Capitulo 11:

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Hay mil razones de por qué no debo hacerlo, pero él me aprieta el brazo en señal de súplica, tanto como es posible hacerlo con alguien que realmente es un amigo. Los argumentos mueren en mis labios.
—Es tu funeral —murmuro con insolencia.
Se ríe, y luego tiende su mano hacia mí.
— ¿Amigos?

Me quedo mirando su mano tendida, antes de finalmente colocar mi mano en la suya. Él aprieta suavemente, con cuidado la herida, luego se levanta, llevándome con él.
—Vamos, amiga, te llevaré a casa.
— ¡No! —Me mira, sorprendido por mi exaltado rechazo, pero no puedo dejar que me lleve a casa —Quiero decir, está bien, me gusta caminar. Camino a casa cada día.

—De acuerdo. —Acepta esto sin argumento. Cuando empiezo a subir la colina, mis rodillas lastimadas han estado en una posición un tiempo suficientemente largo para endurecerse, me traicionan y me lamento involuntariamente.
— ¿Qué? —Su preocupación es inmediata, mientras me mira.
—Nada, estoy bien. Creo que me lesioné la rodilla un poco. —Trato de estabilizarme, con la intención de mirar la tierra de abajo y caminar como si no fuese nada malo. Mi cuerpo, nunca mi aliado, tiene otras ideas y dos pasos cojeados me delatan.
—Correcto, basta con el martirio —dice, tomándome en sus brazos como si fuera una niña pequeña. Sorprendida, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello para sujetarme, giro mi cabeza, avergonzada. Camina con facilidad por la colina, y no me baja hasta llegar a su coche. Me pone en el piso, abre la puerta, moviendo un montón de libros para que yo pueda subirme.
—Estos son los tuyos— dice, y me entrega la pila ―Los dejaste fuera de la escuela hoy.

No se hace referencia al hecho de que la razón por la que tenía herida la piel de mis manos y mis rodillas, fuera porque había estado huyendo de él.
—Gracias —murmuro. Él cierra la puerta, caminando alrededor del coche para subirse en el lado del conductor. Esto se siente surrealista, yo viajando en un coche junto a un chico, casi como si fuera normal. Lo dirijo hasta cerca de una cuadra de mi casa.
—Detente aquí, voy a caminar ahora.

Se vuelve a mirarme, con un argumento listo, pero algo que ve en mi cara lo detiene. Él asiente con la cabeza, se detiene.
— ¿Estás segura de que estarás bien? —pregunta.
—Sí, voy a estar bien.
—Muy bien. Un momento —dice, cuando giro la manija de la puerta. Él salta hacia fuera, corriendo alrededor del coche para abrir la puerta.

Pretendo que mis rodillas no están temblando, y él finge no darse cuenta de cómo me apresuro en salir.
—Sabes, eres un poco alto, también —le digo, sorprendida por mi atrevimiento.
Se ríe cuando vuelve a entrar, me da un saludo, da media vuelta y se va. Veo cómo se va.

Cuando cojeo por la puerta principal, veo en seguida que mi madre está dormida, roncando en un sueño, inducido por fármacos. Por primera vez me quedo en silencio junto a ella, no es que ella no esté durmiendo pero olvido mis tareas por el momento, subiendo las escaleras. Entro en el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de mí. Con un poco de miedo, me acerco al espejo.

El espejo se ha convertido en mi enemigo durante los últimos años, sólo lo requiero cuando tengo que tratar de cubrir un cardenal o un ojo negro. Ahora me miro en él, tiro mi largo cabello rubio claro frente a mi cara, y trato de ver lo que Harry puede ver cuando me mira.

Nada demasiado especial, pienso. Con un dedo, trazo mi suave piel benditamente libre de acné, cutis sin manchas, nariz recta, cejas ni demasiado espesas ni finas, una boca normal, mentón marcado. Supongo que mis ojos son mi mejor característica, amplios y con un contorno de oscuras pestañas. Son de color azul claro, con anillos de oro.

Sacudo la cabeza y dejo que mi pelo caiga en su lugar. Nada atractiva, extraordinariamente simple, pero él todavía quiere ser mi amigo. Muy bien, entonces. Por primera vez en mi vida, el día de escuela de mañana es algo que espero con interés. En realidad, creo que no puedo esperar a que llegue.

Amor a pesar de los problemas(adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora