, por estropearlo; pero definitivamente jamás iba a arrepentirse de eso.

Y en realidad podía decir que muchos momentos de su relación habían sido muy felices, recordarlos llenaba su ser de calidez y alegría.

Cuando por fin pudo tener de vuelta a Mal y comenzar a cuidarla mejor, descubriendo lo mucho que amaba ser la madre de aquella linda niña.

Cuando Jasper y Malachite empezaban a llevarse bien, conviviendo como padre e hija. Cuando regresó después de tanto tiempo de pensar, de reflexionar y aprender a perdonarse, y cuando por fin pudo ser valiente para estar nuevamente con Peridot.

Uno de los últimos recuerdos felices era uno del mes anterior, donde la rubia se arrodillaba ante ella y le pedía de manera dulce y soltando un discurso enorme que se casaran.

Justo frente al mar, aquella noche estrellada y tranquila, en donde ella casi lloraba de la emoción y se había cubierto el rostro por un largo rato. Aceptando con lágrimas en los ojos y casi temblando por la emoción, recibiendo un beso por parte de Peridot para después ver como aquel anillo era puesto en uno de sus dedos.


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Suspiró y miró por la ventana, afuera ya estaba todo acomodado, el altar, las sillas, uno que otro invitado ya estaba allí. Infló sus mejillas y se retiró de la ventana, volviendo casi al centro de la habitación y moviendo uno de sus pies por los nervios.

—¡Myers!

Casi gritó y vio entrar a aquellas chicas pelinegras a la habitación, ambas arregladas y con vestidos lindos pero sencillos. La menor llevaba un vestido holgado, dejando ver su vientre un poco más grande.

—Onyx, Diana —se acercó a ellas y les dio un beso en la mejilla—. Qué bueno que pudieron venir —sonrió.

—Nos costó mucho, pero lo logramos —mencionó la mayor.

—Tengo hambre —la menor habló con tranquilidad.

—Deberías verla, se devora todo lo que ve —se burló la otra—. Mi sobrino le ha dado un gran apetito.

—O sobrina —dijo Lapis.

—Lo que sea —rió Onyx—. Pero, ¿cómo estás? ¿cómo te sientes? —tomó sus manos emocionada.

—Me siento nerviosa —y eso era claro en su voz—. Y asustada, pero estoy contenta...

—Te ves tan hermosa.

—¿Lo crees?

—Mira ese vestido, te luce tan bien, tu maquillaje, tu rostro se ve perfecto, tu cabello se acopla —suspiró la menor—. Cualquier princesa de Disney se queda corta.

La pelinegra rió— ¿Saben quién me ayudó a escoger este vestido?

—¿Quién? —preguntaron ambas.

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora