Capítulo 42

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El número de heridos había aumentado innegablemente. Había quienes apenas se lograban sostener en sus piernas y los que habían dejado de creer en la salvación. Había gente de diversos tipos y los había también los que regresaron de una muerte segura como los Kages.

Los grandes líderes de las aldeas se habían unido con los que todavía podían luchar e intentaban cortar el gran árbol. Las raíces no habían dejado de salir, pero al menos eran detenidas por los más fuertes de su época.

Había sido en medio de ese nuevo arco que dos presencias se habían hecho notar. Las conversaciones habían dejado de controlar su volumen y ahora no se esforzaban por ocultar su incredulidad, acompañada de indignación. Sin falta, los soldados de las últimas filas se iban apartando del camino, renuentes a encontrarse cara a cara con uno de los miembros de la agrupación que había iniciado toda esa guerra. Se negaban a tener que interrumpir ese descanso que Naruto y los Kages les habían otorgado al lanzarse en pos de los oponentes. Necesitaban reponer energías para sobrevivir la noche, lo que sería imposible si se atrevían a ir en contra de ese renegado. 

Presa del agotamiento, la tristeza y la incertidumbre, Hinata intentaba mantenerse despierta. Su pelea era mental como física, pues el sueño amenazaba con arrastrarla a sus profundidades y ayudarla con el dolor que no dejaba sus hombros. La imagen perenne de su adorado guardián se había quedado impregnada tras sus párpados, junto al miedo de perderlo. Cada respiración suya le recordaba que quizá su primo ya no era capaz de cometer esa natural acción. 

La Hyūga había supuesto lo imprescindible que se había vuelto Neji en su vida, pero únicamente ahí se había puesto al tanto de lo que eso significaba. Su corazón roto en infinitos fragmentos le recordaban cuánto lo quería. ¿Alguna vez se lo había expresado? ¿Él era conocedor de ello? ¿De lo maravilloso que era? ¿De lo agradecida que estaba? Meneó su cabeza para sus adentros. No recordaba habérselo mencionado. ¿Por qué no lo había hecho? ¿Qué era lo que le impedía decirle o gritarle lo mucho que lo quería? 

"Tonta", se reprendió, "si sobrevivo, se lo diré. Definitivamente se lo diré", se juró.

—Uchiha Itachi —dictaminó Shino alertando al resto con sus palabras al acercarse al grupo nuevamente.  

Dispersa como se encontraba, no comprendió lo que sucedía hasta que Kiba maldijo a su lado, sobresaltándola. Ese nombre la llevaba a pensar en tres palabras más: masacre, Akatsuki y el libro Bingo. 

—Seguro busca unirse al enemigo.

—Chouji, tiene razón. No podemos dejar que eso pase. 

—Tres Sharingan juntos nos darían más problemas de los que ya tenemos —analizó el Aburame con su insecto todavía en la punta de su uña. 

—Debemos formarnos en la línea del frente y pelear contra él.

—¡No lo dejaremos unir fuerzas con Madara!

Activó su dojutsu y volvió sus ojos color luna hacia los recién llegados, preparada para anunciar algún movimiento peligroso. Sin embargo, nada pasó. Por varios segundos, notó cómo el hombre —conocido por el mundo entero como un psicópata— iba adelantándose, haciendo caso omiso de las maldiciones que seguro le lanzaban o los susurros temerosos que iban de aquí para allá, sin hacer amago de asesinar a alguien. En varios ocasiones, sus labios se movieron y logró leer un "es normal", "debemos llegar al frente", y "estoy acostumbrado".  

—Hinata, ¿quién es la persona que acompaña a Itachi? —logró oír a Ino. 

No la reconocía, o para ser sinceros, no la había visto nunca. El pantalón hasta los tobillos solo llevaba un portarmas en la pierna derecha, la chamarra sobre la camiseta oscura y con mallas en los omóplatos y hombros tampoco revelaba su lugar de origen. No había bandana por ninguna parte, ni en su cuerpo, ni sosteniendo su cabello. 

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora