Capitulo 15:

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Bueno, eso explica lo de él abriendo la puerta del coche por mí. Se acerca con zancada más largas que las mías mientras caminamos. Mira a un lado de mí, abriendo la boca para decir algo. Las palabras nunca llegan. Se detiene abruptamente y me detengo con él por la mirada alarmada de su rostro. Observo detrás de mí para ver qué es lo que le preocupa. ¿Alguien lo ha visto caminar conmigo? Echando un vistazo atrás de él, noto que es a mí a quien está mirando.
— ¿Qué? —pregunto.
Extiende una mano, poniéndola suavemente sobre mi mejilla, rozando ligeramente con su pulgar justo encima de mi pómulo.
—Tienes un ojo negro.
Me agito lejos de su toque, utilizando mi mano para sustituir la suya, cubriendo un lado de mi cara, utilizando mí cabello como un velo entre nosotros, cayendo por mi rostro. Me había olvidado por completo de ello.

Lo había cubierto con un corrector antes, aunque al parecer no había hecho un muy buen trabajo con eso. 
—¿Qué pasó? —Oigo la angustia en su voz.
—Solo se trata de mi torpeza habitual. —Le miento—. Me caí y choqué contra el marco de la puerta.

La mentira transita fácilmente de mi boca, después de haberla dicho muchas veces antes. Él extiende su mano y tira de la mía, tornando mi cara hacia él, examinándome con el mismo cuidado y concentración que utilizó antes, cuando examinaba mis manos raspadas. Luce escéptico ante mi historia, pero no me hace más preguntas.
—Necesitas ser más cuidadosa —reprende con suavidad — ¿Te duele?

Su toque familiar está haciendo cosas raras en mi cabeza, por lo que es difícil pensar, entonces me alejo de nuevo y continúo caminando.
—No. Me había olvidado de ello hasta que lo mencionaste― Da un paso rápido para alcanzarme. Puedo sentir su mirada en mi cara, y a mis mejillas calentarse. Él está en silencio. — ¿Luce tan mal? —le pregunto cuando el silencio se prolonga. Él no dice nada durante tanto tiempo que finalmente me arriesgo a mirarlo. Me mira con una atención intensa. Suspira.
—No, en realidad no es tan fácil de ver.
—Tú lo has visto —le acuso.
—Soy muy observador, probablemente más de lo normal.

Caminamos en silencio durante unos minutos.
— ¿Has pensado alguna vez en convertirte en médico? —pregunto. Se sacude con sorpresa.
— ¿Qué te hace preguntar eso?
—No lo sé, es sólo que pareces una especie de doctorcito, tú sabes, como hoy con mi ojo y la semana pasada cuando estabas limpiando mis manos. Luces muy preocupado por las lesiones.
—En realidad, he pensado en eso. He pensado un montón sobre ello. Basta con que he planeado mis estudios para dirigirme a esa dirección. Mi papá es un veterinario, por lo que he pasado la mayor parte de mi vida viéndolo sanar animales, de todos modos. Siempre quise ser como él, ser veterinario, ¿sabes? Pero a pesar de que me gustan mucho la mayoría de los animales, no soy un apasionado de ellos como él lo es, así que pensé que tal vez sería mejor probar con la gente.

Trato de imaginar cómo sería tener un papá al cual tú admires tanto que desees seguir sus pasos.
—Recuerdo un poco a tu mamá —le digo —Ella siempre iba de excursión, y me acuerdo de su salón para fiestas y cosas.
—Sí, ella es una buena madre. Es una buena cosa que tengo hermanas menores, porque se vuelve loca gastando su tiempo con los niños pequeños.

Mi garganta se aprisiona. Recuerdo vagamente a mi propia madre ser una vez de esa manera. Que niña más horrible debo haber sido para haber matado esa clase de preocupación. Me aclaro la garganta, apartando aquellos pensamientos.
—Recuerdo a una hermana, tu mamá siempre la llevaba en coche. ¿Tienes más ahora?
—Esa fue mi hermana pequeña. Ella ahora tiene diez. Tengo otra hermana que tiene trece. Tal vez no la recuerdas porque estaba en una escuela diferente. Y tengo una hermana pequeña que tiene tres, fue una especie de “oops”. Bastante embarazoso para un chico de quince años, tener a una madre embarazada. Pero, ¿qué puedes hacer? Además, es una niña muy linda.
— ¿Sin hermanos?
—No —Él se ríe—. Mi papá dice que él y yo vivimos en un océano de estrógeno, lo cual no es tan malo ahora, pero espera a que todas ellas hayan llegado a la pubertad― Me río. Me mira, avergonzado por haber dicho eso, por lo que mira hacia otro lado.
— ¿Qué hay de ti? —Pregunta—. ¿Algunos hermanos o hermanas?
—No —digo, pensando como siempre en el hermano pequeño que debería haber tenido, en el pequeño niño cuya muerte destruyó a mi madre.

Todavía tengo recuerdos de la vida cuando era buena. Eso es tanto una bendición como una maldición, como dice el refrán. Una bendición porque en los tiempos más oscuros es a lo que me aferro, a lo que me gustaría tener e imagino lo que mi vida es. A veces eso es todo lo que me mantiene aguantando.

La maldición es que los recuerdos hacen que mi vida ahora parezca mucho más sombría, porque hubo un tiempo cuando la vida era luz. La oscuridad comenzó el día que mi padre perdió su trabajo, pero en realidad, las personas pierden sus puestos de trabajo todos los días. ¿Por qué había sido tan traumático para mi padre? Esa es una pregunta que nunca podré responder.

Al principio, mi madre embarazada me protegió de la peor parte de la furia de mi padre. Ella era la calma en la tormenta. Cuando oíamos su coche que venía por el camino, ella me alentaba a jugar en mi nuevo columpio. Fue allí donde encontré mi escape. Con el viento soplando a través de mi pelo, el cielo azul y la hierba verde debajo, me encontré volando.

Imaginaba que era un pájaro, y que si alcanzaba elevarme lo suficientemente alto, podía dejar de lado todas a estas cadenas y volar lejos de los gritos, de los sonidos que negaba a mi cerebro a procesar, pero que siempre dieron lugar a un ojo negro o a un corte en el labio de mi madre.

Cuando se puso de parto prematuro después de una pelea particularmente violenta unos pocos días antes de Halloween, yo estaba fuera tratando de llegar a ese vuelo mágico. Había oído a mi padre dar un portazo a la puerta principal y al coche, cuando la oí gritar dolorosamente, angustiada en busca de ayuda.

Corrí al el interior y vi el charco de sangre debajo de ella en el piso, donde estaba de pie, sosteniendo su vientre, redondeándolo y jadeando de dolor. Aproximadamente un mes antes vi a unos aterrados hombres ver que había llegado el día y tomar su coche. Yo no podía haber manejado de todas formas, ya que sólo tenía nueve años y era pequeña para mi edad.

El no tener teléfono también disminuye las opciones. Estaba expresamente prohibido ir por los vecinos en absoluto. Cuando ella cayó al suelo y no podía despertarla, me desesperé. Rompí la regla y corrí hacia la casa de al lado.

Amor a pesar de los problemas(adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora