Capítulo II

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Royse con los años se convirtió en alguien en quien poder confiar ciegamente. Minerva creció y se volvió una muchacha bella y astuta que tenía una inmensa curiosidad por conocer al mundo y a las personas. 

Cualquier detalle nuevo que ocurriera en los alrededores del castillo, suponía algo destacable para Minerva. 

A primera hora de la mañana su padre iba al campo, y no volvía hasta el atardecer, y a veces hasta que la luna aparecía en el firmamento.

Especialmente en tiempos de siembra, su padre era cuando más estaba fuera de casa, así que Minerva gran parte de los días solo tenía la compañía de su querida cuidadora, que se había convertido en una verdadera confidente para ella. 

Royse siempre tenía unas palabras afectuosas para la niña, y unos brazos que le daban el consuelo que necesitaba cuando la pequeña se sentía mal. Cuando estaba enferma, era la persona que estaba al lado de su cama, que le cantaba canciones de nana y se inventaba historias imaginarias de príncipes y princesas, para hacerle sonreír. 

Vladimir parecía haber envejecido de la noche a la mañana. Nada había vuelto a ser igual para él desde la pérdida de Gadea. Por mucho que lo intentaba el pasado le abrazaba, y aunque se aferraba a pensar en que la sonrisa de su hija era lo más preciado que le quedaba, las lágrimas, a veces, tenían tanto peso que retenerlas no era posible. 

Minerva se convirtió en una niña encantadora. Con la compañía de Royse, percibía complacida los cambios que la niña iba experimentado, y que tal y como su madre había pronosticado, se estaban cumpliendo. Cada día su belleza era más radiante. Aquellos cabellos dorados como el oro y brillantes como el sol, enmarcaban un rostro en forma de corazón y resaltaban unos ojos azules aguamarina que parecían zafiros. Su piel, blanca como la porcelana era el toque final para que aquella niña pareciese una muñeca. 

Pronto su padre pensó en que había llegado el momento en el que encontrar alguien para su hija, ya que estaba seguro que habrían muchos hombres que estarían encantados de tener a aquella dama con ellos, y además, Vladimir quería un buen porvenir para su hija, y aquel futuro, no se encontraba en aquella cabaña, donde vivían de la caridad de los dueños para los que trabajaban. Aquel no era un buen destino para una hija como aquella, así que Vladimir rezaba constantemente para que llegase una persona que amase a su hija y que le pudiese ofrecer la calidad de vida que la niña necesitaba. 

—Pero Vladimir, ¡cómo osas pensar en casar a la niña! Sólo tiene catorce años—dijo Rosye cuando tuvo conocimiento de las intenciones del padre, ya que en la corte los rumores, por mínimos e insignificantes que fueran, se esparcían con mucha rapidez. 

—Ya tiene la edad para encontrar a un buen marido—dijo Vladimir—pronto yo ya no estaré, pues quién sabe si el día que menos lo espere muera de una fiebre, y entonces la niña estará sola en el mundo. Así que necesita una buena compañía, alguien que tenga cuidado de ella y que la sepa amar tal y como se merece. 

—Sigo insistiendo, en que es demasiado pronto para pensar en casar a la niña. Al menos, espere dos años. 

—¡Dos años es demasiado tiempo!—protestó él—Una buena mujer debe de estar acompañada por un hombre, y me opongo a las personas que piensen en contra de estos principios. Las mujeres para valer en todo su esplendor, no es sino, con la compañía de un hombre. 

—Perdóneme que discrepe con lo que piensa—dijo Rosye que a base de hablar con Vladimir había aprendido que a veces tenía algunos pensamientos tercos y a menudo, las confrontaciones en las formas de pensar habían generado más de una disputa entre ambos—, pero no considero que lo que Minerva necesite para brillar, sea ninguna presencia masculina a su lado. Es más, ¿no recuerda todo lo que le prometió a su esposa?—Vladimir entrecerró los ojos, recordando lentamente aquel funesto día; Rosye volvió a tomar la palabra—le prometió que la niña tendría una buena educación. Y este, déjeme decirle, que es uno de los pilares que Minerva debería tener para brillar en todo su esplendor. Su potencial no debería estar determinado por su posicionamiento social. Ella va a ser una mujer poderosa, y no necesita a ningún hombre para lograr tal hecho. —Se cruzó de brazos, y tomó asiento en una silla que cojeaba por una pata, Vladimir observó a la mujer, y continuó pensando en que ella no tenía razón, pero muy a su pesar, tuvo que admitir que tal vez, había llegado la hora de pensar en la educación de la niña. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora