Capítulo 15

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Karin estaba feliz. ¿Cómo no estarlo? Yumi se estaba tardando en llegar. Suigetsu estaba dormido, mientras Jūgo le mojaba el rostro con agua de su cantimplora y Sasuke no se había movido. Lo tenía al frente. A un metro de distancia. Si alargaba su mano podría tocar sus tobillos.

Se preguntó qué pensaría o cómo reaccionaría si pasaba su mano por sobre su ropa. Pensamientos pecaminosos la invadieron y no tardó en ruborizarse, pero él no lo notó. Su mente estaba en otro lado, en una lejana aldea llena de ruido y color, a la cual había dejado de pertenecer desde que su familia murió a manos de su hermano, pero que a veces, en momentos de debilidad, echaba de menos.

—¿Sasuke? —preguntó Karin, acomodándose sus anteojos—. ¿Crees que Yumi ya esté de vuelta?

Para resignación suya, Sasuke despertó de su aletargamiento con la mención de la chica y miró a su alrededor. No se le veía preocupado. Parecía más aburrido, aunque ¿cuándo dejaba de estarlo? Era como si todo le pareciera tonto, o como si odiara todo y a todos. A Sasuke Uchiha no le gustaba casi nada.

—Quédate aquí —gruñó él levantándose—. Iré a buscarla.

No obstante, dejarlo marchar no estaba dentro de los planes de Karin. No, señor. Suficientes miraditas entre ambos había soportado la pelirroja, además de los desatinados comentarios de Suigetsu y hasta Jūgo. Lo peor era que Yumi lo negaba a diestra y siniestra cuando era obvio que mentía, porque ¿quién no se sentiría atraída hacia el gran Sasuke Uchiha? Solo bastaba con ver esos ojos llenos de misterio, esos labios delgados, la barbilla angular y el perfil perfecto para querer lanzársele encima. Solo bastaba quedarse una tarde espiándolo mientras se bañaba en algún río para saber que era el hombre perfecto, y que sus abdominales definitivamente eran algo irresistible. Pero no, la señorita perfecta y digna insistía en que eran mentiras. Idiota.

—Karin. Suéltame —ordenó, sobresaltándola y dándose cuenta que había tomado su tobillo con firmeza.

La chica carraspeó incómoda, pero decidida. No se alejaría. Se puso de pie, fingiendo querer acompañarlo y en el momento que él la imitó, se tropezó contra sus propios pies y cayó justo en sus brazos, donde deseaba pertenecer.

—¡Sa-Sasuke! —Sonrió intentando alejarse con demasiada torpeza.

—Basta —él la alejaba, pero su cuerpo volvía a caer sobre él—. Karin, levántate.

—Creo que me doblé el tobillo —gimió sosteniéndose de esos fuertes hombros y manteniendo los ojos puestos en su sano tobillo.

Sasuke bufó y aunque la molestia se evidenciaba en su semblante, se quedó. Se quedó con ella. Karin no pudo estar más feliz, o eso creía hasta que él sostuvo su peso y la ayudó a sentarse contra el árbol cercano.

—Sasuke, creo que Suigetsu está mejorando —comentó el pelinaranja, haciendo notar su presencia.

—Bien. Que descanse. Yumi no tardará en venir —apuntó con la vista puesta en el sendero que la había visto tomar.

A unos kilómetros de distancia, se oía el correr de un río caudaloso y el canto de algunas aves. Los árboles cercanos a las orillas tenían las raíces húmedas y algo salidas mientras que los arbustos y helechos eran tan altos que podían ocultar a un adulto. Si alguien quería coger un fruto o una de las flores amarillos o anaranjadas tenía que trepar por los gruesos troncos con algo de dificultad, pero si de un ninja se trataba, bastaba con usar chakra en la planta de los pies. Los más experimentados sin embargo, saltaban tan rápido de un lado a otro que parecía que podían teletransportarse, como era el caso de la pareja que sobre una de las ramas se enfrentaba en un duelo de miradas.

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora