Capítulo 30

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Malachite se encontraba jugando con sus bloques de colores, debatiéndose en qué podía construir. Nada la convencía, y comenzaba a aburrirse.

—Si eso no te gusta, déjalo. Mejor ven ya a desayunar, ¿sabes? Jasper vendrá hoy.

—¿Mi papá? —preguntó alegre.

—Sí, dijo que quería llevarte a pasear.

La pequeña sonrió emocionada, Lapis la llevó a la cocina, la ayudó a sentarse.

—Espero que te guste —se sentó también—. Es una receta de Lili.

—Oh... ¿cuándo veremos a Lili?

—Pronto, yo le preguntaré cuando podemos vernos.

—¡Sí!

Lapis sonrió y le dio uno de los pastelillos de chocolate con moras, había pasado toda la mañana hornéandolos, realmente esperaba que fueran agradables.

Estuvo segura de eso cuando vio a su hija comer el pastelillo muy alegre y con entusiasmo. Tomó un pastelillo y comió ella también, escuchó el timbre y se retiró de la mesa. Caminó por la sala hasta llegar a la puerta, abrió y observó a la persona que estaba frente a ella.

—Jasper.

—Hola —se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla—. ¿Puedo pasar?

—Claro, adelante.

—Y, ¿qué hacen?

—Estábamos desayunando, ¿quieres un pastelillo?

—Claro, dejaré la dieta a un lado —rió.

—Ay, un pastelillo no te hará daño —reía también.

—Tienes razón —tomó el postre de la mano de Lapis. Comenzó a comerlo—. Mmm... está muy bueno.

—¿En serio?

—Sí —sonrió.

—¡Mami es muy buena cocinera!

—Gracias —se ruborizó levemente, pasó algo por su mente.

¡Me encanta tu comida, Lapis!

—¿Sólo eso? —la miraba sonriente.

—Todo de ti, de hecho.

—¿Todo?


Recordaba su enorme sonrisa, recordaba verla feliz, recordaba sentirse feliz junto a ella.

Pero ya no estaba junto a ella, y la extrañaba, extrañaba todo de Peridot. Ver sus brillantes ojos esmeralda, el rubor en su rostro, su tierna actitud, su voz.

Todo.

—¿Qué pasa, Lapis?

—¿Ah?

—Te quedaste viendo a la nada, ni te movías —dijo Jasper, estaba terminando el pastelillo.

—Oh, no me pasa nada —sonrió levemente, murmuró un "ya vengo" y se pasó a la cocina.

¿Por qué se hacía presente siempre?

Su voz seguía viva en su mente, los sonidos que solía emitir, como cuando pronunciaba su nombre, cuando la escuchaba reír.

Sus expresiones habían sido retratadas y conservadas dentro de su cabeza, quería proteger sus recuerdos, aunque sentía que debía olvidarla, no quería hacerlo.

No quería olvidar nada de ella, aunque eso doliese como el mismo infierno, aunque eso la matara.

La recordaría, todo de ella, bueno o malo, no iba a olvidarla. Así como seguramente, no iba a dejar de amarla.

Hazme sentir | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora