Capítulo XVII

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Aloys y Georgio partieron a las cinco de la madrugada. Aloys iba a lomos del caballo Prince, y Georgio de Ambar. 

—¿Tienes una idea de a dónde habrán podido ir?, ¿sabes si a Minerva le hacía ilusión ir a algún lugar en concreto? Tal vez esté allí—habló Georgio. Aloys recordaba el momento en el que se despidió de su madre, las abundantes lágrimas que ésta había derramado, pero no eran de tristeza sino de felicidad, porque veía a su hijo seguir sus consejos y dejarse guiar por tan profundos sentimientos. Se sintió orgullosa de ver que su hijo luchaba como un verdadero caballero por aquella dama de quien llevaba años enamorado. 

—No lo sé. En realidad, en algunos momentos pienso en que sabía tan pocas cosas de ella, que a veces creo que en el fondo no la conocía ni lo más mínimo—respondió él sintiendo cómo la nostalgia le embargaba. 

Los primeros rayos de sol se filtraban entre las nubes y caían sobre los verdes prados de Carcasona. Llevaban suficientes provisiones al menos para un par de días, pues no habían querido cargar demasiado a los animales para que no se cansaran de más con el peso del equipaje. Aloys sabía que ni mucho menos dos días bastarían para encontrarla, si, afortunadamente Minerva no se había ido demasiado lejos de Francia. En caso contrario, si entre ellos había varios océanos de por medio, no sabía cuánto tiempo tardaría en encontrarla. Aunque él creía a ciegas, que no le importaría gastar toda su vida en recorrer cada tramo del mundo, con tal de encontrarla, poderla abrazar y decirle que todo iría bien. 

Desde que habían salido de Carcasona, Georgio se había dado cuenta de la sombría expresión que presidía el rostro de Aloys. Parecía consternado y altamente preocupado por algo. 
Como una señal de mal augurio, Georgio vio que hacia el este volaban algunos cuervos pero se abstuvo de decírselo a Aloys para no preocuparle más. 

Pasaron varias horas en las que ninguno de los dos habló. Gregorio conocía bastante bien a Aloys después de todos los días en los que se habían ido juntos de cacería, y por lo general solía ser alguien hablador, pero después, llegó un momento en el que dejó de serlo y en lo que a él respecta, no le dio ninguna explicación. Simplemente, un día pareció haber crecido de repente, y tornarse más callado, más pensativo, menos alegre. 

—Tu madre me ha contado que vamos en busca de alguien. ¿Podrías decirme de quién se trata?, y, si no es demasiado pedir, ¿podrías contarme el motivo de tu silencio? Creí que confiabas en mí, que éramos amigos. 

Aunque cierto, Aloys, era alguien que ni en presencia de personas a quienes consideraba de confianza, les explicaba sus problemas, y por lo general, se quedaba para sí mismo sus propias preocupaciones, habiendo hecho partícipe de sus frustraciones y decepciones, a Constanza en más de una ocasión. 

—Vamos en busca de una persona a quien quiero más que a mi propia vida. Minerva se llama. La conozco desde niño, ella era una buena persona cuando la conocí, de un gran corazón y puros sentimientos. Eso fue antes de que conociera a mi primo, Santiago, él la cambió y ya no volvió a ser la misma chica que reía, que miraba a la vida con curiosidad, queriendo descifrar todos los misterios habidos y por haber. Pasó a ser una desconocida para mí. En su momento no actué bien con ella, y aquello contribuyó a que se forjase una impresión negativa en lo que a mí respecta, pero quiero recuperarla, y no me importan los años que hayan pasado desde entonces, lo único que deseo es poder volver a hablar con ella. No necesito que me diga que me ama, solamente quiero poder hablar con ella una vez más. Decirle lo que siento, que vea que a pesar de todas las tormentas que han venido a nuestras vidas, mis emociones son las mismas que las de antaño. Nada más quiero ver sus ojos otra vez, saber que está bien. Y, si aun con esas me dice que no le importo como a mí me importa ella, lo entenderé, lo único que podré hacer será desearle buena suerte en la vida, y terminaré por ponerle punto y final a mis ilusiones, solo me quedará asumir que nuestros caminos no estaban destinados a andar juntos, y ya está. Pero mientras, conservo la esperanza, y me niego a rendirme. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora