Capítulo 24

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Levanto la vista hacia él. Está de pie con ambas manos enterradas en sus bolsillos delanteros, con los hombros ligeramente encorvados hacia adelante, apoyándose contra el marco de la puerta, del lado opuesto en el que estoy.

No habíamos encendido las luces de la sala de espera, la única luz proviene de las farolas de la calle brillando a través de las ventanas, y de una enorme pecera que brilla en un rincón. Las luces del pasillo detrás de nosotros resplandecen brillantemente, sombreando su rostro en la oscuridad, así que no puedo leer su expresión. Sacudo mi cabeza. Ladea su cabeza.
— ¿Has tenido alguna vez un novio?
Me ahogo una carcajada. 
—Difícilmente. Has visto... bueno, has visto cómo es en la escuela. No tengo ni siquiera un amigo.
—Lo tienes ahora —dice en voz baja.
—No sé por qué lo quieres ser, pero eres mi amigo. Mi único amigo. Mi mejor amigo.

Se ríe suavemente. 
—Me alegro por eso. —Su tono es bajo y ronco con una concentración que no le he oído usar antes. Lentamente, se inclina hacia mí, acercando su rostro al mío. Se detiene a unos centímetros de mi rostro— Pero he estado tratando muy duro para ser algo más.

Mi respiración se atrapa en mi garganta ante su cercanía.
— ¿Alguna vez has sido besada? —me susurra, con una sonrisa. Sólo por ti, pienso. Si él no lo recuerda, no voy a tocar el tema.

Sacudo mi cabeza, agachándome un poco con incomodidad. 
Me besa entonces, sus labios son cálidos y suaves sobre los míos. Estoy aturdida, mis ojos abiertos mirando fijamente a los suyos cerrados. Lo beso de regreso, instintivamente, inocentemente, inundada en la sensación de sentir. No hay movimiento en la habitación, sin sonidos más que el de nuestra respiración, mi corazón latiendo en mis oídos. Él no está tocándome en ninguna parte, sólo con sus labios en los míos.

Es el mejor momento de mi vida, incluso mejor que el de columpiarme. — Ew, asqueroso —Gemma viene detrás de nosotros, no la escuchamos acercarse, o al menos, no la escuché sobre el zumbido en mis oídos.

Me alejo instintivamente, pero Harry me presiona más cerca, trayendo una de sus manos a la parte de atrás de mi cuello, atrapándome. No quita su boca de la mía, a pesar de que abre sus ojos para encontrarme mirándolo fijamente. Siente la tensión en mí, y susurra —relájate— contra mi boca.

Levanta su mano izquierda y le da a Gemma un ligero empujón hacia atrás.
— ¡Oye! —ella grita.
—Vete —él gruñe, con su boca aún presionada con la mía. Cierra la puerta, encerrándonos dentro de la oscura sala de espera. Sonrío contra su boca, y él la encuentra con su propia sonrisa, alejándome suavemente.

Miro hacia abajo, renuente a encontrar su mirada en las intensas emociones de las consecuencias del beso. Fue más de lo que podría haber soñado, incluso más maravilloso que cuando toma mi mano. No creo que nada pudiera ser mejor que eso, el simple contacto humano que no he experimentado desde que era joven.

Él trae sus dos manos hacia arriba, apoyándolas en ambos lados de mi cuello, con sus pulgares rozando suavemente mis mejillas, obligándome a levantar la mirada. La sonrisa cae de su rostro mientras lleva su boca de nuevo a la mía. Ésta vez, cierro mis ojos, dejando que las sensaciones fluyan a través de mí.
********************

―Entonces, el miércoles es Halloween —dice Harry mientras caminamos a la escuela la mañana del lunes. Estamos disfrutando de unas temperaturas altas tardías este año, el aire es frío en las mañanas y las tardes, pero a veinticinco grados centígrados durante el día. Así que hemos decidido caminar a la escuela todos los días hasta que ya no se pueda. Él me toma la mano al caminar, cargando mis pocos libros en su otro brazo.

Mira hacia abajo a los libros en su brazo. 
— ¿No tienes un casillero?― Su cambio de tema me hace reír. A veces, las conversaciones con Harry son tan esquizofrénicas como las conversaciones con su hermana, Gemma.
—No, no he tenido un casillero por hace años. —No voy a decirle sobre lo pronto que descubrí que los casilleros no son más que un instrumento de tortura. Ya era bastante malo encontrar todo tipo de basura repugnante que dejaban allí y que tenía que limpiar, o encontrar un libro de texto destruido que no podía permitirme el lujo reemplazar sino que también estaban las visitas acompañadas hacia la oficina del director, donde sólo mis genuinas lágrimas me libraban de eso. El colmo fue cuando me empujaron y encerraron en él; decidí que era mi señal para no pasar cerca de uno de nuevo. Desde entonces cargo todo hacia y desde la escuela.
—Puedes compartir el mío —dice.
Me lo imagino abriendo su casillero para encontrarse con un sándwich con moho y manchas en sus cosas, y niego con mi cabeza.
—Esto está bien. No me importa llevarlos.
—Especialmente porque tú no los llevas —dice, elevándolos alto como sugerencia. Siento a mis mejillas enrojecerse.
—No tienes que llevarlos por mí, ya sabes —murmuro.
Se ríe y se inclina para darme un beso rápido, sorprendiéndome y sofocándome al mismo tiempo.
—Realmente tienes que aprender a no tomar todo tan en serio.
—Lo dice alguien que viene de la familia que se ríe todo el tiempo.
—Ellos solamente ponían una fachada para ti― Yo lo miro, levantando mis cejas con ironía. —Está bien, así que, ellos son irritantemente alegres —dice—. Les has gustado. Especialmente a Gemma. Ella realmente quiere que regreses para que pueda jugar con tu cabello.

Me río. —A mi realmente me gustaron, también. Y simplemente podría hacerle una visita alguna vez y dejarle hacer eso.
—No sabes lo que estás diciendo —me advierte burlonamente—He visto el daño que ella puede hacer. ¡Me lo ha hecho a mí!
— ¿Qué? ¿Te ha peinado? Tú cabello parece demasiado algo corto para eso.
— ¿Por qué crees que me lo corte de esta manera? Antes solía ser más largo.
— ¿Ella tiene fotos de eso? —le pregunto riendo, entonces la mirada de dolor que me dispara me dice, sí, las tiene.
—Así que sobre Halloween. ¿Estarás haciendo alguna cosa?

Sí, pienso, lo usual, fabricando un cartel para la puerta que diga “no hay dulces”, de modo que ya no me echen la culpa los niños llamando a la puerta, esperando por los dulces que no tenemos. Entonces me levantaré muy temprano a la mañana siguiente para limpiar los huevos y las calabazas que van a ser lanzados a la casa debido a la señal, antes de que ella los vea.
—Porque hay un grupo de chicos que irán al laberinto del maíz, y pensé que sería divertido —continúa.
—Oh, bueno, sí. —Siento una envidia punzante, ya que él se divertirá sin mí. Sé que él tiene una vida, que no hiberna en su habitación cuando no está conmigo, pero no he pensado conscientemente en ello —Suena divertido. ¿Con quién iras?
Me mira, sacudiendo su cabeza.
—No, ______, estoy preguntando porque quiero que nosotros vayamos juntos.
—Oh. —Me siento exaltada por mi mala interpretación. Por supuesto, no puedo ir, no hay manera.
—Claro, creo que podría hacer eso —le digo.
—Genial. —Aprieta mi mano y se inclina para besarme de nuevo. Podría realmente acostumbrarme a esto, pienso.
— ¿Tienes un disfraz?― Pongo mala cara.
—No— Y no hay manera de conseguir uno, tampoco.
—Eso está bien. Tienes casi el mismo tamaño que mi hermana. Piensa en lo emocionada que estaría si le permites que te de uno. Probablemente la harías muy feliz si la dejas que te vista.

Me río de eso, con ganas de negarlo, pero sabiendo que probablemente sea la verdad.
Cuando llegamos a vislumbrar la escuela, saco mi mano de la de Harry. Él me mira interrogante. 
—Ya es bastante malo para ti que seamos amigos. Podría ser realmente malo si la gente piensa que... —No puedo decir las palabras, no estoy segura cuales son realmente. Sus ojos están fríos y tormentosos, mientras aprieta su mandíbula. Levanto el brazo y deslizo mi mano a lo largo de su tenso músculo, deleitándome con el hecho de que pueda hacer esto y no provoco que se encoja de repugnancia.
— ¿Por favor? —pregunto, pensando que Jessica no es la única que puede querer hacerme daño si lo ven tomando mi mano o, peor aún, besándome.

Él coloca su mano sobre la mía, manteniéndola apretada contra su cara, sus ojos suavizándose. — ¿Cómo puedo decirte que no? —Pregunta—. Bien, voy a mantener mi distancia. Por ahora—Puntualiza.
—Gracias —le digo, vacilante, luego me pongo de puntillas para besarlo.

Gruñe contra mi boca, y salto un poco, preguntándome si es el rechazo por mi atrevimiento, pero él está sonriéndome.
— ¿Por qué fue eso? —pregunto, tratando de mantener el nerviosismo fuera de mi voz.
—Debo estar demente por aceptar esto.

Amor a pesar de los problemas(adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora