Capítulo 34

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Afirmar que estaba molesto era quedarse corto. En realidad, lo que apretaba su pecho era una mezcla de desilución, esperanza, rabia, indignación y... dolor.

Sí. Estaba jodidamente dolido y todo se resumía a un solo nombre que no dejaba de rondar en su cerebro. Yumi.

—Sé sincera conmigo, o al menos inténtalo —retó arrojándole otro par de dardos con su tono—. ¿Mi hermano está vivo? ¿Vivo realmente? ¿O esto es otro de tus juegos?

Yumi tenía los ojos abiertos de par en par. Arrepentimiento estaba escrito en cada parte de su rostro. Supuso que le costaba proferir palabra porque se limitó a asentir y a bajar la cabeza inmediatamente después.

Pensar en su hermano estando vivo le era complicado. Su naturaleza incrédula, terca, desconfiada y malhumorada le impedía aceptar ese hecho como real. Jamás había imaginado pasar por un escenario como ese. Menos que sea justamente ella quien le oculte esa verdad.

Mirarla no ayudaba a calmarse. Recordaba pasajes recientes que no pensó fueran capaces de asaltarlo de día, frente a esos ojos oscuros que lo estudiaban entre preocupada y apenada. Esas memorias las guardaba para cuando estaba solo, se inmiscuían en sus sueños privados...

La chica intentó tocarlo, pero su mano voló en un acto reflejo y apartó su toque con frialdad. Dejó de estar sobre ella y sentándose al borde de la cama, sujetó su cabeza entre sus manos. Le punzaba, burlándose de lo ingenuo y estúpido que había sido.

Era mucho por digerir en tan poco. No era un robot. Sus emociones, aunque volátiles, le permitieron concentrarse en lo que acababa de descubrir. En su adorado hermano.

Varias imágenes se apropiaron de un rincón de su mente. Estas eran diferentes a las previas. Itachi surgía de entre las sombras y tomaba su mano, hundiéndolo en ese hoyo oscuro, helado y sin fondo del que pensó había logrado acostumbrarse.

Itachi. Ese nombre que había odiado despierto como dormido, que se había dedicado a pronunciar entre maldiciones. Ese hermano suyo que había destruído con su acción su vida entera. Esa criatura que le había dado los peores recuerdos de su infancia, como también los mejores. Esa misma persona estaba malditamente viva. Respiraba. Estaba en ese mundo. Despertaba bajo el mismo cielo que él. No lo había dejado solo. Después de todo, seguía ahí, siendo el único que entendía su dolor. Su pérdida. Su soledad.

Sintió alivio. Una capa de sudor cubrió su espalda conforme encajaba las piezas y el significado de ese descubrimiento. No había matado al único ser vivo que comprendía su tormento, o incluso lo superaba. No había acabado con aquel que lo había amado más que a sí mismo.

Levantó la mirada cuando un toque sobre su hombro cortó sus cavilaciones.

—Sa-sasuke, sé que estás enojado y no quieres verme, lo entiendo, pero —Se envaró cortando su oración sin reparos.

¿En cuántas cosas le había mentido? Itachi seguro era uno de tantos. Sus puños apretándose debieron indicarle que la quería lejos, sin embargo ella solo se quedó más cerca.

—Tú sí puedes ser feliz —susurró con una expresión que se asemejaba al miedo. ¿A qué? ¿A él? Sasuke sonrió irónico. Si alguien debía sentir miedo, lo más lógico señalaba al que, estaba seguro, no sería capaz de lastimar al otro de ningún modo.

—No quiero verte ahora. Menos oírte —masculló esforzándose por no decir algo de lo que podría arrepentirse luego.

—De acuerdo... solo...

Se giró de golpe hacia ella. Sus mejillas estaban ruborizadas y lágrimas adornaban como cristales sus facciones.

—¡Vete! ¡Lárgate ahora!

Kimi ga suki | Tú me gustasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora