Capítulo 45

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No estaba feliz. A pesar de haber vencido, no se hallaba satisfecho. Una pieza de su ser codiciaba más, la misma que le susurraba venganza en años tempranos.

Seguía vivo y el mundo continuaba girando, pero no era suficiente. Al menos no para él, quien estaba hastiado de presenciar el momento padre e hijo de un par de rubios, de oír a Kakashi agradecer a nadie en particular y de las miradas mal disimuladas de su compañera.

¿Estaba bien quedarse de brazos cruzados y dejar que todo volviera a la normalidad? ¿Debía sentarse y ser testigo de nuevos actos de corrupción, abusos de autoridad, sacrificios estúpidos y nuevos mártires? Si así lo hiciera, ¿no estaría ayudando al sistema a continuar aplastando a los de abajo y ensalzando a unos cuantos? Sasuke no era muy letrado en cuestiones políticas, pero solía confiar en sus instintos y estos le aseguraban que obrar de esa forma, lo haría convertirse en cómplice de todas esas fechorías que condenaba.

Así pues, se mantuvo callado viendo cómo los antiguos Kages proferían sus últimas palabras y rezaban por un futuro mejor. Estuvo quieto cuando solo quedaron el resto del equipo 7, las bestias con cola y Rikudō Sennin. Escuchó con fingido interés el deseo de esas criaturas de ir a sus lugares de origen y el plan de Hagoromo por deshacer el Tsukuyomi infinito, el mismo que lo incluía.

—Y tú, ¿cuál es tu respuesta?

El viejo obviamente se dirigía a él. Naruto se había mostrado de acuerdo y esperaban una igual predisposición de su parte. Ridículo. Después de lo que le hizo el sistema ninja, ¿pretendían que colabore? Estúpidos o crédulos.

—Lo primero es acabar con los cinco Kages bajo el Tsukuyomi infinito —informó con frialdad. Quisieran o no, era imposible detenerlo—. Además a ustedes, los Bijuu, los pondré bajo mi control y en su momento los destruiré.

El Kyūbi no tardó en alzar su pata en su contra y lo habría matado de un golpe, de no ser por su poder visual.

—¡Kurama! —gritó su ruidoso compañero.

—Así están las cosas, Naruto. Ahora eres el único a quien puedo confiarle todo —se sinceró el viejo—. Llegué a mi límite aquí, pronto desapareceré.

—De acuerdo, abuelo Rikūdo, pero debes saber que no seré como tus hijos. No soy Ashura y Sasuke no es Indra.

—Sasuke —La voz de Kakashi provenía de sus espaldas. Estaba apoyado en Sakura y se les veía bastante maltrechos. Matarlos sería sencillo—, ¿en serio quieres esto? ¿Sigues obsesionado con la venganza?

¿Era eso? ¿Sus decisiones se basaban únicamente en el rencor? En su interior supo la verdad. Ya no era así, había algo más que lo inspiraba a ganar. 

—Es verdad que durante un tiempo solo anhelé la venganza; pero ya no es así —admitió—. Destruiré y reconstruiré. Crearé un mundo ninja que no este manchado por la oscuridad. Lo que llevaré a cabo será una revolución —donde ellos puedan vivir seguros y sin que nadie los lastime—. Los kages son responsables de la situación actual. Por eso me convertiré en Hokage y haré renacer la aldea.

Nadie se percató cuando Sasuke esbozó una sutil sonrisa, pero sí oyeron esas dos palabras que podían cambiarlo todo y sumir la calma en el mismo caos. La superficie se sacudió y pronto, la tierra se fragmentó haciendo un ruido estremecedor que ninguno olvidaría. Pedazos de suelo se desprendieron y fueron atraídos hacia los cuerpos de las bestias, que asustadas, pero sin moverse, gritaban por ayuda y se quejaban de dolor. ¿Dónde había quedado la majestuosidad de los Bijuu? Era patético.

En contra de las leyes de la gravedad, las prisiones ascendieron vertiginosas hasta lucir como diminutas lunas en el cielo celeste de la mañana y una capa de paz falsa, los cubrió. Nueve obstáculos habían desaparecido. Solo le quedaba uno.

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora