Frente al pozo.

4.1K 472 6
                                    

El primero en llegar a ella fue el hanyou.

La levantó e hizo que la castaña apoyará su cabeza en su pecho.

—¿Qué fue eso?

—No... Lo... Sé.—Logró articular con dificultad.—Llévame... hacia... Kaoren.

—Pero...—Calló al ver la súplica silenciosa en los ojos cansados de la chica.

La tomó en brazos y la sentó junto al kitsune mal herido, cortó la palma de su mano nuevamente e hizo que bebiera un poco de su sangre... A los pocos minutos la herida de Kaoren se había cerrado completamente.

—Increíble...—Susurró Akari arrodillándose frente a su compañero.—Domo Arigato...

—Azul, hay que llevarte a la aldea, no te ves muy bien.—Dijo la azabache preocupada por su amiga.

—Estoy... Bien.—Intento levantarse por sí misma, pero sus piernas flaquearon y cayó se nuevo.

—Eso no es estar bien.

—Cállate Miroku.

—Kagome tiene razón, hay que llevarte con Kaede-baba.—La taijiya apoyo a su amiga.—Por cierto... ¿Como hiciste eso?

La ojigris frunció el ceño, tratando de recordar algo.

—Realmente no lo sé.—Volvió a querer levantarse, pero esta vez antes de volver a caer al suelo Inuyasha la sostuvo de un brazo.

—Te llevaré con la anciana Kaede.—Dijo de nuevo tomándola en brazos, sintiendo una mirada sobre el.

—Dije que yo puedo ir so...—Antes de terminar la frase cayó desmayada.

Todos miraron con desaprobación al kitsune blanco.

—Era mejor así, necesita descansar.—Asintieron.

**

Caminaba fuera de la aldea humana, detestaba estar en ese lugar. Jaken había montado, junto con el pequeño Kohaku, un campamento cerca de la aldea. Rin y Kohaku fueron con la taijiya, mientras el se alejaba y veía los alrededores.

Aún no entendía como esa humana había logrado convertirse en un youkai, más en específico, en un kitsune... Pero eso lo averiguaría pronto.

No podía dejar de pensar en esa humana, en sus ojos extremadamente expresivos,
en su forma de ser y la forma en que protege a los demás humanos con los que viaja. Y eso lo perturbaba, Yako se encontraba inquieto en su interior, más de lo normal... A causa de esa humana.

Percibió su aroma y... Olor a tristeza. Se dejó guiar por su olfato... La encontró, ella estaba sentada frente al pozo devora huesos, abrazando sus piernas y escondiendo su rostro entre estas mientras lloraba... En todo el tiempo que lleva conociendo no la había visto así, tan... Triste, tan indefensa.

Llevaba unas prendas extrañas, la parte superior de su traje descubría sus brazos, mostrando marcas en su brazo izquierdo, marcas que él mismo había echo peleando contra ella. La parte de abajo cubría solo hasta sus rodillas, mostrando sus piernas blanquecinas.

—¿Qué haces aquí?—Preguntó sin levantar su rostro al darse cuenta de su presencia.

—Deja de hacer eso. No me gusta ese olor.—Fue lo que le respondió.

Por alguna extraña razón detestaba ese olor en ella.

—Si no te gusta puedes irte por donde viniste.— Incluso en ese estado se atrevía a enfrentarlo.

Se acercó a ella y levantó su rostro, dejando su mano sosteniendo su mentón y obligándola a mirarlo... Ella apartó la mirada mientras sus mejillas se tenían de un rosa pálido.

—Humana...—Dijo a modo de advertencia.

Eso sólo la enfureció, se levantó de un salto y lo miró con rabia, incluso estaba llorando más.

—Humana esto, humana otro, tengo nombre maldita sea...—Grito sintiendo su rostro arder del coraje.

No le importaba hacer enojar al youkai, es más... Si se le ocurría atacarla no se defendería, tal vez le hiciera un favor y la matara.

El youkai solo la observó y se sentó frente al pozo, ignorandola... Ella lo miró sin poder creerselo y se dejó caer, frente a él.

—Deberías llamar a los demás por sus nombres.—La chica río.

—Lo dice quién se la pasa llamándome humana, ¿Enserio?—Seco las lágrimas de sus mejillas y miró al cielo.

Jamás había visto un cielo tan estrellado, salvo cuando visitaba a sus abuelos, lejos de la ciudad.

Suspiró con pesadez, no tenía que acordarse de eso.

Se abrazó a sí misma al sentir una ráfaga de aire helado.

—¿Como lograste hacer eso?

—Ya les había dicho, no tengo idea.—Suspiró haciéndose bolita en su lugar.—Solo... Cerré los ojos y después... Ya era una kitsune.

Se levantó, dispuesta a irse de aquel lugar y dejar al dai youkai solo, pero para su sorpresa está la volvió a sentar, junto a él.

"¿Qué acabo de hacer?". Pensó el ojidorado frunciendo el ceño.

Esa chica extrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora