Capítulo XII

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Minerva parecía vivir en una eterna primavera. Se sentía despreocupada y feliz, vivía pacíficamente, su vida parecía marchar correctamente sin aparentes altibajos. Estudiaba, y cada día era un poco más feliz al aprender algo nuevo, después, volvía a casa para ayudar a Royse que siempre le esperaba con una sonrisa, y algunos días, sobretodo cuando era fin de semana, era el momento perfecto para asistir a un nuevo baile, en el que inevitablemente se encontraba con Santiago y por quien, la muchacha, ya no disimulaba sus sentimientos. 

Todo parecía ir bien, hasta que de repente, un día todo se torció. 

—Minerva, deseo hablar contigo—le dijo su padre. La chica, que pocas veces había mantenido una charla con su padre, tomó asiento a su lado, le observó un poco confundida, mientras reparó en que su padre lucía más cansado de lo habitual. Unas profundas ojeras surcaban sus ojos, y nuevas arrugas parecían decorar su rostro. Entrelazaba los dedos de sus manos, no sin cierto nerviosismo. 

—Creo que ha llegado el momento en el que hablar seriamente sobre tu futuro—empezó él—, siempre es y será mi mayor deseo ver que eres feliz. Últimamente veo que lo eres, te veo radiante, alegre y me anima mucho verte así. Siento truncar estos momentos de felicidad, pero me temo que debo darte malas noticias—dijo su padre, visiblemente entristecido. Minerva le miró con el corazón en un puño, a la expectativa de qué sería lo próximo que le diría—hace días, cuando estaba en el campo, noté que algo me picaba, una rata, quizás. Al principio, apenas le di importancia sin embargo, llevo varios días con fiebre y unos terribles dolores de cabeza..., no quería ir al médico, ya sabes que no soporto a aquellos curanderos, pero Royse prácticamente me ha obligado a ir... Y hija, me temo que he ido demasiado tarde—suspiró con cansancio, Minerva se llevó las manos a la boca, ahogando un grito, anticipándose a lo peor—Tengo la peste negra, no he llegado a tiempo, cada día estoy peor, siento que me queda poco tiempo de vida, y que la muerte está cerca y quiere abrazarme...—tosió mientras que cerraba los ojos con fuerza, esforzándose por no derramar lágrimas. Minerva no contuvo las lágrimas, sintiéndose sobrecogida por la noticia. 

Aquellos fueron días realmente difíciles para Minerva que veía cómo en efecto, la vida de su padre iba menguando cada vez más. Pronto dejó de trabajar, incapaz siquiera de salir de la cama, la fiebre cada día aumentaba más, produciéndole severos delirios en los que dejaba de ser consciente de si era de día o de noche. Minerva había dejado de ir a clase, por cuidar a su padre, aunque en realidad, lo único que estaba a su alcance, mas que el cambiarle los paños de agua fría para ayudar a bajar la fiebre, era acompañarle en aquellos fatigosos días. Pues tiempo, era el que sentía que le iban robando a Vladimir. 

—Te quiero, Minerva, te quiero más de lo que puedes imaginarte. No sabes lo orgulloso que me siento de ti, de saber que pronto te dejaré, pero que ya eres una persona que pronto será independiente, que podrá casarse, formar una familia y ser feliz. Siento si jamás he expresado mis emociones hacia ti, si nunca te he hablado en una conversación de padre a hija, o si no te he sabido orientar en la vida, solo pido que perdones mis errores, pues nadie es perfecto, y solo nos damos cuenta de nuestros errores, al final de nuestra vida, o cuando creemos que todo está perdido y que debemos de realizar algún cambio para enmendar nuestros errores. 
»Sé que serás una mujer feliz, que a medida que pase el tiempo serás aún más fuerte, y que seguirás iluminando al mundo con la bondad que tienes. Me hubiera gustado conocer a tu futuro esposo, o poder conocer a los nietos que puede que algún día tenga. Siento que me he perdido una gran parte de tu vida, que no he sido el padre ejemplar que una persona como tú merecías, pero que pese a todo, has vivido como una persona independiente, que ha luchado por sus estudios. Eres una chica muy inteligente, sé que podrás moverte bien por la vida, y que aunque yo no esté, no te faltará de nada, pues sabrás encontrar recursos por donde sea que vaya. Siempre te querré y te recordaré...—tosió y unas gotas de sangre cayeron sobre el suelo, se limpió la boca, ya sin ocultar las lágrimas. Minerva le abrazó con fuerza, mientras que sentía que las compuertas de sus ojos estaban abiertas, pero que el dolor no era capaz de salir, permanecía allí, impasible e inhumano. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora