Capítulo 44

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Los sueños iban apoderándose de la mente de todos. El Tsukuyomi no diferenciaba entre shinobis, señores feudales, samuráis y civiles. Uno a uno, sin excepción, caían en sus más recónditos deseos.

"Nadie se salvará. Nadie logrará mantenerse despierto", pensó antes de perderse para siempre.

Lo primero que sintió fue el cuerpo adormecido, similar a lo que seguro percibían sus rivales al estar sumidos en su dojutsu. En seguida, el escenario se desdibujó hasta centrarse en un punto lejano que se fue haciendo más grande conforme una fuerza sobrenatural la jalaba hacia allí. Luego nada. 

Desconocía el tiempo en el que vivió en ese gran vacío hasta que tras un pestañeo, cayó en la realidad que la rodeaba. Estaba sobre un futón angosto, pero suave, una sábana de cuadraditos rojos la cubría. A su lado, mechones oscuros enmarcaban mitad del rostro que se ocultaba bajo un brazo.

Había dormido suficiente. Es más, no recordaba haber descansado así jamás. Su cuerpo estaba entumecido de tanto estar acostada y era hora de levantarse. 

—Despierta —susurró con una sonrisa que había dejado de pertenecerle hace mucho.

Un quejido procedió a ello, seguido de palabras inentendibles y finalmente, un giro en el colchón hasta darle la espalda.

—Si no te levantas en diez minutos, no vendrás conmigo hoy.

Apartó las sábanas y calzó las sandalias de casa sin cambiarse el pijama. Se dirigió al único baño del segundo piso, donde se lavó la cara y cepilló los dientes. Peinó paciente su cabello enredado y una vez, presentable, descendió hacia la primera planta.

La cocina era un rectángulo de diez metros equipado con alacenas, estantes bajos, refrigeradora e incluso una barra donde solían tomar desayuno y que tenía vista a la sala. Había una mujer ahí. Llevaba un mandil plateado y el cabello sujeto ligeramente en un gancho.

—Buenos días, Yumi. ¿Sorato ya abrió los ojos?

—Buen día, mamá —Se acercó para darle un abrazo a su progenitora—. Debe estar aquí pronto.

Tomó el apio que estaba sobre la tabla de picar y se puso manos a la obra, mientras su madre sazonaba el pescado.

—¿Sasuke-kun vendrá a comer hoy?

La aludida asintió, percibiendo la sangre agolparse en sus pómulos ante el tono que usó su madre para referirse al muchacho que alegraba sus días con su presencia.

—Picaré más tomates —comentó guiñándole—. No queremos que le quite toda su ensalada a tu padre, ¿o sí?

Definitivamente no.

—Hola, mamá —Su hermanita se acercó hacia donde estaban y de un salto, se sentó sobre la barra—. ¿A dónde vamos a ir, Yumi?

—Sasuke nos enseñará Konoha.

Tanto madre como hija se mostraron sorprendidas. El Uchiha había declarado que quería llevarlas a su aldea natal, pero no había dado razones detrás de eso.

—¿Acaso ya quieren contraer matrimonio?

La pregunta de su madre ocasionó que su hermana la mirara asombrada, como si ella tuviera una respuesta. La verdad, sin embargo, era otra. No había pensado en matrimonio y estaba segura que Sasuke tampoco. Así que luego de rogar que no se hicieran ese tipo de "consultas" frente a los dos hombres que estaban en camino, olvidaron el tema. Su padre fue el primero en cruzar la puerta y diez minutos después, el Uchiha hizo su aparición con dos bolsas de compras en las manos. Traía fruta y algunos aperitivos.

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora