No había mucho que decir se Crocodile, no lo veía hace años desde que el decidió convertirse en pirata y irse lejos de casa, dejando todo de lado sin importarle el sentimiento que dejo roto en aquella pequeña chica pero jamas la olvido, jamas olvido lo que había dejado en casa.
Cuando volvió a su isla, todo el mundo, excepto los mas ancianos que lo conocían se escaparon de su camino, entro a un viejo bar y vio a la señora que atendía.
—Pequeño Croco—Grito la mujer pelirroja mirando al hombre que suspiro algo cansado por el viejo apodo pero no le importo que ella lo abrazara como a un viejo amigo.—Te ves terrible—Susurro ella riéndose con aquella risa que causaba nostalgia al hombre.—Seguro la buscas a Amelía, ella ya no trabaja aquí desde hace años Croco-kun, esta en la vieja casa de sus abuelos.
Crocodile siempre le encanto que aquella mujer supiera que necesitabas y porque así que solo agradeció y le dijo a Mr. 1 que lo acompañaba desde el principio, que se quedara ahí y tomara algunas copas, aquella parte era algo que solo el quería enfrentar.
Salio del viejo bar y camino por las calles de tierra del viejo lugar, saludo a algunos ancianos y sin duda le gusto que le dijeran que estaban algo orgullosos de el por haber llegado a tanto y seguir vivo.
Al llegar a aquella vieja casa, pequeña y alejada del pueblo, casi se larga a llorar por la rabia de haberse guardado tantos sentimientos, toco la puerta varias veces pero el silencio lleno su alma.
No duro mucho ya que escucho algo caerse algo detrás de el, al girarse la vio, su cabello ya no era largo como antes lo tenia corto y vestía un lindo vestido azul y unas botas cortas.
Hubo unos segundos en silencio y ella corrió hacia el entre llantos, el la alzo en el aire.
—Cr-Croco—Susurri ella aferrándose a el, desacomodando a su viejo amigo que la atrapo y sonrió ante su dulce voz.—Volviste! Croco
Al sentir sus labios sobre los de el no dudo en responder, esos besos tímidos que se daban de niños cambiaron ante unos besos húmedos.
Ella lo hizo entrar a casa y le sirvió te, prohibiéndole fumar dentro de la casa, el acepto solo porque era ella.
Hablaron toda la tarde y ella se reía de sus cuentos. Crocodile era feliz cuando ella estaba a su lado, después de tanto tiempo verla y tenerla frente el era lo mejor que podía ver en tanta oscuridad que lo rodeaba hace tanto tiempo.
—Es bueno que te venciera, así se te bajaron los humos de importante—Susurro ella cuando le contó sobre su lucha en Arabasta. El suspiro pesadamente pero no dijo nada, tenerla así de cerca sonriendo le bastaba para ser feliz por un tiempo, un largo tiempo mas.—Te quedaras mucho?
—Si, hasta hartarme de ti.
Próximamente: Bartolomeo