El ataque del hanyou.

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Los chicos observaban horrorizados como Inuyasha asesinaba a los bandidos con sus garras, sangre era lo único lo veía, busqué con la mirada a tesseiga, y la encontré cerca de la gran roca donde Inuyasha minutos atrás estaba atado.

—Kagome...—Habló Inuyasha en un gruñido, acercándose a los chicos y gruñendo con más fuerza al ver como Miroku y Sango protegían detrás de ellos a Kagome.

Ay no, los va a lastimar.

Logré cubrír con mi daga (ahora convertida en espada) el ataque de sus garras, el sujetó con fuerza​ mi espada sin importarle el hecho de que se estaba cortando a sí mismo.

—Inuyasha, onegai reacciona.—Dije con dificultad.

Él sólo gruñó más y se alejó unos metros para después abalanzarse sobre mí.

—¡Azul, cuidado!

Esquivé el ataque con dificultad y me acerqué a él, necesitaba darle a tesseiga para que volviera a la normalidad... Me acerqué muy lentamente, tratando de no alarmarlo, cuando vió a tesseiga gruño con más fuerzas y corrió hacia mi.

Esta vez no pude hacer nada.

Narrador omnipresente.

Con sus garras había atravesado el estómago de la chica.

—Inu... Nii... Chan...—Las orejas de Inuyasha dieron un tirón mientras parpadeaba un par de veces, recuperando el brillo dorado en sus ojos y observando horrorizado lo que acababa de hacer.

—N-Nee...

La chica sonrió.—Volviste... a ser tú...

Se dejó caer de rodillas con las manos en su estómago, sintiendo como su cuerpo vibraba y sus sentidos se agudizaba.

No... Aún no había muerto.

Sesshomaru corría entre el bosque, siguiendo su aroma, hasta que percibió su sangre... Corrió más de prisa y se encontró con una escena que hizo que la bestia dentro de su interior rugiera de coraje.

Inuyasha atravesando a la humana con sus garras.

Observó cómo los demás humanos se acercaban a ella corriendo... Hasta que lo percibió, su aroma estaba cambiando.

—Alejense.—Susurro la castaña.

No, no, no, esto no podía pasar, se levantó como pudo, sin despegar las manos de su estómago ensangrentado, sentía que sus uñas crecían y eran cambiadas por filosas garras, sentía un par de colmillos crecer en su boca... Sabía que dentro de poco no sería ella.

—¡Alejense!—Grito está vez, dejándose caer de rodillas nuevamente cuando su vista se volvió toda roja.

—Muchachos alejense ahora.—Escucho que decía Inuyasha y después sintió sus manos en sus hombros.—Azul... Te... Te estás transformando.

Una de las manos de la chica sujetó su mano, y ante la mirada atónita de todos lo lanzó contra la gran roca donde lo habían encadenado, el rompiéndola.

Ella ya no tenía el control. Estaba dispuesta a matarlos, hasta que alguien se interpuso.

—Así que a esto se refería el árbol sabio.—Murmuro bloqueando el ataque de, la ahora youkai.

—Azul, reacciona por favor.—Grito el pequeño kitsune preocupado por su amiga.

La pelicastaña llevó ambas manos a su cabeza y se alejó unos metros.

—No... Se acerquen.—Logró articular.

Ante la mirada sorprendida de todos, una niña con un kimono naranja corrió y abrazó a la youkai.

—Rin... Alejate...—Enterró sus garras en sus brazos, intentando controlarse por más tiempo.

—Señorita Azul...—Unos brazos la rodearon​ con suavidad.

Sus garras y colmillos dejaron de notarse tanto, sus ojos volvieron a su color original y se dejó caer en la tierra con las manos en su estómago, respirando con dificultad.

Se destransformó en un youkai, pero ahora era una hanyou, una hanyou con una gran herida en su estómago.

—Arigato.—Agradeció a la pequeña con una sonrisa débil.

Todo había pasado ya.

—Nee-Chan.—Los brazos de Inuyasha me rodearon e hice una mueca.

—Itai...

Esa chica extrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora