Capítulo 37: Comentarios médicos

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3 meses después.

— ¡Frankie! —Bert gritó por décima vez desde la sala, Quinn estaba en la terraza fumando. Ambos esperando a que Frank saliera para ir a la cita con el doctor.

No hubo respuesta alguna, y desde el interior de la habitación se escuchaban extraños quejidos. Bert frunció el ceño y se acercó por el pasillo, intentando imaginar lo que sucedía al otro lado de la puerta.

Frank se dejó caer finalmente sobre la cama sin ordenar, tenía sobre ella una decena de pantalones desechados y luego de exhalar un último suspiro, desechó el  número once. Se golpeó los muslos desnudos con las manos empuñadas y suspiró fuertemente.

Los malditos pantalones no le cerraban, ni uno sólo.

— Bebé… eres tan malvado conmigo, voy terriblemente atrasado a la cita con el médico y tú no cooperas —suspiró acariciando el pequeño bulto en su abdomen bajo. Los cuatro meses de embarazo hacían presencia en su cuerpo bien alimentado por dos cuidadores que no descansaban nunca.

— ¿Estás bien? —Bert preguntó a través de la puerta.

El castaño terminó de acomodarse la camiseta y, sin preocuparse de cubrirse las piernas desnudas caminó hasta la puerta. Con el rostro completamente rojo por el esfuerzo y el aire aun volviendo a sus pulmones, saludó a mayor.

— No me quedan —dijo divertido— Ninguno de los pantalones me quedan. Lo intenté pero… no cierran.

Lanzó una tímida carcajada, además de extraño la situación se le hacía demasiado cómica. Un par de meses atrás la mitad de esos pantalones le quedaban holgados en la cintura y en las piernas. Bert le devolvió la sonrisa y entró en la habitación.

— Si tan te quitaras el pijamas cuando estás en casa sabríamos que la ropa normal ya no te está quedando bien… —comentó resignado sentándose sobre la masa de jeans.

Frank se limitó a asentir y volvió hacia la cama, quedando frente al mayor, ambos sonrieron y éste posó sus manos suavemente sobre el vientre del muchacho, intentando sentir algo.

— Aun no se mueve —Frank respondió a la pregunta no formulada y se echó a reír.

— ¿Ni siquiera cuando se trata de su padrino? —Bert hizo un puchero, Frank se encogió de hombros.

— ¿Qué voy a hacer? —suspiró el castaño dejándose caer sobre la cama— No me entran y no puedo ir en ropa interior al doctor.

— Espérame aquí —dijo el de ojos azules y se puso de pie. ¿Dónde más si no? Pensó Frank, mirando como Bert abandonaba la habitación y volvía minutos más tarde con un par de pantalones de Quinn en sus manos— Si lo doblamos abajo te quedará bien —dijo pasándole el pantalón. Necesaria muchas dobladas.

Un cuarto de hora después y con los nervios a flor de piel, Frank acompañado de Bert y Quinn abordaron el nuevo automóvil de éste último. La pareja estaba sumida en una tranquila plática y Frank, completamente nervioso –y sin saber por qué– se instaló en medio de los asientos traseros, sin dejar de percibir aquella incomodidad que sólo una mirada fija encima de ti puede provocar. Negando con la cabeza volvió la vista a la ventana y le dejó de prestar atención al asunto. Era verdad que varias veces había sentido miradas extrañas durante las últimas semanas… ¿Pero qué importaba eso? Seguro era acción de su sub consiente, que daría lo que fuera por algo de atención de ese ser que tanto detestaba.

love under rain ・ frerardWhere stories live. Discover now