Aloys fue el primero en ver salir el sol, observó cómo las nubes surcaban el cielo y dejaban paso a la claridad después de una noche en la que apenas había tenido tiempo de ver las estrellas más allá de los ojos de ella.
¡Cómo hubiese deseado quedarse enterrado en aquella noche hasta el fin de sus días! Sentía que después de aquellas horas, jamás podría ver a través de los mismos ojos a aquella persona que ahora yacía tumbada a su lado pareciendo una ninfa de los bosques, de aquellos seres que nadie había visto y que de tan fantásticos que eran todo el mundo quería ver algún día aun cuestionando su existencia.
Aloys sentía que estaba viviendo un momento irreal en su vida. Algo que no había llegado a imaginar que sucedería algún día. No concebía, cómo había sido posible que Minerva le correspondiera aquellos sentimientos que durante tanto tiempo Aloys había mostrado de forma más o menos explícita pero que ella se había entestado en obviar.
Saber que aquella noche por fin le había entregado el amor que durante tanto había ansiado era una sensación que había pagado por todos sus sufrimientos y había borrado todo rastro de dolor en su vida. Y, si era posible, aún amaba con más fuerza a Minerva.
Le parecía imposible no amar a alguien como a Minerva. Con todos los errores cometidos, con su forma de ser, Aloys sentía que la amaba, que no le importaban sus errores, es más, se los perdonaba todos y cada uno de los cometidos porque sabía que nadie era perfecto, pero que lo que realmente importaba, era que los sentimientos que durante tantos días había perseguido, por fin se habían materializado.
La observó, pensando en cómo el tiempo había cambiado su forma de ser y también su fisonomía. Por desgracia, ya no conservaba aquellos rasgos de ángel que tenía cuando era niña, éstos se habían vuelto más angostos, más rudos, tenía los pómulos más marcados y el cabello más largo y rizado. Lo único que había permanecido impasible pese al tiempo, había sido su mirada. Aquella mirada que tenía un pedazo de las nubes, del sol y del cielo. Nadie había logrado arrebatar aquella luminosidad en sus ojos, y Aloys daba gracias de que Minerva aún conservase aquellos ojos azules como el océano, y aquella sonrisa que siempre lucía.
Aloys no sabía qué era lo que vendría a continuación. Aunque creía que los sentimientos que le había mostrado durante aquellas horas eran puros, tenía dudas, porque no comprendía cómo Minerva finalmente había confesado que había algo en el fondo de ella, que le amaba.
¿Qué ocurriría después? Se preguntaba Aloys mientras la veía durmiendo plácidamente ajena a todos los pensamientos que atestaban la cabeza de él. Quería pensar que continuarían conociéndose un tiempo más, y que, si la suerte era propicia, algún día compartirían una misma casa y formarían parte de una misma vida. Aloys no pensaba en casarse, después de la experiencia poco grata que Minerva había vivido, aquel pensamiento no era ni siquiera contemplado por Aloys, que lo único que quería era ver a la Minerva de siempre. Y sólo el tiempo tendría la última palabra respecto de ellos.
Cuando Minerva despertó se encontró con los ojos oscuros de Aloys escrutándola se mostró cohibida por el estado en el que se encontraba, ya que sólo llevaba puestas enaguas pero no veía por ningún lugar su vestido. Durante unos segundos hizo el esfuerzo de acordarse de dónde estaba y de qué era lo que había pasado. Cuando procesó lo que había pasado aún se sintió más cohibida, pero aquel pudor poco tiempo duró porque recordó aquellas palabras que en unos minutos se habían ganado el amor del que durante años le había privado.
Después de todas las palabras pronunciadas, Aloys sentía que ya no tenía más palabras guardadas en sí. Todas aquellas se las habían llevado las estrellas, y habían quedado para los días que había pasado en soledad.
Sentía que apenas en unas horas había renacido otra persona en su lugar. Alguien que era capaz de amar con cada fibra de su cuerpo, y con cada parte de su corazón. Sentía una felicidad que no creía posible, y, sin embargo, allí estaba.
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Minerva [#GanadoraGOBA17]
Historical FictionNacida en el seno de una familia de campesinos, Minerva vive en una pequeña cabaña en Carcasona, en la Francia posterior a la Revolución Francesa, en compañía de su padre Vladimir, y Royse. Paralelamente a su hogar, se encuentran Wilky y Julieta, su...