Era increíble lo bien que las niñas se llevaba entre sí y lo mucho que disfrutaban estando con Steve, el hijo de cuatro meses de Bert y Quinn. El pequeño era la viva imagen de Bert, su barbilla, sus ojos, su pequeña nariz y el cabello rubio que sus dos padres compartían. Quinn no despegaba los ojos de sobre el pequeño e incluso cuando estaba completamente bañado en comida, seguía jugando con él, hablando con esa vocecita que para cualquier otro hubiese parecido ridícula, pero que para su Bert, era lo más adorable del mundo.
— Tenemos que irnos —dijo Frank, mirando como Quinn intentaba arrebatarle un pequeño avión de juguete al pequeño mientras Lily y Cherry aplaudían y gritaban— En un par de días comenzaré mis estudios nocturnos para finalizar el último año de la secundaria y necesito toda la energía necesaria.
— ¿Cómo lo harás con las niñas? —le preguntó Bert, intentando retener la risa en sus labios al ver la imagen sobre la alfombra, Frank río también.
— Mi mamá va a cuidarlas cuando yo no esté, me voy de lunes a viernes y el horario es de 7.30 a 11 de la noche, a esa hora las niñas duermen, gracias a Dios —agregó con un suspiro. Bert sonrió.
— Ya sabes que cualquier cosa puedes contar con nosotros dos ¿Cierto? —Frank asintió, vaya que lo sabía. Les dio un último abrazo a sus dos amigos y se despidió del pequeño Steve antes de salir con Lily y Cherry, de casi dos años ahora, una tomada de cada mano.
Desde hacía un tiempo había encontrado un atajo entre su casa y la de los chicos, que le acortaba casi media hora de camino. Realmente era complicado llevar a las chicas en el transporte público y no tenía ganas de pedirle a su padre, que cada día estaba más gruñón producto de la enfermedad que le estaba afectado los riñones, que le enseñara a conducir.
Lo único malo de aquel atajo era que pasaban por un pequeño parque con un par de juegos y siempre, pero siempre tenían que detenerse a jugar. Aquellas niñas sí que eran tercas para ser tan pequeñas. Siempre era Cherry quien comenzaba con los berrinches y luego de un rato le seguía Lily, quien parecía ser la más tranquila de ambas. Y siempre, después de casi 5 o 10 minutos de llanto y patadas, Frank cedía y pasaban al parque, se sentaba en un pequeño banco y miraba como las niñas jugaban.
Aquel día no fue la excepción, pero tenían que marcharse ya porque en cualquier momento comenzaría a llover y eso no era bueno ni para él ni para las niñas. Cuando una nube cubrió el sol por completo y el viento empezó a ser más violento, Frank se levantó para ponerle un abrigo a cada niña. A pesar de cargar un bolso tan pequeño con él parecía estar lleno de todo. Todo.
— Solo unos minutos más y nos vamos a casa ¿Está bien? —dijo mientras terminaba de abotonarle la chaqueta a Cherry.
— Paaaaapi, por favor —replicó Lily, esas eran sus palabras favoritas junto con ‘chocolate y Cherry fea’. Frank sonrió, la otra persona más terca que conocía aparte de esas niñas era él mismo.
— Paaaaapi —la coreó Cherry y Frank se vio en un apuro. Se pasó una mano por la barbilla, como si estuviese pensando en algo muy complicado y luego habló.
— Media hora y que no se hable más ¡A jugar! —dijo poniéndose de pie y regresando a su banco que ahora estaba más frío.
Era obvio que la media hora pasaría volando y Frank, completamente resignado siguió sentado ahí, las chicas parecían completamente concentradas en algo que escapaba de su imaginación. Demasiado concentrado en sus próximas clases, en el jarabe de las 8 y media y en la enfermedad de su padre, no notó cuando alguien más se sentó a su lado y completamente absorto miraba a sus hijas.
Poco a poco Frank alzó la mirada, era raro que aquel tipo respirara tan despacio, que oliera a aquel perfume y que hiciera latir su corazón de aquella manera. Miró a sus hijas primero, las chicas seguían jugando y luego giró la mirada.
Ahí, en aquel mismo parque, en aquella misma banca estaba Gerard. Ahora lucía un par de canas en el nacimiento del cabello, tenía una sonrisa triste en los labios, pero a diferencia de eso lucía exactamente igual que la última vez que lo vio. Parpadeó varias veces antes de volver a respirar.
Realmente no esperaba siquiera volver a verlo. Frank había dicho que no le negaría jamás ver a las niñas, pero nunca, en esos casi dos años lo había vuelto a ver. Se había resignado a decirle adiós de su vida y ahora… ahora estaba ahí, junto a él, mirando de aquella manera tan boba a sus hijas. A las hijas de él. A las hijas de ambos.
— Ella es Lily ¿Verdad? —Gerard preguntó apuntando a la niña correcta, Frank frunció el ceño preso por la sorpresa y asintió. Iba a preguntar ‘Cómo lo sabes’ pero Gerard sacó una foto, recordaba que Quinn la había tomado cuando estaban en el hospital, la foto estaba completamente arrugada y parecía tener un millón de años, pero los tres rostros seguían notándose a la perfección.
Frank sonrió sin saber por qué y su mirada se posó en el rostro de Gerard, quien ahora miraba la foto y a las pequeñas. Al notar que Gerard no había visto su respuesta dio un simple ‘Sí’, estaba realmente sorprendido.
— Son hermosas, cómo tú —dijo Gerard, ahora volteándose a mirarlo. Frank desvió la mirada hacia las niñas y murmuró.
— Lo único que sacaron de mi es la personalidad, lo demás es todo tuyo —contestó dedicándole una sonrisa. Gerard sonrió también. Después de tanto tiempo, estaba sonriendo.
Frank no sabía qué decir y realmente sentía que no hacían falta más palabras, no había notado que seguía sonriendo a pesar de que habían pasado varios minutos desde que habían hablado. Volvió a mirar a las niñas, no se habían dado cuenta de nada.
— Siempre te quise, lo sigo haciendo —murmuró de pronto, Frank frunció el ceño y lo miró confundido— Lamento tanto haber sido un idiota, no sabes lo mucho que me arrepiento al no haber estado ahí para ti.
— Eso ya pasó Gerard, de una u otra forma… maduré y ahora tengo a estas dos hermosas niñas conmigo, no importa nada más. Y no necesitas pedir perdón, te perdoné hace mucho —sonrió poniéndose de pie.
Caminó hacia donde las niñas porque habían comenzado a caer pequeñas gotas de lluvia, Gerard seguía ahí sentado, mirándolo sin decir nada.
— Okay, mucho por hoy. Lily deja de ensuciar a tu hermana, Cherry no le tires el cabello a tu hermana —luego de un rato logró separarlas y tomó nuevamente a una de cada mano, regresando al camino de piedra.
Le dedicó una última sonrisa a Gerard antes de darle la espalda, pero éste habló de pronto y Frank se giró nuevamente hacia él, mirándolo. Las niñas lo miraban también.
— Quieres… me pregunto si querrías salir a tomar algo conmigo, un día de estos ¿Qué dices? —preguntó, su voz temblaba. Frank se tardó bastante en contestar.
— Está bien, supongo ¿Dónde?
Gerard río, Frank también. Sabía exactamente dónde.
— En el Julliete’s a las 7. Éste viernes. —dijo simplemente, Frank asintió.
— Díganle adiós, niñas —murmuró Frank y ambas pequeñas se despidieron haciéndole un gesto con la mano libre al desconocido en el parque.
Frank se despidió también e intentando atravesar el parque sin mojar a las niñas, desaparecieron del campo de visión de Gerard. Quien seguía mirando hacia el punto en donde habían desaparecido. Casi tres años atrás, en esa misma fecha, lo había visto por primera vez y le había ofrecido llevarlo en su automóvil.
Qué diferentes eran las cosas ahora, pero la sonrisa de Frank había vuelto a ser la misma.
Le dio un último vistazo a la fotografía que guardaba dentro de su chaqueta, la besó y abrió su paraguas para comenzar a caminar en sentido contrario. Su vida volvería a tener sentido a partir del viernes, podría jurarlo.
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love under rain ・ frerard
Hayran Kurgu| MPREG | Frank es el hijo modelo, con excelentes calificaciones y grandes sueños de ir a Oxford. Gerard es un misterioso hombre de 35 años quien junto a sus negocios y llamativos secretos luce demasiado llamativo ante los inexpertos ojos de Frank...