Capítulo 31: Respaldo

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Salió rápidamente del lugar, no quería seguir mirando su rostro, no sabía que podía pasar si perdía el control. En cuanto estuvo a la intemperie sacó un cigarrillo del bolsillo interior de su chaqueta y, con un poco de trabajo debido al fuerte viento, lo encendió.

— Niño estúpido… —masculló en voz baja, botando una bocanada de humo.

Se deslizó con paso rápido junto a su automóvil estacionado, no tenía ganas de conducir. El frío ayudaba a que se aclararan sus pensamientos. ¿Cómo era posible que estuviera pasando? Sabía que algo raro había pasado en la consulta del doctor, sumándole aquél desmayo y… incluso su ‘enfermedad’, las fechas desde aquella primera vez y las posteriores.

Todo calzaba. Había pasado en Londres.

Quizá antes de entregarle el anillo ¿Frank sabía lo que sucedía cuando aceptó casarse con él? ¿Lo había hecho sólo para asegurarle el futuro a esa… cosa?

Negó fuertemente. Frank era un niño tonto para las cosas comunes, su inteligencia alcanzaba sólo para los libros de texto y el arte. No era aplicable a la vida diaria… por eso había sido tan llamativo desde el principio. Frank no era un chico como todos y lo sabía. Frank no era como todos… esto lo comprobaba. Pero no era el único ‘especial’ con el que Gerard se había topado.

— No puede estar pasando, no de nuevo —apretó los párpados fuertemente. El cigarrillo le quemó los dedos y tuvo que dejarlo caer para encender otro. Sería una noche muy larga.

Gerard se había ido, lo había dejado sólo y no volvería eso estaba claro. Su cabeza daba mil vueltas por minuto, su cuerpo parecía querer ceder ante el estrés. Caminó con paso torpe hasta la salida, el frío viento lo sacudió violentamente. Parpadeó un par de veces al notar el automóvil de Gerard estacionado a pocos metros de la entrada.

Quizá sólo había salido a pensar, quizá lo estaba esperando en el asiento del conductor, con una sonrisa y lo llenaría de besos, quizá simplemente se había espantado…

Todas las esperanzas que había guardado por segundos, se desvanecieron a ver el volvo completamente vacío. Seguramente se había ido caminando… dejándolo completamente sólo.

¿Por qué había reaccionado de esa manera? ¿Es que no le alegraba la idea de tener una familia?

Le había propuesto matrimonio y lo único que falta para completar un matrimonio es un bebé. Y ellos lo tendrían en unos meses. Como si aquella vida en su interior pudiese entenderlo, sintió una leve sacudida en su abdomen, quizá producto de los nervios o el frío. Y una solitaria sonrisa se formó en su rostro.

— No es culpa tuya, bebe… —susurró acariciando su vientre plano— Es que papá está demasiado asustado, pero cuando te conozca… te querrá…

Su voz se apagó producto de las lágrimas, tuvo que afirmarse contra una de las paredes para no perder el equilibrio. Estaba cayendo la noche y no tenía idea de cómo volver a su casa. Tampoco podía contar con llegar a la casa de su amigo…

No tenía nadie a quien acudir. Estaba completamente sólo…

— Bert —el nombre llegó de inmediato a su cabeza. Él le había ofrecido su ayuda por si algo llegaba a ocurrir. Las palabras de Bert resonaban en su cabeza.

"— Y quiero que sepas que puedes contar con Quinn y conmigo, sea lo que sea… nosotros te apoyaremos… pase lo que pase, estaremos aquí ¿Sí?"

Habían sido tan explícitos, era obvio que creían que Gerard enloquecería y le daría la espalda si es que algo llegaba a pasar ¿Cómo no lo había visto antes? Y Quinn… Quinn estaba tan molesto cuando supo lo del compromiso, quizá no eran celos, era simplemente por protección ante aquel estúpido niño que había aparecido en sus tranquilas vidas.

Con las pocas fuerzas que le quedaban hizo parar a un taxi y, forzando sus recuerdos, lo guío hasta el departamento que Bert y Quinn compartían, aquel al que tantas veces había llegado junto a Gerard… oh… su mente parecía no tener recuerdos antes de él.

Siete dólares que traía en los bolsillos se fueron con el taxista y, usando su bufanda como protección facial para el violento clima, cruzó corriendo el tramo hasta la puerta en el segundo piso del conocido departamento. Tocó débilmente, pensando que quizá Gerard podría estar ahí…

Como se alegraría al ver que Frank había ido por su cuenta, lo abrazaría, lo besaría y quizá, incluso le negaría fumar para proteger a su futuro hijo o hija.

Pero no fue así, Bert abrió la puerta, vio sus ojos rojos y llenos de lágrimas y, sin preguntar nada, lo hizo pasar hasta la sala. El departamento estaba completamente vacío, no se escuchaban ruidos salvo el tenue sonido de un tocadiscos en la terraza. Luego de dejarlo solo sobre el sofá, Bert se dirigió a la cocina y a los minutos regresó con una taza de té de hierbas.

Posando una de sus manos en la espalda baja de Frank, le ofreció la taza y éste la tomó con un leve movimiento de la cabeza como agradecimiento. La bebió en silencio y luego, explotó en lágrimas.

Bert le acarició la cabeza suavemente, ofreciéndole su hombro para llorar, a los pocos segundos Quinn se asomó desde la terraza con gesto interrogante, su novio alcanzó a hacerle un gesto con la cabeza para que saliera del lugar y con una sonrisa, prometió contarle pronto que sucedía.

Ni el mismo podía adivinar qué estaba pasando, pero a juzgar por sus lágrimas y la ausencia de Gerard… no podía ser nada bueno.

A los minutos su llanto se calmó, pasando a ser un gemido de agonía. Su voz sonó ronca cuando habló.

— Gerard… —farfulló aun con la mejilla apoyada sobre el hombro de quien, meses antes, le había inspirado tanto miedo y desconfianza— Gerard… —repitió, incapaz de formar alguna frase coherente.

— Shh… —Bert lo alejó de su cuerpo, mirándolo a los ojos— Mañana habrá tiempo para hablar, creo que ahora necesitas dormir —sonrío— Vamos, te enseñaré tu cuarto.

Lo abrazó por la cintura para ayudarle a llegar al cuarto de huéspedes, temiendo que se desplomase si es que iba sólo. Con movimientos torpes logró quitarle la chaqueta fría y los zapatos, para luego acomodarlo en la cama.

— Gerard… yo… —tenía los ojos hinchados y el rostro sonrosado, probablemente había pescado un resfriado.

Bert le acarició el cabello suavemente, intentando acallar sus palabras.

— Descansa Frankie, yo no me iré a ningún lado… tendremos mucho tiempo para hablar mañana  —suspiró caminando a la puerta y cerrándola a sus espaldas.

La puerta se cerró, el cuarto estaba oscuro cuando abrió los ojos. “No me iré a ningún lado” le había dicho Bert y no supo si sería sensato creerle. Todas las personas en su entorno lo estaban dejando, todos se estaban marchando.

— No es tu culpa, bebe —susurró antes de quedarse dormido, las lágrimas seguían bajando copiosas por sus acaloradas mejillas.

— ¿Qué pasó? —Quinn habló en cuanto lo sintió acercarse por el pasillo. Bert tomó un largo trago de su copa antes de hablar, se acercó a su lado y pasó un brazo por la cintura de su novio.

— Gerard —dijo sin más, cerrando los ojos. Estúpido Gerard ¿Cuándo iba a aprender a ser un hombre? Ya estaba comenzando a hartarse de arreglar sus asuntos pendientes cada vez que se aburría de jugar.

— Hijo de puta —farfulló Quinn apagando su cigarrillo contra el mármol de la terraza. Suspiró fuertemente. Le había hecho prometer que no le haría daño al pequeño y aun así… Frank había llegado en esas condiciones donde ellos.

— Mañana habrá tiempo para solucionar asuntos pendientes —dijo Bert contra la piel de su cuello, ahora disfrutemos de los fuegos artificiales.

Y como si fuese el pronóstico del tiempo, una lluvia de luces de colores empezó a estallar en el cielo. Y el nuevo año comenzaba.

love under rain ・ frerardWhere stories live. Discover now