Capítulo 18

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Era increíble cómo un asesino podía parecer un angelito al dormir. Incluso se le veía cuerdo, algo que por supuesto no podía ser porque masacró a su familia entera, pero el cabello oscuro sobre su frente y la palidez en su semblante lo hacía ver indefenso, utópico, como un sueño a punto de desaparecer... La diferencia era que él no debía desvanecerse como las ilusiones de Morfeo. Era su boleto a la libertad, a la riqueza y estaba poco dispuesta a perderlo de vista. 

De hecho, en esos mismos instantes, cruzada de brazos y con los párpados queriendo cerrarse al mundo real, la kunoichi se negaba a dejar de vigilar a cierto ninja que resignado, no podía escaparse debido a sus nulos canales de chakra.

Esa era la primera semana juntos y para Itachi se le antojaba una vida. Estaba aburrido y estresado. Necesitaba salir y seguir su camino, pero no importaba cómo ni qué, ella siempre lo encontraba y lo debilitaba bloqueando las pocas energías que lograba acumular. Es más, cerraba o lo que fuera sus puntos de presión y lo dejaba inmóvil como a un saco de papas. Uchiha Itachi se sentía débil y odiaba eso. Así que luego de volver rutinario el escaparse y regresar a la cueva sintiéndose regañado y con el cuerpo como gelatina, había detenido sus intentos. Momentáneamente.

El azabache sabía estudiar primero al enemigo y danzar en una batalla mortal antes de dar un golpe certero. Solo debía identificar sus debilidades. Ninguna técnica era absoluta, sino que siempre hay una brecha. ¿Cuál era la suya? No estaba seguro. Apenas había descubierto su nombre y no porque hubiera preguntado.

—Deja de llamarme "Oye" —se había quejado, dejando de lado su labor de darle caldo de algas caliente—. Tengo un nombre como cualquier otra persona.

La cuchara a medio camino de los labios del ninja renegado parecía burlarse de él y de su estómago hambriento. Incrédulo, vio cómo la chica tomaba un sorbo largo de la que se suponía era su sopa.

—No me lo has dicho nunca —logró contestar.

—No me lo has preguntado.

Itachi había estado cerca de quitarle el tazón de sopa y tomarla toda, pero en su lugar, cerró los ojos y fingió quedarse dormido. Pensaba que si relajaba la respiración, las protestas de su panza acabarían y podría ignorarla el resto del día, pero justo cuando se proponía llevar a cabo su misión, el líquido caliente de la sopa tocó su labio inferior.

—Di "ah", niño bonito.

Allí estaba ella otra vez, alimentándolo como un cerdo al que pronto llevaría al matadero. No comprendía su actuar. ¿Para qué lo cuidaba si al final lo entregaría al verdugo? Era probablemente una de las personas más complicadas con las que alguna vez se había cruzado.

—Mi nombre es Meiri. Llámame por mi nombre, por favor.

Desde entonces lo hizo. A cambio de esos cuidados sin un propósito inteligente, le pedía por favor y le agradecía. Conforme fue pasando los días empezó a notar que se relajaba a su alrededor y a veces hasta se echaba una que otra siesta. Sonreía casi siempre, no se mostraba tímida al revisarlo, era excesivamente sincera y no callaba ni un solo pensamiento que pasaba por su mente. Si tenía hambre, lo decía. Si creía que se veía como un "oso panda durmiendo en lugar de un psicópata" también lo comentaba. Si necesitaba tocarlo para comprobar su salud, no le pedía permiso. Invadía el espacio personal y a veces era intimidante las largas miradas divertidas que le echaba cuando se sacaba la camiseta. Itachi hasta había creído que estaba chiflada... pero no. Para su infortunio, la cordura formaba parte de sus cualidades.

Una tarde mientras bloqueba, fiel a su costumbre, sus canales de chakra justo cuando comenzaban a fluir, anunció que debía irse por una tarde.

—Confío en ti, niño bonito.

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora