Capítulo XIV

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—¡Minerva!, ¡Minerva!—gritaba sin cesar Royse alarmada cuando vio el momento exacto en el que la chica se desmayaba y caía en el suelo. Se abalanzó hacia donde estaba y sin pensarlo, la arrastró con cuidado, hasta llegar a su habitación. La tumbó en la cama, Minerva apenas se movía, tenía cerrados los ojos con fuerza y su rostro expresaba una consternación casi indescriptible. 
Royse estaba horrorizada. Intentó calmarse, pero no sabía qué era lo que tenía que hacer. 

Rápidamente fue hacia la cocina donde llenó un cubo de agua fría. Con un paño le mojó el rostro, observando la extrema palidez que había pasado a adoptar, estaba fría como el hielo, parecía estar en otro mundo. 

Royse, se dijo a sí misma, que si por culpa de la osadía de haber hablado con Hankin le había provocado aquel dolor a Minerva, y había salido magullada de la situación, jamás se perdonaría que no volviera a abrir los ojos. 

Limpió a conciencia las heridas en su cabeza. No parecían graves, sin embargo no sabía cómo aquel golpe le habría afectado hasta después de despertar. 

Horas más tarde, Minerva aún no había recuperado el conocimiento, pero su rostro no parecía tener impresa aquel horror que anteriormente le habían precedido.

Al caer la noche, Minerva abrió los ojos. Royse estaba a los pies de su cama, le observaba con el corazón latiendo a toda velocidad, no se había despegado de su lado ni siquiera un instante mientras que no paraba de torturarse por lo que fuera que hubiera sucedido. 
No podía creer que la persona a quien más quería estuviera inconsciente, ¿qué había ocurrido? 

Cuando despertó Minerva abrió los ojos abruptamente y miró a todos los lados del lugar donde se encontraba. Rápidamente lo identificó como su habitación y suspiró aliviada. Vagos recuerdos llegaban a su mente. Intentó alejarlos de inmediato. Miró a Royse que le observaba notablemente preocupada, le ofreció una cálida sonrisa con la que le quería indicar que estaba bien. 

—No me siento con ánimos de hablar...—susurró Minerva que enseguida volvió a cerrar los ojos. Más tranquila, Royse se retiró de su lado y empezó a preparar la cena para las dos. 

Una hora más tarde, Minerva fue hacia el comedor donde un humeante caldo de pollo le estaba esperando encima de la mesa. No había comido en todo el día, así que estaba hambrienta. Tomó asiento, Royse le imitó y comieron en silencio, hasta que Minerva se atrevió a hablar. 

—Hankin... no es en absoluto la persona que dice ser. 

—¿Qué te hizo?—preguntó con temor—¿Se aprovechó de ti?—dijo sin saber cómo pronunciar aquellas palabras. De reojo observó hacia su falda rasgada y sus peores pensamientos tuvieron cabida en su mente. 

—No abusó de mí. Pero faltó muy poco para que algo así hubiera sucedido—dijo ella con voz neutral, intentando olvidar el recuerdo, como si aquello que le había ocurrido a ella, perteneciese a otra persona. Al escuchar aquellas palabras, Royse se relajó un poco, pero al instante sintió una rabia increíble hacia aquel nombre que de repente pasó a repugnarle. 

Minerva se negó a hablar más de lo ocurrido. Estaba bien y aquello era lo que importaba. Lo que hubiera podido ocurrir, no había llegado a hacerse realidad, así que recordarlo sería aún peor. Lo mejor que podía hacer era olvidarlo, y pensar en él como uno de aquellos recuerdos que se desearían meter en una caja para hundirla en el fondo del mar. 

Al día siguiente, Minerva continuó con su vida dispuesta a olvidar los acontecimientos. Últimamente habían llegado bastantes imprevistos a su vida, que habían perturbado aquella calma en la que su vida parecía navegar y había momentos en los que se sentía confusa; otros, sentía que aquella persona sensible y atenta tenía que retraerse si lo que quería era no sufrir. 
Aquellos días Minerva se sentía ajena a todas las emociones. Como si estuviese cubierta por una capa que no dejara entrever quien era en el fondo. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora