Capítulo 9: La subasta

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Era tarde cuando el auto de Gerard Way se detuvo frente a la casa de los Iero, Frank se bajó despidiéndose cortésmente de la pareja que compartía besos en los asientos traseros y de Gerard, no despegó su mirada de los profundos ojos color esmeralda hasta que chocó de espaldas con la reja y avergonzado se volteó a abrirla.

— Adiós Gerard —murmuró para sí, entrando en puntillas a casa.

Al cruzar el vestíbulo camino a las escaleras notó que la luz de la cocina estaba prendida, obviamente no  era su padre, el médico le había prohibido las comidas pasado las 10 de la noche. Así que sólo podría ser su mamá.

— Buenas noches ¿Qué haces? —sonrió adentrándose en la cocina.

— No puedo limpiar esta cacerola, está toda quemada —contesto Linda sin despegar la vista de su trabajo, con voz irritada y moviendo sus manos enguantadas con parsimonia por sobre la olla.

— Son las doce menos veinticinco —Frank añadió acercándose a su madre y sentándose en la encimera junto a ella— Terminamos el té a las siete.

— Sé qué hora es, Frank —murmuró ella deteniendo sus manos y bajando la vista— ¿Cómo estuvo tu noche? —añadió ladeando levemente la cabeza.

 — La mejor noche de mi vida —contestó con una pequeña sonrisa en los labios, Linda lo miró enarcando las cejas y luego asintió desviando la vista nuevamente— Buenas noches mamá —dijo luego, entendiendo que el silencio de su madre ante la afirmación que había dicho, daba por terminada la conversación.

— Buenas noches… Frank —musitó ella luego de un rato, Frank ya estaba en su habitación y no logró oírla— Buenas noches… —agregó dejando caer la cacerola y los guantes, enjuagándose las manos y yendo luego a su habitación.

— Aparte de la magnífica interpretación en piano, habían dos violines, un violonchelo, dos violas, un arpa… —Frank murmuró con una sonrisa en los labios, dibujando garabatos en la pizarra.

— No quiero hablar sobre la música —Bob le interrumpió cruzando los brazos, frunciendo el ceño mirándolo divertido— Quiero saber que más había en el programa.

— Nada de eso Bob, fue un perfecto caballero —contestó con voz suave, reteniendo los recuerdos de la noche anterior— Incluso dijo que quería llevarme a diferentes lugares y mostrarme cosas…

— ¿Cosas? ¿En plural? ¡Dios mío! —exclamó Bob soltando una carcajada.

— Sabía que ese tipo de literatura, como Jane Eyre haría magia sobre ti eventualmente —Raymond, el profesor le dijo al entrar a la sala de clases. Frank se apuró en borrar los dibujos sin sentido que había estado haciendo con el trozo de tiza y Bob se levantó rápidamente para correr a su lugar— Asumo que por eso estás tan animado, Frank —añadió mirándolo con seriedad mientras ordenaba sus cosas sobre el escritorio.

— Jane Eyre y  su nuevo novio —Bob dijo entre risas, recibiendo una mirada reprobadora de su amigo.

— No tengo un novio, Bob —Frank murmuró sonrojado, sentándose detrás de él— Es sólo mi amigo.

— Tiene un auto modelo deportivo profesor Toro —se apresuró a decir Bob.

— ¿Podríamos llamarlo la viva imagen del Sr. Rochester? —el profesor inquirió con amargura— En el libro que leyeron hace poco daba una descripción perfecta del Sr. Rochester, si mal no recuerdan.

— Creo que debe ser tan ciego como el señor Rochester —bromeo Bob nuevamente.

— Puede que no hayan notado que intento apartar el tema de la escabrosa vida amorosa del señor Iero —Raymond murmuró deslizando una mano por su cabello— Y meternos en lo que nos incumbe. Y está claro con esta evidencia —dijo ahora, sacando una carpeta con hojas de su bolso y moviéndolas a los ojos del alumnado— Que la mayoría se preocupa del primero y casi nada de esto —comenzó a pasearse por los pupitres, repartiendo las pruebas revisadas— De mala gana tengo que admitir, que el señor Iero, es un experto en ambos —dijo entregándole su prueba— Excelente como siempre, Frank —añadió ahora, apegando su cabeza a la contraria y murmurando bajito.

love under rain ・ frerardWhere stories live. Discover now