CAPITULO 24

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Subieron al cuarto de Luca. Al abrir la puerta casi se desmaya: había ropa tirada, Coca-Colas abiertas y mucho lío armado (y la habitación era bastante chica).

-Perdón por el desorden -dijo Luca -. Es que... no estaba planeado.

-Ja ja ja no pasa nada, esta perfecto -dijo Carolina mientras se sentaba en la cama -. Poné un poco de música.

-No creo que tengamos los mismos gustos de música...

-Sorprendeme. Pero nada romántico, sin ofender, quiero decir... algo más movido.

-Ok.

Buscó en su amplia bibloteca de reggaeton rezando para que hubiera una canción que no sea romántica. Después de revisarla tres veces, puso el último CD de JBalvin.

Se pusieron a charlar un poco, hasta que Carolina se puso a bailar (a Luca le pareció que lo hacía por aburrimiento). Bailaba perfecto, se movía lento y suave, sabía mover muy bien su cuerpo. Verla era todo un espectaculo.

-Vení, dale, bailá un poco.

Bailar? Él? ¡Si con suerte podia mover la cadera! Él no servía para esas cosas, pero Carolina lo agarró de la mano e intentó hacer que bailara un poco. Hicieron un par de pasos ridículos y se rieron un montón. Con Lourdes no pasaba esto. Ellos siempre se sentaban a hablar y ella era muy seria. Además, desde que se fue a Estados Unidos, ella cambió mucho. Con Carolina era todo mucho más divertido, pasajero. Amaba esos momentos. Se sentaron de nuevo en la cama y se miraron. Se acercaron de a poco y sus labios estaban por juntarse.

-Tu novia -dijo Carolina mientras se detenía.

-Mi novia -suspiró él, alejándose -. Lo olvidé. Por favor, no le digas.

-No hicimos nada. ¿Qué le diría?

De abajo se escuchó:- ¡Luca, la comida!

-¡Ahí vamos Dani! -se dirigió a Carolina -Después de vos, princesa.

Carolina no sabía si se lo decía en broma o de verdad, pero igual se levantó y fue rumbo a la cocina. Luca la siguió.

En la cena todo estuvo tranquilo, hubo risas y anécdotas. Luca no podía creer que Carolina se llevara tan bien con Daniel y Pilar. Lourdes sólo los saludaba y se iba con Luca, pero Carolina hacía todo lo contrario. A Luca le impresionaba en cómo estos cuatro meses Lourdes había disminuído su interés en él. Y no se explicaba por qué se había preocupado si ya él no le importaba tanto. Aún así intentó poner la mejor cara en la cena. Despues tendría tiempo de hablar con Lourdes.

Algo andaba mal. Él casi la engañaba. Y no era de engañar a las novias, él nunca lo haría. Entonces, ¿Por qué? ¿Tentación? No, él la resistía siempre. ¿Falta de cariño? Tenía padres adoptivos, nunca tuvo cariño. Entonces había una sola razón. Amor, amor hacia una persona que no era Lourdes, amor hacia alguien que llegó en un momento malo de su vida y lo hizo sonreír, amor hacia la persona que no hizo nada para que Lourdes se alejara de él, por el contrario, los ayudó. Amor hacia Carolina.

El padre de Carolina pasó a buscarla minutos después de terminado el postre. Luca fue a acompañarla a la puerta.

-Hola señor...

-Donatto, pero decime Bruno. Vos sos Luca, ¿No?

-Sí -dijo Luca, medio tímidio.

El padre lo examinó uno instantes.

-Te imaginaba mas petiso, ¿Cuánto medís?

-Un metro ochenta.

-¿Con dieciocho años? Guau, yo a tu edad no pasaba el metro sesenta.

A Luca le pareció raro. Bruno Donatto era grandote, muy corpulento y debía de medir un metro setenta y cinco. Ese típico físico de padre protector. Pero su cara no era de "no te metas con mi hija". Tenía una cara de ser como Martín, gracioso y buen compañero. Su tez morena difería completamente de su hija, aunque mantenían los mismos ojos marrones que ella.  Tendría unos cincuenta años, pensó Luca. Tal vez el ser pelado le agregaba edad, pero le pareció de cincuenta o de cuarenta y largos años. Se despidió de Luca, saludó a su hija con un abrazo y se fueron en el Audi A4 recién sacado (Luca lo dedujo por la matrícula).

Agarró el celular y le puso a Lourdes: "Mañana tenemos que hablar". Ella le contestó asustada "¿Me tengo que preocupar?". Sí, claro que debía preocuparse, pero Luca quería que durmiera tranquila, así que le puso: "No amor, no es nada". Sabía que iba a romper un corazón, pero no podía seguir finjiendo estar enamorado de una persona que ni siquiera se preocupaba por él. Él le había dicho lo del veintisiete, pero ella seguro no lo había escuchado. Ella sólo le daba besos, pero no el amor que el corazón de Luca exigía (y eso que no exigía mucho), así que tomó la firme decisión. Pese a que los dos lloren y sufran, el debía terminar la relación.

Cartas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora