Capítulo 3: Aquel chico

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Narra Gerard

Los días pasaban y la cara del muchacho de hermosos ojos avellana y sonrisa tan peculiar seguía rondando en su cabeza. Cada noche recordaba la escena en su auto y las muchas cosas que le pudo haber hecho, pero que no hizo ¿Por qué?  Si tenía la perfecta oportunidad de violentarlo contra el asiento trasero, de hacerlo gemir su nombre ¿Por qué? Si acostumbraba a tomar lo que quería sin siquiera preguntar ¿Por qué con él tendría que ser diferente?

Se imaginaba como sería el muchacho de escasos años en la cama, como tendría esa longitud más abajo del ombligo, que tan suave sería el tacto de sus nalgas y cada vez que esto cruzaba su mente terminaba desahogándose en la ducha.

Poco le importaba la persona con la que compartía cama o la otra pequeña persona que dormía en la habitación de al lado. Poco le importaba que ésta persona le exigiera información, pidiendo saber cosas que no quería saber. Y cada vez que las voces comenzaban a subir de tono pegaba un portazo y se subía a su Volvo modelo Bristol y se perdía en las calles de la ciudad, siempre conduciendo por inercia hasta el mismo barrio, subiendo hasta el segundo piso del edificio y golpeando aquella puerta. Siempre respondía la misma voz, a veces agitada y otras, pacífica. 

Toco la puerta dos veces y luego de unos pocos segundos la puerta se abrió y una desordenada melena acompañada de una barba sin afeitar y unos brillantes ojos azules aparecieron por el pequeño trecho, una sonrisa cruzó el rostro del dueño de casa y abrió la puerta completamente dejándole pasar y cerrándola a sus espaldas, con un gesto de la mano le indico que estaba con ‘compañía’ y se dirigió nuevamente a la habitación, a terminar lo que había dejado inconcluso con su rubio compañero.

Sonrió ante los gemidos y maldiciones provenientes de la habitación y caminando hacia la nevera se hizo de una botella de ginebra, luego de una copa y sirviéndose se perdió en el balcón del apartamento, vislumbrando las luces nocturnas de la ciudad.

Y sonrió nuevamente al pensar que en algunas de esas luces podría estar el muchacho que le estaba robando el aliento. ¿Cómo dijo que se llamaba? Las palabras se mezclaban en su mente, sabiendo el quizá pésimo discurso que podría haber dado producto de los ¿nervios? En su primera plática. Suspiró al saber que era domingo y que al siguiente día sería el concierto que junto al su grupo de música el muchacho de ojos verdes daría en el colegio privado al que asistía. La idea de ir a verle apareció en su mente pero se esfumó fugazmente ¿Qué haría un adulto de 35 años sin nadie con un vínculo consanguíneo a quien visitar? Seguro sería extraño para algunos, quizá más extraño para los desconocidos padres del muchacho. Sacudió la cabeza bebiéndose el contenido de su copa y descartando definitivamente la idea de su cabeza.

— ¿Qué haces allá afuera, Gerard? —Bert salía del cuarto, sacudiendo su cabello húmedo y sonriéndole a su amigo.

— Esperaba a que ustedes terminaran en lo… suyo —movió las cejas sugerentemente, terminando el contenido de la copa y entrando nuevamente al apartamento— ¿Dónde está Quinn? —interrogó luego, preguntando por el paradero de su socio y amante de su mejor amigo desde hace unos seis años.

— Se está dando una ducha, entró después que yo así que tardará —sonrió mirando casi maternalmente hacia la habitación, sus orbes azules giraron rápidamente donde su amigo y tomó asiento en el sofá frente al que se encontraba su amigo— Y dime ¿Qué te trae por aquí? —inquirió, sabiendo que las muchas veces que su amigo iba a su departamento era para ocupar la habitación de huéspedes y tener sexo con la señorita o joven de turno.

— Se está comportando como una zorra últimamente —suspiró, ambos sabían a quien se refería— Además, hay alguien que me está quitando el sueño desde hace unos días —se picó un ojo y su amigo río en tono de burla.

— No me digas que te enamoraste…. ¡De nuevo! —agregó con una carcajada que fue coreada por Gerard.

— No lo digas así, suena hasta promiscuo —dijo con fingida inocencia.

— Pero no te atrevas a negarlo Way, sabes que tengo razón —sonrió y Gerard asintió una vez— ¿De quién se trata? ¿Ya lo han hecho? —se mordió los labios y Gerard comenzó a ordenar sus ideas para comenzar a hablar.

— Que no niego nada —hizo un gesto con la mano y luego desordenándose el cabello en un claro gesto de desesperación agregó— Lo conocí…

— Un muchacho —interrumpió Bert, haciendo un teatral énfasis en la palabra.

— Lo conocí hace pocos días, cuando iba de vuelta a casa, estaba lloviendo y él estaba parado esperando un taxi quizá —sonrió respingando la nariz— Llevaba una guitarra y me recordó a nosotros en secundaria —Bert río también, ambos habían tenido la intensión de formar una banda o algo, pero sus padres los habían hecho desistir— Le comencé a hablar como alguien respetable —se río de sus propias palabras— Le dije que si quería metiera su guitarra ya que parecía reacio a subirse al auto siquiera. Luego de caminar unas cuadras e intercambiar palabras, se subió a mi lado y wow Bert… el muchacho era perfecto —suspiró enormemente.

— ¿Edad? —pregunto haciendo una mueca, veces anteriores su amigo se había fijado en menores de edad y las cosas no habían terminado bien.

— No lo sé, pero por su uniforme y sus comentarios sobre la universidad ha de estar en último año, me imagino unos 16 o 17 años.

— Es un niño Gerard. —dijo cortante, haciéndole saber que no aprobaba eso.

— Lo sé, pero me da un buen presentimiento. No lo sé, como si fuese el amor de mi vida o algo así —bromeo.

— Hace cinco años dijiste lo mismo y ahora la tratas de “la zorra” —río Bert pero Gerard no le acompañó, su mirada estaba lejos y sus pensamientos también.

Luego de una larga conversación y unas cuantas copas demás, Gerard abandonó el departamento con una idea en la cabeza. Flores. Condujo hasta la florería más cercana que ya estaba a punto de cerrar, pagó uno de los arreglos florales más caros del lugar y dando la dirección de la casa donde había dejado al muchacho hizo el pedido para el día siguiente por la mañana.

La muchacha le pidió escribir algo en la tarjeta que el arreglo tendría y tomando el bolígrafo se inspiró.

“Frank, soy el psicópata del auto. Buena suerte con May en el concierto de esta tarde, aunque supongo que lo que menos te hace falta es eso. Me encantaría poder volver a mirarme a través de tus ojos.

                                               En mis pensamientos, Gerard.”

love under rain ・ frerardWhere stories live. Discover now