Capítulo 7: La cita

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Frank aún estaba asombrado por la forma en que Gerard se había ganado a sus padres tan rápido. El viaje hasta el St’ Jhon’s fue largo pero la mayor parte del tiempo lo pasaron en silencio, los nervios estaban presentes en ambos y las palabras musitadas a medias habían arruinado completamente el momento.

La mente de Frank era un caos, sus ojos no dejaban de admirar lo bien que se veía Gerard y sus labios escocían por besar los contrarios. Sus pensamientos tomaban, cada ciertos minutos, un rumbo inalcanzable que era de vez en cuando interrumpido por un leve codazo y una sonrisa de Gerard.

Gerard por su parte moría por estacionar el auto donde fuese, mover los asientos para atrás y lanzarse sobre el menor a corromper su cuerpo y mente, comiéndole la boca y haciéndolo suyo. Pero no podía. Al menos no por ahora, ya habría tiempo para eso. Mucho tiempo. Sonrío. Además debía terminar de ganarse su confianza, ya que la de los padres, a pesar de sus nervios al llegar, había sido pan comido.

Al llegar al St’ Jhon’s se encontraron con la no grata sorpresa de que los estacionamientos estaban copados y la lluvia amenazaba por comenzar a caer. Gerard hizo una mueca, ya no sería una noche perfecta; pensó con desgana. Suspiró fuertemente y estacionó lo más cerca que pudo, a unos 300 metros de la entrada principal.

— Llegamos, siento haber estacionado tan lejos —le dijo haciendo una mueca y cerrando la puerta del conductor fuertemente.

— No te disculpes, está bien —sonrió Frank, mordiéndose el labio inferior e intentando no sonrojarse ante los delicados modales de Gerard para consigo.

Comenzaron a caminar junto al otro, intentando mantener la compostura, pero de pronto las gotas empezaron a caer y tuvieron que correr para no terminar completamente empapados, de igual manera, al llegar hasta las grandes escaleras del St’s Jhon’s, sus cabellos goteaban. Una vez estuvieron bajo techo, un par de ojos se posaron sobre ellos y en sus caras se formaron unas enormes sonrisas.

— ¿Llegamos tarde? —Gerard le preguntó a uno de ellos.

— No, pero pensé que nos perderíamos el comienzo, así entonces no valdría la pena esperar y podríamos ir a bailar o al tomar algo —dijo Bert cruzándose de brazos y enarcando una ceja con una sonrisa en los labios.

—Robert es uno de los espectadores más reacios de esta noche —comentó Quinn mirándolo de reojo y negando lentamente.

— ¡Hola! —Frank sonrió enormemente, parte de su nerviosismo era a causa de la pareja formada de hombres que estarían con ellos en la noche. Gerard le había comentado algo sobre ellos en el auto, pero no lo suficiente como para hacerse una imagen mental de esas personas. Aunque a simple vista se veían accesibles.

— ¡Frank, ellos son mis amigos! Robert —Bert se acercó a darle la mano a Frank con una sonrisa— Y Quinn —éste también se acercó a tomar la mano Frank entre las propias sonriendo ampliamente— Bien… —Gerard frunció levemente el ceño al ver que su amigo no soltaba la mano de su acompañante— ¿Vamos? —agregó comenzando a caminar.

Frank asintió rápidamente, sonriéndole de forma tranquila a Gerard y luego corriendo junto a Bert que lo esperaba para avanzar. Adentro el lugar estaba atestado de gente con enormes abrigos que caminaban de allá para acá con la nariz en alto, Quinn hizo un gesto con la cabeza y se alejó junto a Gerard para buscar una mesa, Bert tomó a Frank del brazo intentando llegar al mismo lugar pero por un camino menos complicado.

— Qué linda chaqueta ¿De qué material es? —Frank no se resistió a preguntar, desde que habían llegado estaba mirando el traje de Bert.

— De un tipo de seda —éste sonrió enormemente, tanto su novio como su amigo jamás tomaban en cuenta este tipo de detalles, Frank le empezaba a caer bien. — ¿Y el tuyo?

— No lo sé, supongo que de un material ordinario —se mordió los labios algo avergonzado.

— Si quieres podemos ir a comprar ropa algún día —Bert musitó y Frank asintió enérgicamente.

— Pero es demasiado caro para mí —agregó luego, buscando con la mirada a Gerard y sonriéndole al encontrarlo.

— No tienes que preocuparte del precio Frankie, si quieres algo sólo haz que Gerard te lleve de compras —sonrió Bert. Desde un tiempo hasta ahora se había acostumbrado a los pequeños lujos que el secreto trabajo en el que participaba a medias, donde los miembros principales eran Gerard y Quinn, le proporcionaba.

— Pero ¿Por qué querría Gerard llevarme de compras? —Frank ladeo la cabeza siguiéndole los pasos a Bert de vuelta a la mesa. Bert frunció levemente el ceño y le dio un golpecito en el hombro, sin proporcionarle mayor respuesta.

Los dedos de la pianista comenzaron a correr sobre las teclas y el corazón de Frank se aceleró, realmente amaba el piano y pronto sus latidos se acompasaron con las melodías del piano mientras sus facciones demostraban cuanto estaba disfrutando esto. Gerard por su parte dejaba sus ojos viajar entre el escote de la pianista, su excelente forma de hacer suyo el piano y Frank. No podía quitarle la vista de encima y es que con esa sonrisa se veía tan lindo. Moría por besarlo ahora, pero no. No.

Bert y Quinn morían por marcharse de ese velatorio. Su amigo les había dicho que era cosa de llegar, esperar un poco y luego marcharse a un pub, pero ya llevaban media hora viendo a esa mujer asesinar ese enorme piano y nadie pensaba moverse. Sus parpados amenazaban por caer y sin darse cuenta, Bert posó su cabeza en el hombro de Quinn, mientras sus dedos jugueteaban con los contrarios y sus oídos se mecían con la música en vivo.

— Gracias —susurró Frank siendo apenas audible, pero Gerard lo escuchó muy bien. Sus dedos viajaron hasta la mano contraria y se estrecharon débilmente, mientras ambos sonreían embobados por la pianista.

Unos quince minutos después el concierto de piano se dio por terminado y las personas comenzaron a correr hacia las tres salidas del St’ Jhon’s, Frank le dedicó otra sonrisa a Gerard, mordiéndose los labios en el intento de frenar las ganas que tenía de besarlo. Tuvieron que despertar a Bert y Quinn para poder empezar a hacerse un espacio hasta la salida.

— Reservé una mesa en Julliete’s —Gerard sonrió al pequeño grupo una vez estuvieron fuera, para su gracia la lluvia había cesado y la luna se veía hermosa sin ninguna nube opacándola. — Eso animará un poco la noche ¿No les parece? —agregó luego, mirando como sus amigos seguían bostezando.

— Eso espero —murmuró Bert rodando los ojos.

— Dios, siempre que escucho música clásica siento que estoy en mi propio funeral —Quinn sonrió tomando a Bert del brazo.

— ¿Eso era música clásica? —Bert se giró hasta su novio con el ceño fruncido.

— Sí, muy clásica —asintió este sonriendo— Lo más clásico que podrás encontrar.

— Juliette’s será entonces —Gerard interrumpió la plática, mirando a Frank de reojo que comenzaba a parecer incómodo.

— Dios quiera que no terminemos la velada hablando sobre nuestra mortalidad —Bert murmuró nuevamente, sonriendo cuando los labios de su pareja se encontraron con los propios y las miradas ajenas se posaron sobre los cuatro.

love under rain ・ frerardWhere stories live. Discover now