Capítulo 7

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La peliazul se encontraba en uno de los sofás de su casa, estaba recostada mirando hacia el techo.

Había pasado tiempo de aquél incidente, se sentía apenada de haberse mostrado así frente a Peridot. A pesar de que la rubia estaba siendo amable con ella, lo cual Lapis apreciaba, y mucho. Había encontrado una agradable compañía en la joven de ojos verdes. Aunque tenían sus diferencias en ciertas ocasiones.

Un sonido la sacó de sus pensamientos, era su teléfono. Contestó rápidamente.

—¿Hola?

—Lazuli.

—Peridot, ¿qué pasa?

—Amm —la peliazul escuchó ruidos, la rubia probablemente se encontraba comiendo—. Apenas pude llamarte, quería recordarte que saldremos muy temprano mañana.

—Oh, cierto... A las siete, ¿verdad?

—Sí.

—Bien, entonces, nos vemos mañana.

—Claro... Descansa, Lapis.

—Tú igual, adiós...

La joven de ojos azules fue a su habitación y buscó ropa en el clóset. Tomó un short, una pequeña blusa y su ropa interior. Fue al baño, dio vuelta a la llave de la regadera y tomó un baño largo.

Se secó, se vistió y fue nuevamente a su habitación. Puso a cargar su teléfono cerca de su cama, después de poner la alarma. O bueno, las cinco alarmas cada cinco minutos. Y luego, fue a dormir.

Lapis despertó por el horrible y desesperante sonido de su teléfono. Apagó la alarma y miró la hora.

6:15 a.m.

Comenzó a arreglarse, como casi siempre optó por usar un vestido, de color blanco con detalles turquesa. Sus zapatillas eran blancas también. Poco después bajó a la cocina y preparó su desayuno.



Por otro lado, Peridot estaba despertando. Se levantó difícilmente de su cama y caminó hacia la puerta, se dirigía al baño. Se talló los ojos y chocó con un mueble.

—Oh, cierto —bostezó—. Mis lentes —regresó a buscarlos.

Se los colocó, miró bien y fue al baño. Se duchó rápidamente. Se vistió con unos jeans, una blusa negra y se puso sus converse. Bajó a la sala.

Encendió el televisor, estaba el noticiero, pero prefirió ver caricaturas. Alcanzó a comer dos platos de cereal antes de que la peliazul llegara.

La rubia tomó su mochila, dentro de esta se encontraba su teléfono y algunas otras cosas. También llevaba dinero, para comprar comida.

—¿Estás lista?—preguntó Lapis, estaba recargada en la puerta, prácticamente dormida.

—Sí.

—Qué bien...

—Yo conduzco.

—Gracias...

La rubia cerró la puerta y subió al auto, Lapis la siguió.

—Lo malo —dijo Peridot—, es que será un viaje largo, lo bueno es que sólo vamos a cobrar, no hay que entregar paquetes, así que no hay que preocuparse tanto.

—Aún así hay que estar alertas.

—Seh —arrancó—. Enciende la radio.

—Ok.

—Me gusta esa canción —dijeron al mismo tiempo.

Se miraron y rieron.

—Súbele —dijo la rubia.



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