Capítulo 37

4.3K 350 104
                                    


Un susto tras otro. La Alianza Shibobi apagaba un incendio y como si los enemigos fueron producidos por una máquina en automático, salían más. Habían resuelto el lío de los Zetsu, gracias a cierto ninja rubio que había llegado en el momento preciso, pero eso no había sido todo,  se habían enterado que Madara era un redivivo y que la identidad del enmascarado era desconocida. 

La lucha no dejaba de volverse a cada minuto más intensa. Meteoritos habían caído del cielo, la mitad del escuadrón había perecido, el Tercer Tsuchikage había salido herido, el Kazekage sentía un cansancio que jamás había percibido, pero cuando las esperanzas habían empezado a mermar, Kurama habló en su interior.

—Naruto, esta vez te prestaré mi chakra. 

—¿Me estás diciendo que te entregue mi cuerpo de nuevo? —renegó el rubio. No era momento para juegos. Si bien estaba débil, no sucumbiría a las tretas del Kyuubi. 

—No. Solo te prestaré mi chakra. No soporto a Madara —espetó el gran zorro, entre las rejas, mostrando sus gigantes colmillos y al mismo tiempo, que hablaba con la verdad—. Prefiero ser controlado por ti, antes que por ese tipo. 

Eso no se lo esperaba. Sin embargo, no estaba en posición de seguir cuestionando al monstruo de su interior. De hecho, era justo lo que necesitaba para seguir luchando. Es por ello que sin aguardar un segundo más, decenas de Oodama rasengan emanaron de cientos de clones de sombra y atacaron las raíces que amenazaban con aplastarlos. Estaba al límite. Un ataque del enemigo y estaría perdido. Gaara, al lado del viejo Tsuchikage, no dejaba de lanzarle miradas preocupadas a su amigo. Era consciente que sin él, el mundo que conocían desaparecería y se negaba a aceptar esa realidad.  

—Ya es suficiente, Naruto. Nosotros nos encargaremos del resto —habló el anciano con una sonrisa en medio de un rostro arrugado y herido—. ¡Es el enemigo perfecto para levantarme! —Se intentó apartar de Temari, quien a su vez se esforzaba en detenerlo—. ¡Yo seré tu oponente, Madara! 

Quiso, al igual que su hermana, intervenir para que el anciano deje su terquedad, mas fue interrumpido cuando los vio moverse. Mū y Madara se acercaban. Naruto estaba ahí, arrodillado, transpirando cansancio, sin energías, indefenso...

—¡Gaara! —gritó Temari, pero fue en vano. Él ya estaba al lado del rubio, preparado para protegerlo de la forma que sea necesaria. Su arena esta vez no sería su escudo, sino el de alguien más.

Sin embargo, nada ocurrió. Ambos oponentes se habían detenido e intercambiaban palabras con el Tsuchikage, recordando el pasado y las guerras que habían tenido que enfrentar.   

—¡Te equivocas! Esta guerra no es como las otras... ¡Esta guerra es para salvarnos todos! —exclamó el anciano justo en el instante en que lograba convencer a Naruto de levantarse con su ayuda—. Cuando los miro, cuando miro a esos dos, sé que el futuro será diferente. El mundo está madurando con el peso del pasado. Nos dirigimos a la paz. 

—Lamento decirlo, pero no es necesario que maduren más. Solo deben dormir dentro del Tsukuyomi infinito —lo oyó afirmar, llevándolo por una fracción de segundo al escenario que esa leyenda intentaba dibujarles. 

—Esta vez no caeré en tus palabras. ¡Esta vez me levantaré y te derrotaré! 

Fue en ese momento que su resolución volvió a brillar y sonrió para sus adentros al notar cuánto había cambiado. Pelearían hasta morir. Respetaría la decisión de Ōnoki. Salvaría a cuántos pudiese. 

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora