Capítulo 33

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La rubia se encontraba subiendo las escaleras, con Lapis Lazuli en sus brazos.

La peliazul seguía inconsciente, Peridot la observaba. Su rostro tenía unos cuantos raspones, unas visibles ojeras. Ella era hermosa, lo sabía, pero lucía cansada, afligida.

Con precaución, recostó a Lapis en su cama y se colocó junto a ella. De nuevo la abrazó, acomodó la cabeza de Lazuli en su pecho, respiró hondo.

Estaba con ella, junto a ella.

Pero no podía sentirse tan feliz, tal vez era por lo que había comentado, o por estar recordando también lo que había pasado cuando no estuvo con ella.

Los primeros días de su ausencia fueron terribles, se sentía sola al andar, al hacer algo, al dormir.

Solía estar casi todo el día con Lapis Lazuli, y de pronto pasó a no verla, y si lo hacía, no se sentía para nada bien.

Los días se convirtieron en semanas, y Lapis no podía dejar de estar en sus pensamientos, en sus sueños, no podía olvidar nada de ella.

Y tampoco quería hacerlo, no quería olvidar ningún precioso momento junto a ella, no quería olvidar cada parte de su cuerpo, su hermoso rostro e inigualables ojos.

Su voz, suave y cálida al oído de Peridot.

No quería olvidar como se sentía estar tan cerca de Lapis, ni dejar de escuchar los "te amo" o "te adoro".

Cielos, es que realmente la amaba, demasiado.

No quería sufrir más, pero tampoco quería ver sufrir a Lapis, tal vez, por eso alguna vez pasó por su cabeza dejarla ir.

Pero por más que lo intentara, no podría, separarse de ella definitivamente sería como morir.

Estaba consciente de que era su culpa, ella jamás debió aceptar la propuesta de Goshenite, debió cerrar la boca y dejar de pensar que podía ser libre.

No debió usar a Lapis Lazuli, porque ella no lo merecía, lo sabía, la joven de ojos azules le había demostrado que la amaba.

Lo único en que pudo haberle mentido, fue acerca de su hija, y tampoco iba a juzgarla, no era quien y ni siquiera sabía las razones del por qué había hecho algo así.

Acarició sus cabellos, y la miró con tristeza, no sabía qué pasaría después de eso. Si Lapis despertaría y recordaría lo que había dicho, o si sólo terminarían como siempre.

Estaba cansada y ya no quería tener más problemas con ella, quería arreglar todo.

—Te amo —susurró con los ojos cerrados—. Espero que puedas oírme, te amo, Lapis...

Y en la habitación, lo único que se escuchaba eran los sollozos de Peridot.

La abrazaba con fuerza, lloraba y anhelaba que todo fuese como antes, no quería separarse de ella. Lapis era lo mejor que tenía, de lo poco que valía la pena en su vida.

—No quiero estar sola, te quiero a mi lado —murmuró, enterró un poco su cara en el cabello de la peliazul.

—No quiero verte llorar —apenas escuchó de la voz de la joven—. Ya no...

—Lapis —se separó un poco de ella para poder verla a los ojos—. ¿Estás bien?

—Un poco —aún su voz seguía en un tono bajo. Suspiró—. No llores más —pasó una de sus manos a su mejilla, sonrió levemente.

—No puedo evitarlo —sollozó—. No quiero separarme de ti...

—No, no vas a hacerlo...

—¿Quieres que me quede?

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora