Capítulo VI

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Pasaba de la medianoche, y Minerva aún continuaba bailando en compañía de Santiago, un joven, a quien Minerva, pese a lo poco que había hablado con él, había tenido una grata impresión, y había sentido una especie de conexión que en pocas ocasiones había notado respecto a alguien. 
Sin embargo, acompañada de Santiago, se sintió relajada, a decir verdad, estaba disfrutando la velada. Santiago sin apenas proponérselo le hacía sonreír, resultó ser un buen conversador para Minerva, no como su primo... ¡aquel ser insufrible! Pensó fugazmente en un determinado momento cuando recordó a Aloys acercándose donde estaban bailando, apenas hacía unas horas. 

Minerva no sabía cuántas veces habían cambiado las canciones, ya que su atención era acaparada casi en su totalidad, en aquellos iris oscuros que le miraban y escrutaban hasta el último milímetro de su ser. Santiago a veces le sonreía, y entonces, Minerva se sonrojaba irremediablemente. Su cercanía, aunque no le resultaba incómoda, le producía unas reacciones extrañas que no sabía cómo interpretar. 
De pronto, Santiago posó sus manos sobre la cintura de Minerva, y la chica, sin saber cómo reaccionar, le miró fijamente, y al principio un poco indecisa, pero después más confiada se atrevió, a rodear el cuello de Santiago con sus brazos, mientras que sus manos, lucían un poco trémulas debido a la situación nueva que se le había presentado. Esta vez, fue Minerva quien le sonrió mientras se tomaba unos minutos para pensar en que era una persona agradable, a quien no le importaría volver a ver de nuevo. Además, tampoco debía pasar por alto, y mucho menos desmerecer el hecho de que Santiago era un joven atractivo, que llamaba la atención de muchas mujeres en el salón, y al saber que la chica a quien había elegido para bailar era ella, aunque no se consideraba ni la mitad de bella que las demás damas, y por supuesto, ella se sentía como lo que de verdad era, es decir, una niña, se sintió extrañamente complacida al percatarse de todas las miradas que iban en su dirección. Y sonrió al saber que todas aquellas mujeres ricas, al menos, por aquellos momentos, se retorcían de envidia, pues ellas debían de conformarse con demás caballeros, que aunque no carecían de elegancia, no le llegaban ni a la suela del zapato a Santiago. 

—¿A qué se debe que nunca le haya visto en algún baile?—preguntó Santiago, Minerva, avergonzada de haber posado su vista demasiado tiempo sobre sus ojos, bajó su mirada al suelo—, ¿no sois de por aquí?—quiso saber él, y Minerva no supo qué contestarle, debido a que no quería dejar traslucir cuál era su condición social, pues creía que si lo sabía, de inmediato se alejaría de ella, y actuaría como lo hacía Aloys. Por un momento, se sintió tentada a mentirle, después, lo pensó más concienzudamente y se dio cuenta de que las mentiras sólo entorpecerían la situación, y que si se llegaba a saber la verdad, quedaría como una chica vulgar, pero sobretodo mentirosa, indigna de su confianza. Justo cuando iba a responder, Santiago añadió:—Estoy seguro, que con anterioridad no había visto semejante belleza, de lo contrario, sé que no habría sido capaz de olvidarlo.

—Mi familia, trabaja para los señores—murmuró. Y Santiago durante un instante detuvo su baile, y miró con más detenimiento a Minerva. —Ha sido el primer baile al que he asistido—confesó, y pensó que después de aquellas palabras, seguramente Santiago se iría de su lado, y encontraría más interesante y digno para él, la compañía de cualquier otra dama, que fuera de una clase superior a la de ella. En cambio, la reacción que le ofreció, no fue la que hubiera esperado. 

—En cuyo caso, espero poder volver otra vez a bailar contigo—, Minerva se dio cuenta del cambio, cuando dejó de banda el voseo y le tuteó. Santiago le ofreció una sonrisa franca, mientras que Minerva, pensó que en aquella familia, no todos los miembros eran igual de hipócritas, o aquello, era lo que se aferraba a creer Minerva, que aún no perdía la fe, pensando en que habían personas que no merecían su tiempo, pero que no por ello, todo el mundo era de la misma opinión. —¿Podré contar con tu compañía, en el próximo baile?—pidió Santiago, y antes de que Minerva pudiese pronunciar palabra alguna, alguien se entrometió entre Santiago y Minerva. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora