Un día en el que Royse iba paseando por los alrededores de la casa, se encontró con Aloys. Aunque había pasado mucho tiempo desde que ella le había cuidado, Aloys seguía sintiendo afecto por su aya, y siempre que se veían solían intercambiar algunas palabras, sobre todo después de la partida de Minerva, cuando no solamente Aloys extrañaba profundamente su presencia, sino que a la suya, se le sumaba la de Royse.
Aquella mañana en la que se vieron, como siempre, Aloys le recibió con un cálido saludo, pero algo en su tono de voz o quizás en sus ojos apagados, le indicaban que algo no iba bien. Royse observó con más atención a Aloys, y vio que unas marcadas ojeras recubrían sus ojos como si hubiera pasado noches en vilo, con la única compañía de sus pensamientos y es que ciertamente, Royse, no erraba en absoluto en sus pensamientos. Aloys ya no recordaba la última vez que había dormido sintiendo una mínima paz en su interior.
—Buenos días, Aloys—saludó con una sonrisa—¿Te encuentras bien? Parece que no hayas dormido en días...—Aloys, palideció al ver el diagnóstico tan preciso que había efectuado Royse.
—Estoy perfectamente—sonrió al mundo exterior, mientras que por dentro, solo se encontraba con lágrimas. Royse no se mostró muy convencida pero antes de que pudiera objetar nada más, Aloys se apresuró en desviar la conversación—¿Tienes noticias de Minerva?—le preguntó y su tono de voz pasó a estar cargado de un infinito cariño que tampoco logró pasar desapercibido a oídos de Royse.
—La verdad es que hace días que no recibo ninguna carta suya...—manifestó con dudas al ver que al instante Aloys se alertaba y le escuchaba con mayor atención—pero no te preocupes, seguro que estará bien—le intentó tranquilizar con una sonrisa que no llegó a sus ojos, Aloys le miró estando seguro de lo que intentaban hacerle creer, no tenía noticias de ella, pero ni en sus peores pesadillas habría sido capaz de imaginar el calvario que Minerva estaba pasando desde el momento en que fue entregada a Santiago—Minerva es muy independiente, ya la conoces. Escatima en dar explicaciones, y sus cartas siempre son muy breves y concisas y por lo general, me acostumbra a contar sus días que no están cargados precisamente de sobresaltos.
—¿Estás segura de que está bien?—insistió con aprehensión.
—¿Puedo saber a qué viene tanto interés en su estado?—le respondió con otra pregunta, extrañada por la reacción que Aloys adoptaba al mencionar siquiera su nombre.
Aloys no quería decirle la verdad porque sabía que si le confesaba aunque solo fuera una pequeña parte de lo que sentía, los problemas comenzarían, así que guardó lo que pensaba y le expresó otras palabras:—Ya sabes que desde hace años hemos tenido una amistad que si bien llegó a ser estrecha, como muchas amistades, un día se fue distanciando y a partir de entonces la distancia cada día creció más, pero aun con la distancia, no puedo olvidar sentir el cariño que profesé algún día por Minerva—y, sintiendo que sus palabras se iban desviando hacia sentimientos cada vez más hondos, decidió dejar de hablar.
Royse le miró con atención. Aloys sintió que su corazón martilleaba en su pecho. Era increíble cómo Royse parecía inspeccionar todos sus movimientos y reacciones, como si en ellos se escondiera la llave que resolvería todos los misterios y aquellas dudas que Royse nunca había resuelto al hablar con Minerva.
Varios segundos después, le miró a los ojos fijamente, y frunció los labios mientras que vio que Aloys se tensaba. Sin esperar más, sentenció:—Tú... Aloys, tú le amas. —Las lágrimas acudieron a los ojos de Aloys, y los ojos de Royse se contagiaron al instante.
Sin embargo, Aloys pensó en que solo quería la felicidad de Minerva, así que se deshizo rápidamente de las lágrimas y observó a Royse impostando una sensación de gran estupor.
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Minerva [#GanadoraGOBA17]
Historical FictionNacida en el seno de una familia de campesinos, Minerva vive en una pequeña cabaña en Carcasona, en la Francia posterior a la Revolución Francesa, en compañía de su padre Vladimir, y Royse. Paralelamente a su hogar, se encuentran Wilky y Julieta, su...