CAPITULO 9

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" Ha pasado exactamente una hora, veinte minutos, cuarenta y cinco segundos y ya te extraño"

Es la tercera vez que leo el mensaje y aunque quiera no puedo dejar de sonreír. Pase un día espectacular con Jhon y cuando vino a dejarme al hospital, no quería bajar del auto, solo deseaba que me llevara a su casa, o a la mía, porque no y me hiciera suya una vez mas,
pero el deber me llamaba y es algo que no esta a discusión.

Por eso, aquí estoy medicando a una paciente que llego con un fuerte dolor de cabeza y esperando al especialista de radiografías para descartar cualquier anomalía.

—¿Sabe, cuando uno sonríe de esa forma es porque esta enamorado? —dice mi paciente, una Señora de 68 años.

—¿Usted cree? —sonrió con complicidad.

—La experiencia no se improvisa y ese brillo en sus ojos tiene nombre y apellido. ¿Cierto? —asiento y ajusto la vía intravenosa para que pase mas rápido. —Espero que sea muy feliz y sobre todo correspondida, Doctora.

—Gracias. —ella sonríe algo cansada —Ahora descanse, para que el medicamento surta efecto, dentro de poco le harán una radiografía —le explico, ella asiente y cierra los ojos. Salgo del cubículo y una de sus hijas entra hacerle compañía.

Una hora después tenemos los resultados de la radiografía y no son tan satisfactorios como habría deseado. Danna Lee tiene un tumor de veinte centímetros que le esta presionando el cráneo y la masa encefálica, por eso los dolores de cabeza, ver a sus hijos desplomarse ante la noticia de un posible tumor maligno, es lo mas difícil de ser medico.

Por lo que pude apreciar Danna es una excelente mujer, pero la ciencia siempre tiene algo que hacer y como dicen, la esperanza es lo último que se pierde. La referimos al departamento de Oncología del hospital y con Dios y la ayuda de la ciencia, sabemos que todo saldrá bien...

A las seis y diez de la mañana, cuando salgo del hospital estoy realmente cansada, ajusto mi abrigo ante la brisa fría y pongo mi gorro de lana. Mentalmente me lamento de no haber traído mi auto, así no tendría que caminar diez minutos hasta mi apartamento, cansada y con frío. Cruzo las puertas del hospital y me encaminó hacia la calle, cuando una camioneta se detiene a mi lado, baja el cristal y sonrió al ver de quien se trata.

-—¿La llevo a su casa hermosa doctora? —pregunta Jhon sonriendo. Asiento y me subo a la camioneta, me acerco a el y le doy un casto beso. —Buenos días.

—Buenos días, gracias por venir por mi. —acaricio su barba, lo que ya se me esta haciendo costumbre.

—Para mi es un placer —me da un piquito y pone el auto en marcha. —¿Como estuvo la noche?

—Bien. —digo sin mucho ánimos al recordar el diagnostico de Genevi. —¿Tu noche como estuvo?

—Después de dar muchas vueltas en la cama, pude dormir, aunque te confieso que me hiciste mucha falta. —me mira de reojo y le sonrió de vuelta.

Nos detenemos en una cafetería y pedimos desayuno para llevar, chocolate, café, waffles, huevos y algo de fruta. Luego nos dirigimos a mi casa. Abro la puerta y cuando Jhon deja las bolsas sobre la mesa yo me despojo de mi bolso y mi abrigo dejándolos sobre el sofá.

—¿Por que no te das una ducha mientras preparo la mesa? —Me dice Jhon. Yo asiento y antes de ir al baño le doy un tierno beso.

Ya en la ducha, el agua caliente recorre mi cuerpo y se lleva algo de cansancio por la larga noche. Unas fuertes manos masajean mis hombros y me dejo mimar, sus manos recorren el contorno de mi cuerpo y cuando llega a mis glúteos, me pega a su cuerpo desnudo, mojado y duro. Sus boca hace magia en mi cuello y me remuevo contra el.

No Huyas al amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora