Peeta Pov
-quédate a comer- pidió mi padre.
-¿quieres que me siente en la misma mesa con la mujer que intento hacerle daño a Katniss?- consulte incrédulo.
-Deyanira esta arrepentida, se arrepiente de lo que hiso y admite que la guiaron los celos, pero ahora que Katniss ya no está aquí...- el que lo sugiriera me hiso marcharme sin decir más.
Odiaba a esa mujer, tanto como un día la quise, su maldad no tenía límites y no quería alguien así cerca de mí.
Ron siempre la justificó, el ser su única figura paterna lo hiso sentir responsable, amaba mucho a su hermano, el padre de Gale y Deyanira, aunque este hubiese sido tan irresponsable de embarazar a una mujer que no era su esposa.
A pesar de su momentánea desaparición, sospechaba que ella tenía que ver con el incendio que me llevó a perder a mi hijo.
"ella no lo quiere"
Recordaba la aflicción de Katniss al repetirlo. Pero no tenía ninguna prueba, y era mas probable que el accidente hubiese tenido que ver con el duro camino que me destinó aquella morena: estaba solo, quizá como siempre lo quiso, como siempre espere estarlo luego de que me diera cuenta de que mi amor podía hacer daño.
Por momentos pensaba que culpaba a mi prima para no asumir la realidad, tratando de encontrar una respuesta, pero después estaba el echo de que Deyanira no estaba en la ciudad cuando el sector de los niños se incendio ¿Qué otra mujer no podría querer a mi hijo?
Volvía a la ciudad periódicamente, en busca de noticias sobre el niño que parecía tener la verdad, pero las personas que mande en su búsqueda nunca lo encontraron, ni siquiera un rastro de él...
Sentado en el patio trasero, leí la reciente carta que Katniss me había mandado. En ella me hablaba de sus sobrinos y de su padre, la manera cariñosa como la recibieron, su madre resulto indiferente a su regreso, pero no fue algo que la sorprendió.
"te amo Peeta" rezaba la última oración y quise escucharlo de su voz. La separación me estaba costando demasiado, unas semanas bastaron para hacerme sentir miserable. Lo peor de todo era que tenía que acostumbrarme a vivir así, porque ella jamás volvería, aunque su carta demostraba sus ansias de volver a estar juntos, eso nunca sucedería.
Entonces me preguntaba ¿era justo seguir con esto? Mandarle una respuesta no haría más que ilusionarla, haciéndole pensar que esto era pasajero, siendo que sus hermanos se la habían llevado engañada y nunca volvería a mi lado.
Una luz de esperanza brillo en mi interior cuando Cato me entrego la carta e insistió en que ella esperaba una respuesta, y que sería muy cruel volver a su ciudad sin una. Este era el último día que estaría en Esparta, y luego de luchar con mi conciencia decidí darle noticias a mi esposa.
Volví a la casa en busca de papel y...
-¿Qué estás haciendo aquí?- pregunte seriamente a mi prima sentada en la mesa de la cocina.
-vine a visitarte- dijo sin importancia, con una sonrisa divertida y comiendo una uva del recipiente que tenía al lado.
-vete- ordene, no entendía como había llegado aquí, estaba seguro que mi padre no le dijo donde estaba porque le pedí expresamente que no se lo dijera a nadie- ¿Cómo llegaste aquí?- quise saber.
-fue muy fácil seguirte- confeso y me sentí un idiota, había estado tan distraído las últimas semanas que olvide asegurarme de que nadie lo hacía.
-debes irte- repetí pero ella no se movió.
-¿tan pronto?- consulto- eso no se me apetece divertido, se me ocurren miles de cosas más entretenidas- sus piernas se abrieron provocativamente haciendo que la tela del vestido tapará sólo su feminidad y expusiera sus piernas.
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Mio, y para siempre (FINALIZADA)
Hayran KurguNo puedes elegir de quien enamorarte ¿cierto? Ni cuando sucederá, ni cuanto durará. A veces sólo pasa, y es demasiado tarde cuando quieres detener eso que todos llaman amor. ¿En realidad era lo que esperabas? ¿Qué se supone tienes que hacer si no...