Capítulo 32

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—Ya está todo listo —Lapis tomó la pequeña mochila y ayudó a que Malachite se la pusiera.

—Gracias —decía sonriente.

—¿Segura que no quieres venir? Te perderás la lluvia de estrellas, o bueno, desde allá se verá mejor.

—No tengo ganas de salir, Jasper, pero aprecio tu amabilidad.

—Bien —dijo algo cabizbajo—. Nos vemos mañana por la tarde.

—Nos vemos —trató de sonreír, se hincó y miró a la pequeña—. Malachite.

—¿Qué?

—Te amo, te amo mucho y te voy a extrañar —sollozó—. ¿Me amas también?

—Claro —tomó una de las mejillas de Lapis—. ¡Mucho! —y con eso la peliazul le dio un gran abrazo, dejándola unos segundos después.

—Jasper.

—Dime.

—¿La cuidarás bien?

—Ya te dije que sí —rió—. Sabes que lo haré, voy a protegerla. Pero sólo iremos a acampar —sonrió—. Nos veremos mañana.

—Sí —miró al suelo—. Claro...

—¿Estás bien? Desde ayer te noto extraña, más de lo que ya eres.

—Yo —lo miró—, estoy bien, sólo un poco sensible.

—Entiendo... bueno, vámonos —cargó a Malachite—. Adiós, Lapis.

—Adiós.

La joven de ojos azules miró al joven alto y a su hija avanzar por el jardín, Jasper se encargó de subir a Malachite a la parte de atrás, abrochando su cinturón después.

Puso su pequeña mochila en junto a ella, luego se pasó al asiento del conductor, y encendió el vehículo. Lapis puso una mano sobre su pecho, sintiendo ese collar que solía usar.

—¡Esperen!

Jasper volteó a verla algo asustado por el grito, la peliazul fue rápidamente hasta la camioneta, abrió la puerta para poder ver a Malachite.

Los dos la observaban con curiosidad. Lapis Lazuli se quitó el collar en forma de gota y se lo colocó a su hija, sonrió.

—¿Por qué me lo das? —observaba a su madre.

—Porque... te recordará a mi, tampoco quiero que me olvides —rió sin humor—. Y para que te de buena suerte ¡y no te coman los osos!

La pequeña rubia rió ante eso, Lapis le dio un beso en la frente y se despidió de ambos.

Bajó de la camioneta y se quedó en la banqueta, observando como se alejaban. Caminó por el jardín hasta llegar a la puerta. Se aseguró de cerrar con llave, y de mover las cortinas.

Tosió y se recargó sobre la puerta, puso una mano sobre su frente, el dolor de cabeza estaba presente desde que había despertado.

Y una simple pastilla no aliviaba su dolor, aunque eso ya lo sabía. Fue a la cocina por un vaso de agua, y al volver a la sala, tomó su teléfono y fue a su habitación.

Sentía el cuerpo pesado, sus ojos estaban hinchados y ardían.

La noche anterior había pensado demasiado, en lo que le ocurría, en lo que le había pasado. Y en lo que quería hacer.

Al entrar a su habitación, lo primero que hizo fue quitarse las zapatillas, al igual que la blusa, quedándose en top. Traía un pequeño short de mezclilla, ese día era caluroso, estaba en pleno verano.

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora