—Minerva, ¿crees en el amor?—preguntó él. La chica le observó con cierta extrañeza, ¿ella creía en el amor?, ¿en aquella emoción que Royse le había intentado describir varias veces pero que ella creía que era algo abstracto y efímero que nunca antes había notado? Si ella supiera qué era el amor, hubiera notado aquel hormigueo en el estómago, o su corazón latiendo un poco más rápido, creía. En cierta manera, pensaba que en el momento en el que el amor llamase a su puerta, de inmediato lo sabría. No cabría duda. Pero aquella pregunta, viniendo de Santiago, le desubicó y le hizo plantearse porqué se lo estaba diciendo a ella.
—No lo sé—dijo ella varios minutos después, que estuvieron bañados en un absoluto silencio entre ambos—, no puedo saber si creo en algo que no he sentido todavía. Intentar describir el amor es absurdo, a veces creo que esta emoción solo se siente en los libros, aquellos en los cuales la princesa pide con fervor que llegue su príncipe, aquel que le haga ver la vida como una fiesta, y cada día que pasa le muestre mil formas de sonreír. Yo no espero a ningún príncipe. No tengo necesidad de que alguien me diga que me ama, porque yo sé que hay gente que me quiere, y eso es lo único que necesito.
—Pero es bonito que de vez en cuando te digan que eres hermosa, o que te quieren, ¿no lo piensas?—preguntó Santiago, no sin cierta sorpresa ante las palabras de ella.
—Es prescindible. Durante casi quince años he vivido sin que nadie me dijese que me quería, y podría vivir así durante muchos años más, por la razón de que no necesito que alguien me diga que me quiere, sino que lo que siento que es vital, es que se demuestre con hechos, y no con palabras que el sentimiento es puro y real.
—Entonces... ¿me permitirás que te demuestre que te quiero?—dijo él y ante sus palabras Minerva no supo cómo reaccionar, así que por unos instantes permaneció muda. Nunca nadie le había dicho aquellas palabras, ¿qué tenía que hacer ella?, ¿corresponderle?, ¿decirle que ella también le quería aun sin estar al ciento por cien segura?, aunque ante tantas dudas, optó por quedarse sumida en el silencio, como si así, esperase que gracias a no mediar ninguna palabra, el tiempo se adueñase de la conversación.—Eres una joven realmente hermosa—dijo y de nuevo Minerva desvió la mirada sin mediar palabra—, estoy seguro de que tus familiares ya estarán pensando en casarte con alguien, y seguramente la persona que escojan, no será el pretendiente que mereces. Con esto, no quiero ni mucho menos, decir que yo sea el indicado, puede que no lo sea, puede que de príncipe, tenga una corona de fierro y no de oro como lo mereces tú. Pero sé qué te puedo ofrecer algo que los demás jamás, ni en mil años podrían darte, y eso, es amor. En contra de lo que se pueda pensar, aunque mi familia sea rica, yo no comparto su fortuna, de hecho, no vivo en Carcasona, sino en Lyon, pero he permanecido aquí más días de la cuenta, y la única razón, eres tú. No tengo ningún palacio, sino un hogar humilde, pero sé que podríamos ser felices. Siento que desde el primer momento en el que te vi, eras todo aquello que sin saberlo, yo estaba buscando. Supe, desde que vi aquellos ojos que parecían ocultar galaxias en sus pupilas, que tú eras la mujer por quien pelearía las más feroces batallas, con la intención de volver sano y salvo a casa, por estar contigo. Sé que no soy ningún hombre valiente, no encabezaré nunca ninguna lucha ni batalla, pues no creo en ellas. Creo, al igual que tú, que lo que libera a los humanos, es el conocimiento y el saber. Conozco qué es vivir sin madre, puesto que la mía me abandonó a la tierna edad de tres años, y mi padre, alcohólico sin remedio, terminó cayendo por un acantilado una madrugada, así que si bien, jamás he tenido quejas de nada que me faltase, siempre he tenido carencias afectivas, yo siempre he tenido a tía Julieta a mi lado, y ella se convirtió en mi madre y me hizo ser quien soy hoy. Te habrás fijado que soy tan diferente a mi primo Aloys, que parecemos de diferentes mundos... Él es un ser materialista y despreciable, mientras que yo rehúso a todo aquello que es mundano, porque lo me hace feliz, son cosas que no se pueden comprar con dinero, y eso, precisamente es tu mirada y tus sonrisas—le acarició la mano, tras sus palabras, Minerva sentía la garganta seca y los ojos humedecidos al comprobar todo el afecto que sus ojos transmitían, sin duda, aquello era cierto.
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Minerva [#GanadoraGOBA17]
Historical FictionNacida en el seno de una familia de campesinos, Minerva vive en una pequeña cabaña en Carcasona, en la Francia posterior a la Revolución Francesa, en compañía de su padre Vladimir, y Royse. Paralelamente a su hogar, se encuentran Wilky y Julieta, su...