Capítulo 11 EL DIBUJO

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Shawn me dejó a solas para instalarme.
Solo bastaron cinco minutos para ponerme la pijama, salí del baño cepillando mi cabello con los dedos.

De mis maletas saqué un estuche de lápices y colores incluyendo hojas blancas. No me había dado cuenta de que hay un sillón frente a la cama, así que tomé mis cosas y me senté cruzando las piernas; a veces dibujar ayuda a entretenerme gratamente.

Con el lápiz realicé los primeros trazos, fueron suaves como si acariciara el papel.

Mi teléfono sonó interrumpiendo mi concentración.

— ¿Esmeralda?

— La misma, te extraño Evans y apenas ha pasado un día, necesito tu sarcasmo.

Su llamada me alegró en su momento.

«Vaya amiga que tengo, no puedo pedir algo mejor que ella porque no lo hay»

— También extraño tu incoherencia, ¿Cómo va todo? — pregunté.

— Creo que bien, más sin embargo Fabián no deja de preguntar por ti.

«Fabián» ¿porque?

— No le digas nada. Ya hablaré con él después.

— Bueno, Evans. Te llamo luego, para que me cuentes detalles.

Luego, colgó.

Cuando terminé mi dibujo el sueño me invadía, me puse en una posición cómoda en ese sillón y cerré los ojos.

Sentí un calidez por todo el cuerpo, entre parpadeos logré reaccionar, Shawn me cargaba en brazos.

— ¿Qué estás haciendo? — susurré.
— Llevarte a la cama, ese sillón no es cómodo.
— Si lo es, ¿en dónde dormirás  tú?
— Contigo. Te recuerdo que está es mi habitación, quiero que pases la noche conmigo.

Me estremecí. Él lo notó.

— No te asustes, no pienso hacerte nada.

Apagó la luz y me ayudó a acostarme en la cama al instante se tumbó a mi lado.

Es extraño dormir con alguien en el mismo espacio, aunque técnicamente ya hemos dormido juntos otras veces en mi casa, no sé porqué lo hice pero de inmediato me acurruque en su pecho y él me abrazo automáticamente, no creí que lo hiciera pero de todas maneras se lo agradecí internamente.

Había tenido dos días intensos y creo que a veces ayuda el afecto de otra persona. Se siente tan bien, puede que exista algo mejor que  esto, pero a lo que yo he experimentado sustento que esto es mejor. Muy reconfortante.

— Descansa. Antes de que te duermas, quiero decirte que me alegra mucho que estés aquí — dijo gentilmente. Me emocionaron sus palabras que dormí con una sonrisa.

A la mañana siguiente, desperté antes que él. Me di el lujo de observar su rostro tan relajado al dormir. Sus rizos caían sobre su frente y como siempre sus pestañas me impactan. Sin ser tan consciente pasé mis dedos por su cabello, jamás lo había tocado. Fresco y suave como su piel, la rara necesidad de tocarlo se hizo presente más me contuve, no lo creí apropiado puede que él se moleste.

Al parecer ha dormido gratamente porque los pocos movimientos que he realizado provocaron ruido y él no se a movido. Tal vez sea muy temprano pero tengo que conocer la casa, pasaré tiempo aquí y no puedo quedarme encerrada en esta habitación.

No fue problemático dar con la cocina, la encontré al final del pasillo principal. Una cocina integral, cercas de esta estaba el comedor una mesa de cristal para ocho personas.

Una voz femenina me asustó.

— Tu debes ser Fátima — afirmó.
Asenti.
— Acabas de despertar  ¿verdad?

Volví a asentir. Ella me sonrió, tiene el cabello negro y rizado. Su piel podría decirse que es rosada, sus ojos son marrones como los míos.

Creo que tiene más de treinta años… luego me dijo que ayuda en los deberes de esta casa.

— Te prepararé el desayuno.

La seguí y me acerqué a la barra de la cocina, no pude evitar fruncir el ceño.

— No estoy acostumbrada a que me preparen el desayuno.

Me miró a los ojos.

— ¿En serio? ¿Por qué lo dices?

— Mi madre prepara el desayuno pero solo para mi padre y mi hermano, no es tan atenta conmigo.

No supe como interpretar su reacción. Me sirvió un plato de panqueques recién hechos.

— Debe ser difícil vivir con ella.

Le di la razón.

— Ni te lo imaginas. Aún así la quiero — si que soy ingenua con ese tema.

— En algún momento de la vida admitimos que queremos a nuestra madre, sin importar que.

Continúe con mi desayuno y hablando con ella cuando Shawn apareció, actuaba extraño: daba la impresión de estar nervioso y asustado.

Al verme sonrió tiernamente y se acercó hacía mí. Puso sus manos en mis hombros y con los pulgares hacía garabatos en mi piel, al instante me tensé. Experimenté una corriente eléctrica. Si que es potente el tacto humano, esa acción me lo confirma.

— Me has asustado — habló en un susurro.
—  ¿Ahora qué fue lo que hice?
Se acercó a mi oído.
— Desperté y no estabas. Pensé que te habías ido.

¿De verdad él pensaba eso? Shawn me miró por un buen rato para después volver hablar:

— Tengo curiosidad, es sobre el dibujo que realizaste anoche. ¿qué significa?

Dibujo, dibujo…¡Dibujo! Cielos, casi lo olvido. Mi dibujo del sol y la luna.

Le di un sorbo al jugo de naranja y respondí.

— Es una leyenda de Internet con la cual estoy fascinada.
Parecía interesado.
— ¿Podrías contarme?
Suspiré.
— Prometo contarla pero no ahora, es larga.

Él asintió y besó mi frente. No, no me puedo acostumbrar.

No tardó en aparecer James, muy campante como siempre. Él y Shawn se dedicaban miradas cómplices, también hablaban en susurros. Como si lo que hablaran fuera algo malo, secreto y nada que ver conmigo.

Hice la vista gorda.

Terminé enterándome que la mujer que preparó el desayuno se llama Diana.

— Hoy y mañana estaré fuera todo el día, pero prometo estar por la noche, también… — dejó la frase sin terminar.

Hice un gesto para que continuara, Shawn acarició mi cabello.

—…quiero invitarte a salir este sábado.

Su mirada al igual que la Diana y James se centraron en mí esperando mi reacción, terminé sonrojada.

— ¿Puedo negarme? — dije con sarcasmo.

— No en absoluto.

— De acuerdo, acepto.

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